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La idea de un referendo sobre las mezquitas toma fuerza en Reino Unido e Italia

La prohibición de construir minaretes en Suiza tiene efecto dominó en Europa

En España, el ministro del Interior, Pérez Rubalcaba, dice que él hubiera votado en contra del veto

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Tarde de rezo en la mezquita de Córdoba, en EspañaFoto Qamar Fasal
Corresponsal
Periódico La Jornada
Domingo 27 de diciembre de 2009, p. 15

Madrid, 26 de diciembre. No somos racistas, lo que no queremos es una mezquita cerca de nuestras casas. Así se expresa una vecina del barrio de Los Jerónimos, en Sevilla, ante la posibilidad de que se construya un centro de culto islámico en su barrio.

Esta actitud ante las mezquitas trae consigo un resultado: miles de musulmanes –de un millón 300 mil que residen en el país– tienen que hacer sus abluciones y rezos en locales semiclandestinos, como sótanos y cocheras.

Europa vive sumida en un dilema de difícil solución; mientras aumenta su población musulmana, hay autoridades públicas y eclesiásticas tradicionales que obstaculizan la práctica cotidiana de sus tradiciones espirituales.

La prohibición a la construcción de minaretes en Suiza, después de un referendo, provocó un efecto dominó en el resto de países europeos, sobre todo de los grupos más conservadores, nacionalistas e islamófobos.

En el Reino Unido, por ejemplo, el radical Partido Nacional Británico presiona al gobierno para que siga el ejemplo de Suiza y prohíba también cualquier atisbo de arquitectura con elementos musulmanes.

Las personas que vivían en las islas antes de la llegada de los romanos eran indígenas blancos y eso lo tenemos que defender, señalaró uno de los dirigentes partidistas.

El caso suizo tuvo eco también en Italia, por medio de los líderes de la neofascista Liga del Norte –aliada del primer ministro Silvio Berlusconi–, que pretende no sólo reformar la Constitución para reponer la cruz en la bandera italiana, sino también convocar en los próximos meses a la ciudadanía para un referendo sobre las mezquitas.

En Francia, el Frente Nacional fundado por Jean Marie Le Pen mantiene su acoso a la religión musulmana con la obsesión de que no llegue a convertirse en la primera religión de Europa.

España es un país que, según su propia historia, tiene las dos caras frente a las religiones diferentes al catolicismo; por un lado se habla con orgullo de la época en la que convivieron de forma pacífica las tres principales religiones –católica, judía y musulmana–, en ciudades como Toledo y Granada, pero también forma parte de su historia la expulsión de moriscos, las Cruzadas y la Inquisición.

Con este bagaje histórico, la realidad cotidiana de los musulmanes en España en pleno siglo XXI es adversa: aquí hay únicamente siete grandes mezquitas, dos en Madrid, tres en Málaga, una en Granada y otra en Valencia; además hay 300 locales registrados para el rezo y otros 350 semiclandestinos.

Mohamed Kharchich, secretario general de la Federación de Entidades Islámicas de España, confirmó a La Jornada que en España tenemos un problema para poder ejercer plenamente nuestro derecho a la práctica religiosa, pues es verdad que muchos musulmanes tenemos que rezar en sitios pequeños, sin las condiciones necesarias y con imanes que muchas veces no están acreditados para ejercer esta función.

Un ejemplo de esta realidad es una de las mezquitas clandestinas que hay en el madrileño barrio de Lavapiés, donde se hacinan una tarde de rezo alrededor de 120 personas en un minúsculo local. Incluso muchos tienen que escuchar y rezar desde el pasillo de entrada o desde las escaleras.

Cocheras o sótanos

El vocero de la Junta Islámica, Yusuf Fernández, explicó que lo normal al alquilar un local como mezquita es que se acuda al Ayuntamiento a pedir los permisos. El problema viene cuando se trata de zonas muy urbanizadas y densamente pobladas en las que los locales disponibles son sótanos o espacios que no reúnen las condiciones para funcionar como mezquita. Así que cada vez nos resulta más difícil abrir una. Nosotros creemos que en cada ciudad debería haber una mezquita debidamente acondicionada por una cuestión de respeto a la libertad religiosa de una población musulmana que va en aumento.

Pero esta visión choca frontalmente con la postura de algunos partidos políticos o con los propios prelados de la Iglesia católica, que gozan de una enorme influencia en la derecha española.

Por ejemplo, el obispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, afirmó claramente que favorecer la expansión del islamismo en España es una manera de desgastar la tradición cristiana, además de advertir que la Iglesia no pretende estar continuamente haciendo guerras santas y organizando cruzadas.

Al menos el gobierno central, en voz del ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, es más moderado, pues éste afirmó sin tapujos que si él hubiera votado en el referendo suizo hubiera votado en contra de la prohibición de los minaretes.

Mientras que Estrella Rodríguez, directora general para la Integración de Inmigrantes, abundó en el problema de la falta de templos musulmanes, al explicar que no podemos tener a personas que profesan la fe musulmana en cocheras o mezquitas improvisadas, así que es necesario garantizar también los derechos de los musulmanes, judíos y evangelistas, principalmente.