Opinión
Ver día anteriorMartes 28 de julio de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Jazz

Una biografía de Eugenio Toussaint (*)

L

o sabemos. En la actualidad hay sobreoferta global de todo tipo de música, de todo tipo de información (de todo tipo de todo), ocasionando que mucho de lo ofrecido sea música desechable, bisutería pura, información amañada o basura en oferta que se exhibe en elegantes catálogos web o en desvencijadas mesitas de banqueta.

Aunque en nuestro caso, el tuyo y el mío, el problema mayor de la sobreoferta es que no hay pa’ dónde voltear. Hay tanto y tanto de tantas partes, de tantos aromas, que resulta imposible seguirle el rastro a todo aquello que podría valer la pena.

El viejo afán completista ha quedado en el olvido. El rigor selectivo se vuelve forzoso, indispensable.

Pero de todos modos… ¡cuántas y cuántas lecturas puede haber alrededor de una obra! Y si ésta, al brotar se traduce en música y se inscribe en la gramática del jazz, las posibilidades aumentan, los revuelos se multiplican. Y esto, con una sola obra.

¿Cuántas lecturas podría haber entonces alrededor de un artista y la multiplicidad de sus obras? Y más. ¿Cuántas lecturas puede haber alrededor de un músico, de un pianista, de un compositor como Eugenio Toussaint, que maneja con tanta agilidad los diferentes códigos del sonido?

Me preguntaba qué hacer con alguien que estudia dos o más idiomas musicales comparándolos entre sí, y los ejerce, y los asume; con alguien que va más allá de esta gramática comparada, que después de conciliar los lenguajes, los funde y rediseña para armar un nuevo discurso; aunque este nuevo discurso poco o nada tenga que ver con los tan manoseados crossovers de supermercado y los desfiles de modas… sino con algo más íntimo, más auténtico… más esdrújulo.

Escuchar la música de este políglota mexicano sería un buen principio. Ya luego podría venir aquello del asombro, el disfrute, la admiración, el acercamiento y la biografía.

Porque Eugenio Toussaint no sólo se anda tropezando por todos lados con la belleza. Ya con ella enfrente, la observa un instante, la toma entre sus compases, y con delicada insolencia le empieza a meter mano por todos lados y a improvisar entre sus intimidades. Voyerista de corazón, graba todo y lo guarda en cualquiera de sus memorias, para poder regresar ahí las veces que sea necesario.

Con el tiempo, un ganchito y unas buenas dosis de imaginación y de buen gusto para las atmósferas y las melodías, este ejercicio podría convertirse en una nueva pieza del repertorio eugeniano. Ya el maestro decidirá en qué género o géneros musicales va a ser incrustada.

En poco más de medio siglo, Toussaint se ha deslizado preocupada y despreocupadamente –siempre con maestría– por las diferentes estancias de la música contemporánea. En lo popular, en lo académico o en los sincopados salones intermedios, su creatividad se manifiesta siempre con una gran belleza formal.

Lo mismo ha remozado el dintel de una balada romántica que dinamitado bunkers con rock o levantado rascacielos de swing bop. Después, cuando rebasaba los 30 años, empezó a comprar tiempo con jingles en miniatura para poder construir discretas catedrales de música sinfónica.

En medio de todo esto, las composiciones del maestro se han distinguido también por la proverbial naturalidad con que las aborda, rediseñando sus esencias hasta plantear un nuevo lenguaje, donde la complejidad de los trazos internos se vuelve invisible ante la lírica sencillez del acabado final (y que valga el pleonasmo).

La esmerada pulcritud de su factura podría contrastar fuertemente con su génesis de callejón y banqueta; pero lejos de ello, ambas se toman de la mano, asumen sus compases y caminan sin prisa por los barrios del conservatorio.

El observador aragonés se emociona y toma aire.

Invariablemente, Toussaint aborda el piano como si dentro del instrumento (entre teclas y cuerdas) anidase toda una orquesta en espera de instrucciones. Aunque el maestro prefiere evitar las ordenanzas y opta siempre por aquel extraño contubernio en el que creador y herramienta se funden en un solo ente para improvisar y reinventar la vida y dejarnos con la boca abierta.

(*) Fragmento de la introducción del libro biográfico Eugenio Toussaint: las tangentes, el jazz y la academia, de próxima aparición.