Opinión
Ver día anteriorDomingo 14 de febrero de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Aventurero
L

ogró escapar de tres prisiones en España, a donde fue enviado como castigo; se refugió en París, donde abrió una academia para enseñar español, ahí tradujo la Atala, de Chateubriand. Regresó a España en donde escribió una sátira en defensa de la independencia de México, por lo que fue nuevamente encarcelado, fugándose por tercera vez. Se trasladó a Londres y volvió a escribir sobre la independencia, en ese lugar conoció al navarro Francisco Xavier Mina, con quien se unió para venir a México a luchar por la causa independentista. Aquí fue nuevamente encarcelado y se escapó a La Habana. En 1822 volvió al país y fue encarcelado en San Juan de Ulúa, de donde lo sacaron los insurgentes para que formara parte del primer Congreso Constituyente.

Este personaje de novela de aventuras fue fray Servando Teresa de Mier. Terminó sus días en Palacio Nacional, a donde lo invitó a vivir el primer presidente del México independiente, Guadalupe Victoria. Tres días antes de su muerte invitó a sus amistades y a figuras prominentes a Palacio, para que lo acompañaran a recibir el Santo Viático, porque anunció que ya iba a morir. Muchos asistieron escépticos, conociendo el temperamento fogoso de fray Servando. Éste los recibió en la puerta, dio un efusivo discurso de despedida y ¡se murió! Ahí no acabó la cosa; por su antecedente dominico fue sepultado en el convento de Santo Domingo y años más tarde, al ser destruido el convento por las Leyes de Reforma, fueron encontradas varias momias que adquirió el dueño de un circo, quien las exhibió por distintas ciudades, hasta que se descubrió que una de ellas era fray Servando, aventura que seguro habrá disfrutado enormemente.

Este hombre verdaderamente notable, que fue el primero en escribir acerca de la independencia y que ahora en las efemérides por el centenario no debe ser olvidado, estudió en el Colegio de Santo Domingo de Portacoeli, fundado en 1603, a un costado de la antigua Plaza del Volador. Los dominicos, orden de predicadores, tuvieron siempre como una de sus principales preocupaciones la formación de los religiosos, creando instituciones a los cuales asistieran para seguir –entre otros– los cursos de filosofía, gramática y teología.

Aprovechemos la ocasión para recordar algo de la historia de esta institución y lo que de ella quedó. La primera construcción se hizo remodelando unas casas que les donó doña Isabel de Luján, nieta del último gobernador de la Nueva España, antes de que llegara el primer virrey. Al poco tiempo tuvieron la necesidad de ampliarse por la gran demanda de jóvenes que deseaban ingresar, para lo cual adquirieron unos terrenos adjuntos. Ahí edificaron también un templo, que se dedicó en 1711; la fachada barroca la modificó el arquitecto Luis Anzorena en 1891, para ponerla a la moda del estilo neoclásico.

La escuela-convento fue destruida al quitarle los bienes a la iglesia en 1861, pero el templo, situado en la calle de Venustiano Carranza 107, permaneció con su arco de ingreso de medio punto, flanqueado por pares de pilastras que sostienen un entablamento. Sobre éste, un frontón triangular roto en el centro, permite alojar la ventana del coro. El interior ha sido muy modificado; se sustituyeron los altares originales y la antigua cátedra en donde los religiosos sustentaban actos y conclusiones públicas. Los muros se decoraron con pequeños mosaicos dorados, que representan escenas bíblicas a la manera bizantina, realizados en 1971, por Manuel Pérez Paredes, lo que le imprime un aire oriental, expresión de los libaneses del rumbo, quienes financiaron los trabajos.

A unas cuadras, en la esquina de Mesones y Cinco de febrero, recientemente abrieron el restaurante Águila Real, que ocupa una hermosa casona del siglo XVII, muy bien restaurada. De su comida mexicana sobresalen las creaciones de la cheff: la sopa de nopal con chambarete, el filete de pescado al horno con salsa holandesa y chipotle, y de postre, el pastel de elote.