Opinión
Ver día anteriorJueves 26 de noviembre de 2009Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Crecimiento terrorífico de la pobreza

Calderón quiere enderezar el rumbo

Vivir Mejor, a la basura

R

apidez, ante todo. Debieron transcurrir tres años de su inquilinaje en Los Pinos y, en consecuencia, sumar (cifra oficial) 6 millones de mexicanos al inventario de pobres (10 millones si se incluye la actualización del Banco Mundial) para que el versátil Felipe Calderón registrara que es hora de enderezar el rumbo social del país, pues superar la pobreza es el mayor reto y prioridad y es menester comprometernos a soluciones de fondo y radicales para combatir la pobreza y la desigualdad, es decir lo que él mismo prometió, en 2006, durante su campaña electoral.

Eso dijo ayer, no como un compromiso de reorientar la política social (si existiera), sino en forma de simple discurso, uno más, en un simpático foro de corte cristiano-asistencialista (unamos nuestra manos, oremos y cantemos al Altísimo, mientras Ernesto Cordero circulaba la charola para recolectar el diezmo y repetía la desgastada cantaleta), ante personajes muy peculiares a quienes días atrás acusó de que rara, rara vez pagan impuestos, y en un centro de exposiciones, el de Banamex en Santa Fe, de un banco que fue vendido libre de impuestos y que hoy es propiedad del gobierno estadunidense.

Calderón se apersonó en el encuentro nacional por un México sin pobreza; juntos podemos superarla, cuyo objetivo –según la propaganda oficial– es lograr la participación a través de académicos, beneficiarios de los programas sociales, especialistas, líderes de opinión, medios de comunicación, organismos de la sociedad civil, en la suma de esfuerzos para alcanzar los objetivos propuestos en el decálogo que presentó el (susodicho) en su tercer Informe de gobierno.

A la diestra y a la siniestra del inquilino de Los Pinos algunos empresarios de renombre, no sólo por sus abultadas cuan crecientes fortunas, sino por su inagotable capacidad de eludir y evadir impuestos, dineros que, se supone, contribuirían a combatir la pobreza, la lucha más noble, de acuerdo con la inspirada definición de quien tres años después relanza su campaña electoral con el eslogan: el tema de combate a la pobreza se ha convertido en una prioridad para el gobierno federal.

Con ganas de encontrar, sin lograrlo, algún valor a la declaración del inquilino de Los Pinos, la lectura tendría que ser, de acuerdo con sus propias palabras, que en su primer trienio en la residencia oficial el rumbo social se extravió –por decir lo menos–; que en ese periodo, a pesar de los discursos, el mayor reto y prioridad no fue superar la pobreza y, en fin, que no se comprometió ni buscó soluciones de fondo a este lacerante problema social, es decir, que el número de mexicanos en pobreza creció terroríficamente, pero no por la crisis de alimentos, sino porque simple y sencillamente se le olvidó el compromiso de campaña.

Lo bueno es que ya lo recordó –en el discurso–, y por lo mismo dijo que necesitamos no sólo ayuda, sino comprensión, apoyo y compromiso de la sociedad completa, sobre todo para poder escoger (sic) prioridades entre todos y que todos debemos impulsar. El combate a la pobreza es el mayor reto de nuestra generación y constituye la primera prioridad del gobierno federal: una prioridad que no se podrá alcanzar sin la comprensión, el apoyo y el trabajo de la sociedad civil. Los empresarios que rara, rara vez pagan impuestos aplaudieron a rabiar, unieron sus manos, oraron y cantaron ¡Aleluya! Lo mejor del caso es que Banamex no cobró comisión.

Ante los solidarios empresarios, que rara, rara vez pagan impuestos, el inquilino de Los Pinos se dio cuenta de que (2006-2008) la pobreza en México aumentó alrededor de 5 por ciento, y faltaría ver el efecto de la crisis económica. En realidad, de acuerdo con las cifras oficiales, se incrementó cerca de 5 puntos porcentuales, que se parece, pero no es igual: en ese bienio pasó de 42.6 a 47.4 por ciento de la población nacional, es decir de 44.7 a 50.6 millones de mexicanos, a razón de 8 mil 220 por día o, si se prefiere, casi 6 por minuto, una descomunal proporción que sólo en la residencia oficial y periferia no registraron. Y son las cifras oficiales (Inegi-Coneval).

Ya para la primera mitad de 2009 el Banco Mundial aportó lo suyo: “la recesión en que cayó la economía mexicana este año sumió en la pobreza a por lo menos 4.2 millones de personas, adicionales a los 5.9 millones que cayeron en esa condición entre 2006 y 2008… Si se toman en cuenta los 50.6 millones de pobres registrados en datos oficiales hasta 2008, se obtiene un total de 54.8 millones de mexicanos en esta condición, o sea, 51.02 por ciento de la población del país, del conjunto de 107.4 millones a junio de 2009” (La Jornada, Roberto González Amador, 20 de agosto de 2009).

Entonces queda claro que si es hora de enderezar el rumbo social del país, el inquilino de Los Pinos, de entrada, debe comenzar por tirar al cesto de la basura su programa Vivir Mejor, presentado en sociedad el 28 de abril de 2008 (un año y medio atrás, ya con 6 millones adicionales en la pobreza) y que, según él, sería el eje rector de mi gobierno en materia de política social, que busca erradicar la extrema pobreza, atender los problemas de la alimentación, la educación, la salud y la capacitación para el trabajo a través de cinco puntos de apoyo a la ciudadanía. Vivir Mejor busca atacar las verdaderas causas, no sólo sus efectos. Vivir Mejor, a final de cuentas, es la razón de los esfuerzos de todos nosotros. Hoy, desde aquí, invito a todos los sectores de la sociedad a unirnos en una sola gran causa nacional: eliminar la pobreza extrema en México, en el horizonte de gran visión y de futuro que nos hemos propuesto para el país.

Diecisiete meses después, con el mismo discurso e idéntica invitación, Calderón anuncia que es hora de enderezar el rumbo social del país. Pues bien, en aquella presentación de abril de 2008, en el Museo de Antropología, estuvieron presentes prácticamente los mismos personajes ayer reunidos en Banamex Santa Fe, como Ernesto Cordero, el delfín secretario de Desarrollo Social que quiere la silla grande, aunque ni siquiera pueda con la que oficialmente le asignaron. Y 6 millones de ejemplos (10 millones, si se incluye la información del Banco Mundial) dan cuenta de esto último. Por allí puede comenzar a enderezar.

Las rebanadas del pastel

Para efectos prácticos, más productivo sería que en lugar de discursos, actos de Aleluya, relanzamientos de programas sociales fracasados (pero electoralmente muy sabrosos), fatuos foros cristiano-asistencialistas y demás propaganda barata, el inquilino de Los Pinos caminara por la ruta de una reforma fiscal integral que cobrara impuestos a quienes rara, rara vez los pagan, y con esos dineros estructurar y echar a andar una verdadera política social sin cánticos al Altísimo.