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Lástima que con una historia de gran plástica ciertas voces dicten lo que va, dijo el artista

Peláez refuta la idea de la pintura como medio trasnochado

En Objetos sagrados retrata elementos que tienen resonancia en mí y que son depósito de muchas creencias

Se exhibe en la nueva sede de la galería Toca, en la colonia Roma

Foto
Los objetos parecen salirse del cuadro, dado el virtuosismo de la técnica de Peláez, al que considera simplemente como el desarrollo de ciertas capacidades que he desarrollado como artista visualFoto Roberto García Ortiz
 
Periódico La Jornada
Domingo 18 de abril de 2010, p. 2

Javier Peláez (ciudad de México, 1976) es de esos artistas que no piden ni necesitan permiso para expresarse como mejor les parece. Le da igual si esto lo pone a contracorriente del mercado, de la moda, del mainstream, de los curadores, hoy todopoderosos: no espero a que tal revista o tal crítico diga que ya se vale hacer tal o cual cosa; ningún artista debe pedir permiso, el único límite es uno mismo.

Sabe que su apuesta por la pintura lo sitúa como un outsider en tiempos en que importan más los curadores que el artista: Ahora que la tendencia son los medios no convencionales, la pintura es vista por ciertos sectores como medio muy convencional, muy trasnochado, poco vigente.

Es lamentable que en un país con la historia de gran plástica que tenemos y de grandes pintores, de repente ciertas voces dictan lo que hay que hacer y lo que va.

Las observaciones de Peláez vienen a cuento a propósito de su próxima exposición individual Objetos sagrados, que se expone en la galería Toca, de la colonia Roma.

Entre los objetos que dan título a la muestra destacan: una pistola, una guitarra eléctrica, un oso de peluche, un crucifijo, un balón de futbol, un Buda. Bueno, se supone que eso son, parece evidente que lo son, pero el espectador no puede estar seguro porque aparecen bajo un envoltorio plateado que sigue sus formas.

Otra duda que puede asaltar a primera vista al espectador es: ¿se trata de pinturas o de fotografías? Así de virtuosa es la técnica de Peláez.

Envolturas para neutralizar

–¿Por qué elige esos objetos?

–Porque tienen una resonancia en mí, porque son arquetípicos y están inmersos en la colectividad como depósito de muchas creencias: la gente deposita en ellos mucho de sí misma. Envolverlos es una manera de hacer un monumento a la pieza, como decir: no sé si haya algo debajo de la envoltura. Me parece interesante ponerles esa materia que es como un espejo, que por una parte deconstruye el objeto y por otra sugiere que sólo podemos ver pedazos de lo que somos. Finalmente, lo importante no son mis razones para envolverlos, sino la pregunta que el hecho genera en el espectador.

–Pero parte de una idea, independientemente de lo que el público diga.

–Sí, como todo el arte. Los artistas más interesantes para mí son los que buscan apropiarse de todo cuanto pueden. Mi intención con la pintura es un poco esa. El objeto no se ve en el cuadro, está fuera de la obra, pero existe el registro del envoltorio, es una reinterpretación, algo totalmente subjetivo, es la toma de una decisión de uno como autor. Pero a la vez la obra es sólo el resultado final de una cadena de eventos. Desde un punto de vista procesual, lo que importa es la acción de tomar el objeto, envolverlo y de ese modo tratar de neutralizarlo o cambiarlo un poco. El objeto estuvo físicamente frente a mí y también le tomé fotografías que utilicé para construir una imagen. Lo importante es el poder de la imagen.

–¿Se pueden neutralizar los significados de una pistola, de un crucifijo?

–Eso es lo interesante. Tal vez no, pero les quitas sus atributos más evidentes, hablas de lo que no está; me gusta eso de una ausencia presente. Hago uso de lo que postula Magritte en el título de una de sus obras: Esto no es una pipa. Esto no es una pistola, pero es el envoltorio de una pistola, ¿de verdad o de juguete? ¿Hay debajo un Cristo o no? Puede ser contradictorio hablar de neutralizar, porque a la vez se exaltan.

Javier Peláez se resiste a abundar sobre el origen intelectual, emocional o conceptual de cada pieza: Me parece más importante dejar la pregunta abierta, no limitar la percepción del público con mi discurso. De repente los artistas se equivocan en eso, en delimitar tanto el perímetro conceptual de la pieza que no dejan espacio para jugar.

En el aspecto formal, Peláez se esmeró en lograr que los cuadros de la muestra “hablen de la luz, del color, del volumen, de una tercera dimensión, de una especie de fisicalidad que tiene como objeto la propia pintura”.

Esa parte la logró: los objetos parecen salirse del cuadro.

–¿Hay en esa fisicalidad de las obras el propósito de hacer un alarde de virtuosismo?

–No, yo no estoy queriendo enseñarles el pito, no estoy diciendo: pinto muy bien. Simplemente es la manera en la cual he desarrollado ciertas capacidades como artista visual. La técnica tiene que ser tan buena que no se convierta en obstáculo para comprender la obra. Finalmente, la técnica es una manera de llegar a la imagen que tengo en la cabeza o de buscar una que todavía no tengo.

Soy pintor y tengo una comprensión del oficio; decía Diego Rivera que antes que artista hay que ser artesano. Si bien nos hemos olvidado de ciertos monstruos que tenemos en la historia de nuestra plástica, esos son los que a me acompañan como pintor.

Objetos sagrados se expone en la nueva sede de la galería Toca, ubicada en Colima 174, esquina con Orizaba, colonia Roma.