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La autora colombiana obtuvo con este volumen el premio Planeta-Casa de América 2009

Ella, que todo lo tuvo, la novela más libre y madura de la obra de Ángela Becerra

Narra el camino de una mujer que en todas sus caras reúne sus soledades, define en entrevista

Foto
La autora colombiana, durante la entrevistaFoto Luis Humberto González
 
Periódico La Jornada
Domingo 21 de junio de 2009, p. 3

Locura y razón. Vida y muerte. Ella, el personaje central de una historia que se escribe dentro de otra historia, como en un juego de espejos que finalmente se rompen. Espejos que la escritora colombiana Ángela Becerra coloca en su nueva novela Ella, que todo lo tuvo, en el que la regla podría ser la unión de las soledades de todos los personajes, o quizá no.

Al inicio están encerrados en sí mismos: Ella, el librero, el restaurador, el encargado del hotel, en una historia que comienza con una pérdida y soledad. Sin embargo, la autora reconoce, también es una novela de esperanza.

Está la pérdida, después está la soledad, la búsqueda. Ahí entra la esperanza y al final la resurrección. Es toda una andadura a nivel interior la que debe pasar el personaje, con todos los traumas y todos los dramas que tiene para, finalmente, encontrar sentido a la vida. Si la historia fuera de soledades sería muy triste, dice Ángela, quien llegó de España a nuestro país en una breve escala del viaje que la llevará a Argentina y Colombia, como parte de la promoción de este libro, con el cual obtuvo el Premio Iberoamericano de Narrativa Planeta-Casa de América 2009.

La novela tiene varias caras, no se pueden simplificar, subraya la autora radicada en España: “Por un lado está la mujer que ha perdido a su esposo, a su hija; que ha perdido la palabra, que se va a Florencia en busca de esa palabra perdida siguiendo una historia que le contaron sus padres. Otra es cuando en su búsqueda se encuentra con una librería con un hombre solitario y con un deseo, que es el de restaurar libros antiguos; ella no contaba con eso, lo cual le abre otra dimensión.

Otra cara es ella como escritora, que crea un personaje porque no puede escribirlo; es entonces cuando decide vivirlo y le inventa un escenario onírico, sensual; otra es ella y su conciencia, y después el tema del ir rozando la locura y la cordura. En todas esas caras están todas las soledades.

Esta novela es perfume

Esta es la cuarta novela de Ángela, quien durante algunos meses permaneció sola en Florencia, para crear el ambiente y el tono de la novela, además de aprender a restaurar libros, que es otro de los puntos centrales en los que se cimenta la historia de Ella. Su novelas anteriores son El penúltimo sueño, De los amores negados y Lo que le falta al tiempo; con ellas obtuvo premios como el Azorín y el Latin Literary Award. Sin embargo Ella, que todo lo tuvo es la más madura.

“Esta novela tiene un valor muy especial, porque –sinceramente– para mí, de lo que he escrito creo que es la más madura, literariamente; está muy concentrada. Es perfume, por decirlo de alguna manera –hay aguas de colonia y hay perfumes–; además, quería que fuera así, que nada que me distrajera del fin último. Ha sido una novela muy trabajada, porque va bordeando la locura y la cordura. Esta es la primera a la que he dejado ser; a las otras las tenía muy ataditas y hasta cierto punto no las dejaba que se me escaparan.

Dejé que esta novela me hablara. Creo que el trabajo creativo es que el escritor dialogue con eso que está creando, y la dejé decir cosas, añade Ángela, quien también conoce otro lado de la creatividad: la que es por obligación, ya que durante 20 años se dedicó al mundo de la publicidad, hasta que un buen día supo que no era su camino. Entonces se dedicó a escribir.

En la escritura me he sentido libre, porque he podido escribir sobre aquello que quiero. Yo vengo de otra profesión que era todo lo contrario. Cuando comencé a caminar esta andadura literaria lo hice con mucho cuidado, muy atenta. Me di cuenta de que la literatura es algo que hay que dejar libre, y en la medida que voy caminando lo soy más. Ahora es libertad con tranquilidad.

Lo que queda de su paso por la publicidad es no levantarse de la silla hasta que llegan las palabras a la página, dice la escritora, quien a la par de la ficción escribe poesía. De hecho, su primer libro fue Alma abierta, poemario publicado en 2001.

“La poesía es como una amiga que tengo abajo de la almohada, casi siempre me sale antes de quedarme dormida, cuando entro en ese duermevela aparece una frase y digo: ‘no, por favor, quiero dormir’; entonces comienzo a repetirla para no olvidarla, hasta que mejor me levanto y escribo un poema completo. La poesía es como si te poseyera una voz que te pide la mano y se escribe sola, te descargas; es como cuando tienes que estornudar o bostezar y no te puedes aguantar. La ficción me ofrece volar, vivir siendo otro, meterme en el alma de un niño de 12 años, de una anciana de 82, de un loco.”