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Daniel Ortega, el poder de la demagogia revolucionaria

Su nuevo modelo pregona la política social, pero sólo beneficia a la familia gobernante

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Daniel Ortega, presidente de Nicaragua, durante su visita al Senado en 2007, en la ciudad de México. Lo acompaña su esposa, Rosario MurilloFoto José Carlo Gonzalez
Especial para La Jornada
Periódico La Jornada
Jueves 10 de diciembre de 2009, p. 48

Lo primero que sorprenderá al visitante al llegar a Nicaragua es la ubicuidad del personaje: su fotografía ampliada en gigantescos rótulos de carretera está por todas partes, acompañada de lemas político-religiosos. Cumplirle al pueblo es cumplirle a Dios, Alba, cristiana, solidaria, socialista, se lee en las megapancartas, pero no se trata de un predicador evangélico, sino de Daniel Ortega, el presidente de la República.

Hace 30 años, cuando la insurrección popular liderada por el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN) derrocó a la dictadura somocista, después de disolver la Guardia Nacional, el segundo decreto que promulgó la junta de gobierno fue la prohibición de cualquier exhibición de propaganda a favor de funcionarios públicos. Irónicamente, ese mismo decreto aún está vigente hoy y, de aplicarse con rigor, debería sancionar el culto a la personalidad de Ortega. Pero los tiempos han cambiado en Nicaragua.

La Purísima y los impuestos

En la avenida Bolívar de Managua, el gobierno celebra en estos días las fiestas de la Purísima Concepción de María, una tradición religiosa a la que el pueblo acude con devoción mariana a cantar rezos a la Virgen y recibe golosinas tradicionales. En las purísimas oficiales, miles de personas exhiben su situación de extrema pobreza en los altares de los ministerios públicos para obtener un paquete de alimentos básicos como regalía del presidente y la primera dama, Rosario Murillo.

Y mientras con una mano el gobierno regala comida y juguetes a los pobres en la víspera de Navidad, con la otra aprueba nuevos impuestos que agudizarán la recesión económica. Durante una concentración en plaza pública, un primero de mayo, Ortega ordenó a gritos a su ministro de Hacienda: ¡Cóbrele a los banqueros, que los ricos paguen impuestos!. Pero su ley tributaria fue negociada y redactada hasta en sus últimos detalles con los banqueros y representantes del gran capital, y cuenta con la venia del Fondo Monetario Internacional.

Su propósito es recaudar unos 50 millones de dólares adicionales en el 2010, una cifra menor que lo que dejó de recibir el país en ayuda externa presupuestaria, suspendida por los gobiernos europeos como sanción ante el fraude electoral de noviembre del año pasado.

Antes y después del fraude

La revolución de 1979 se propuso instaurar la justicia social, pero al perder el poder en 1990 su principal legado al país fue la democracia electoral. El fraude organizado por Ortega en el 2008 hizo retroceder al país 50 años de historia, a la época del viejo Anastasio Tacho Somoza. Entonces, el tribunal electoral era presidido por Modesto Salmerón, un pintoresco funcionario que se burlaba de los electores en las filas diciendo: Voten, voten, que luego cuento yo.

Ahora el fraude se hace con programas de computadoras, pero de forma igualmente chapucera. En Managua, por ejemplo, el 30 por ciento de las actas de votación, equivalentes a 120 mil votos, nunca fueron publicadas por el Consejo Supremo Electoral, pero los electores conocieron los verdaderos resultados en el sitio web del candidato opositor, corroborando la derrota del FSLN. Lo mismo pasó en León, Masaya, Juigalpa, Jinotepe, Jinotega y en buena parte de las otras cabeceras departamentales, donde se orquestó el fraude.

Sin embargo, Ortega celebró el triunfo de su partido como una consagración del nuevo modelo, que presume ser la segunda etapa de la revolución sandinista de los ochenta.

El cambio de modelo

La propaganda oficial alega que el cambio de modelo radica en los programas de asistencia social impulsados por el gobierno como Hambre Cero, Usura Cero, Calles para el Pueblo, etcétera, una versión local de las misiones de Chávez en Venezuela. Pero, en realidad, en una economía que continúa rigiéndose por un programa con el FMI, el único cambio estructural ha sido la privatización de la multimillonaria ayuda venezolana, equivalente a casi el 10 por ciento del PIB, que se maneja fuera del presupuesto de la República. Una parte de estos fondos se utilizan para financiar operaciones estatales de clientelismo político, pero la mayor tajada se destina para hacer negocios privados, sin ninguna clase de control ni transparencia, para engrosar los nuevos capitales ligados a la familia gobernante.

En lo político, el modelo predica la democracia directa pero practica un estilo autoritario que ha dividido y polarizado al país. Ortega no cuenta con la bendición de una mayoría plesbicitaria como la que acaba de relegir a Evo Morales en Bolivia. Por el contrario, la novedad de este esquema de caudillismo familiar reside en que una minoría política, muy bien organizada y movilizada, gobierna como si fuera mayoría en virtud de un pacto prebendario acordado con el ex presidente Arnoldo Alemán, recientemente exonerado de sus cargos de corrupción.

Fue así como Ortega ganó la presidencia en primera vuelta con sólo 38 por ciento de los votos en 2006, y casi tres años después se mantiene en el poder gobernando exclusivamente para sus partidarios, apoyado en la división de la oposición. Y cuando su poder es desafiado en las calles, ha recurrido sin vacilar a la represión, no a través de la policía o el ejército, sino que utilizando las fuerzas de choque del partido de gobierno.

La migración como válvula de escape

Según la última encuesta de la firma Cid Gallup, el principal problema para más de 50 por ciento de los nicaragüenses sigue siendo el desempleo. En su campaña electoral Ortega prometió trabajo y combatir la pobreza, pero su demagogia revolucionaria no está creando fuentes de empleo, y los pobres continúan emigrando a Costa Rica y Estados Unidos para conseguir trabajo.

Cada mes, centenares de nicaragüenses cruzan a pie la frontera sur para intentar conseguir un empleo digno en Costa Rica y mantener a sus familias con el envío de remesas. En cambio, los representantes más conspicuos del régimen exhiben su riqueza con opulencia en Costa Rica. El presidente del Consejo Supremo Electoral, Roberto Rivas, cómplice del fraude electoral, viaja en su jet privado cada semana a San José, donde mantiene tres mansiones y posee tres automóviles de lujo, un BMW, un Porsche y un Mercedes Benz, que inscribió sin pagar impuestos al amparo de la franquicia diplomática de la embajada de Nicaragua que dirige su hermano Harold.

La cancillería tica anuncia una investigación sobre posible evasión de impuestos, pero en Nicaragua ninguna autoridad se atreve a investigar a Rivas. El es un protegido del cardenal Miguel Obando y Bravo, otrora enemigo de la revolución y ahora aliado incondicional de Ortega, y por tanto se niega de forma rotunda a que la Contraloría divulgue su declaración de probidad.

El asalto a Solentiname

Bosco Centeno apareció en las primeras planas de los periódicos en 1977, cuando siendo muy joven participó en el asalto al cuartel de San Carlos. Centeno era uno de uno de los muchachos de la comunidad de Solentiname fundada por el sacerdote y poeta Ernesto Cardenal, que se sumó a la guerrilla del FSLN.

Después del triunfo de la revolución, apareció otra vez en las portadas cuando fue derribado un avión de la contra con el mercenario norteamericano Eugene Hasenfus, en la zona de Río San Juan, donde Centeno era el jefe de la brigada militar del ejército sandinista.

Hace dos semanas, en la portada de El Nuevo Diario, apareció nuevamente el ahora teniente coronel en retiro, con bastantes libras de más, esposado y custodiado por varios policías, durante el desalojo judicial que ejecutaron en el hotel Mancarrón en Solentiname.

Centeno es el vicepresidente de la Asociación para el Desarrollo de Solentiname, que preside el poeta Ernesto Cardenal, y que ha promovido distintas obras, incluido el hotel, en tierras que fueron donadas por Cardenal. La Asociación mantiene una querella judicial con una ex ministra de Ortega que falsificó documentos para apropiarse del hotel, y por lo tanto, los jueces y las cortes controladas por el orteguismo, ya emitieron su condena de antemano. Primero, le resucitaron al poeta Cardenal una sentencia condenatoria por injurias y calumnias, y ahora ejecutaron ilegalmente el desalojo del hotel. Cardenal denuncia el acoso como un acto de persecución política de Ortega, y Bosco Centeno está convencido que el atropello que sufrió por oficiales de la policía y funcionarios judiciales, fue ordenado por el de arriba.

La ley como un AK 47

El acoso judicial contra el padre Ernesto Cardenal es sólo un ejemplo de una práctica extendida y aplicada de forma sistemática: la extorsión judicial y el tráfico de influencias. Si en la guerrilla, la definición tradicional de los poderes fácticos incluía a las armas, las masas, la iglesia y el capital, Ortega descubrió en la oposición que el poder de los jueces puede ser más destructivo que un AK 47 y, además, resulta eficazmente lucrativo.

Un verdadero ejército de operadores políticos judiciales se construyó de forma paciente, durante 16 años, hasta copar el Poder Judicial. Conspiradores que ayer se jugaron la vida por un ideal, ahora transfigurados en abogados de cursos sabatinos, pasaron a ocupar cargos como jueces, fiscales, o magistrados de la Suprema Corte de Justicia, al servicio exclusivo de Ortega, y de sus intereses políticos y económicos.

Fueron estos mismos magistrados de su partido los que el 19 de octubre sesionaron en secreto, y emitieron una sentencia de la sala constitucional, que reforma la Constitución por las vías de hecho al declarar inaplicable el artículo 147 que prohíbe la reelección consecutiva y permite la reelección por una sola vez. Un fallo insólito y carente de toda legalidad, porque sólo la Asamblea Nacional está facultada para reformar la Constitución, pero al no contar Ortega con los votos necesarios en el parlamento, se decidió por un atajo, que ni más ni menos representa un golpe a la Constitución.

Despejado el obstáculo jurídico para buscar su relección en 2011, el eterno candidato del FSLN ya está otra vez en campaña electoral. Las encuestas anticipan que sólo 32 por ciento estaría dispuesto a votar por él y por lo tanto tendría pocas posibilidades de ganar. Pero ante la ausencia de un organismo electoral creíble, lo que preocupa a la mayoría de los nicaragüenses es ¿quién contará los votos?

*Director del programa de televisión Esta Semana y del semanario Confidencial en Nicaragua. Ex director del periódico sandinista Barricada