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Abundaron las cancelaciones de presentaciones de figuras por falta de recursos

La música de concierto y la ópera tuvieron un año de aridez por la influenza y la crisis

La remodelación del Palacio de Bellas Artes obligó a cinco grupos artísticos a buscar sede

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Escena de la puesta Muerte en Venecia, con la dirección escénica de Víctor BallinaFoto Guillermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Jueves 31 de diciembre de 2009, p. 3

El 2009 será recordado como el año de la gran depresión, no sólo por la crisis económica global y por la pandemia de influenza A/H1N1, sino por la forma en que este par de aspectos incidió en la vida social.

Muestra de ello, para el caso de México, puede encontrarse en los terrenos de la música de concierto y la ópera, cuyas actividades en el transcurso de estos 12 meses, salvo contadas excepciones, permiten calificar a éste como el año de la aridez o de la pobreza inocultable.

Conciertos y presencias internacionales cancelados, primero, por la falta de recursos económicos y, segundo, por la mencionada enfermedad cuyo brote inicial se dio en nuestro territorio.

Cierto, actuaron en el país artistas y agrupaciones de renombre mundial, pero la presencia del grueso de ellos se debió a su inclusión en diversos festivales, principalmente el de México en el Centro Histórico y el Internacional Cervantino.

La lista incluye, entre otros, al violinista inglés Irvine Arditti, la Orquesta Sinfónica de Montreal, el ensamble vocal danés-británico Theatre of the voices, con la dirección de Paul Hillier, el saxofonista cubano-estadunidense Paquito de Rivera y el violonchelista ruso Misha Maisky.

Al margen de esos festivales, entre las presencias de renombre que pisaron escenarios o plazas nacionales se encuentran el compositor y pianista estadunidense Philip Glass y el tenor español Plácido Domingo.

Poco fue lo que hicieron las instituciones culturales ante la falta de recursos y lo estrecho de su presupuesto. Por ejemplo, sólo hay que recordar las causas de la renuncia de la pianista María Teresa Frenk a la titularidad de la Coordinación Nacional de Música y Ópera del Instituto Nacional de Bellas Artes.

Sucedió en julio pasado, a seis meses de su nombramiento, debido a que, no obstante el de por sí reducido del presupuesto con el que contaba, sus superiores le impusieron una política de austeridad que, entre otros aspectos, implicaba no recontratar a los artistas que trabajaban en el régimen de honorarios.

En tanto, otro de los centros neurálgicos para la música de concierto en nuestro territorio, la Universidad Nacional Autónoma de México, mantuvo una actividad próxima a la de años recientes, tanto en su programación nacional como la internacional.

Lo anterior, pese a que en enero el titular de la dirección de Música, el pianista Gustavo Rivero Weber, había admitido que el gran desafío para 2009 sería sortear la terrible crisis económica.

A esa carencia institucional de dineros hay que sumar el máximo escenario cultural de México, el Palacio de Bellas Artes, permaneció cerrado todo el año, como lo estará de hecho hasta septiembre de 2010, por las obras de remodelación a las que se encuentra sometido desde mediados de 2008.

Así, los cinco grupos artísticos del INBA que tienen dicho recinto como sede continuaron con su peregrinaje por otros espacios. La Sinfónica Nacional, por ejemplo, trasladó sus conciertos al Centro Nacional de las Artes, sin pena ni gloria en términos artísticos, según la opinión de la crítica especializada, mientras la Compañía Nacional de Ópera (CNO) alternó entre el Teatro de la Ciudad de México Esperanza Iris, el Teatro Julio Castillo y el Centro Cultural Universitario.

La impresión que deja esta última agrupación entre cierto sector del público y la crítica no dista mucho de la de 2008, al considerarse que, a pesar de lo hecho, aún resulta una oferta muy pobre y distante de las alturas que ha tenido y debería tener una de las casas de ópera más importantes de América Latina.

Para el buen sabor de boca quedarán tres de los títulos que puso en escena este 2009: el estreno de Muerte en Venecia, de Benjamín Britten, con dirección escénica de Víctor Ballina; la reposición de La condenación de Fausto, cuyo elenco fue encabezado por el tenor Ramón Vargas, y el montaje de Pagliacci, en la función con la que cerró su temporada 2009, en la que compartió cartel con Cavalleria Rusticana.

Al margen de lo artístico, 2009 será recordado por un escándalo suscitado en agosto en torno de la Orquesta Sinfónica Infantil y Juvenil de México y el Sistema Nacional de Fomento Musical, dirigido por Enrique Barrios, a raíz de que varios integrantes de esa agrupación sufrieron lesiones en los ojos y quemaduras en la piel a raíz de un concierto ofrecido al aire libre en la sede de la Secretaría de Educación Pública.

No obstante de que se confirmó que cuando menos uno de esos pequeños atrilistas había padecido quemaduras severas en ambos ojos y de que la comunidad musical y cierto sector de la sociedad exigieron la destitución de Barrios, el asunto quedó en el olvido a los pocos días.

Entre los aspectos amables de este año, en febrero se dio a conocer la construcción de una nueva sala de conciertos en Jalapa, Veracruz, para la Orquesta Sinfónica de Jalapa, cuya apertura fue anunciada para mediados del año entrante; desde ahora se afirma que competirá con las mejores salas del mundo.

Otra buena nueva es la confirmación que se hizo en abril de la creación de la Orquesta Sinfónica Infantil Binacional México-Venezuela. El Sistema Nacional de Fomento Musical aseguró que la agrupación sería presentada en el transcurso de los meses siguientes, lo que no ha ocurrido. Ojalá no haya sido sólo una declaración rimbombante o meras buenas intenciones.