Opinión
Ver día anteriorDomingo 14 de noviembre de 2010Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Desde otras ciudades

Librerías del río Sena

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Uno de los puestos de revistas en ParísFoto Tomada de Internet
L

os bouquinistes de París son puestos fijos adosados a los parapetos de resguardo, varios metros por encima del Sena, a lo largo de las banquetas paralelas al río. En el siglo XVII, vendedores ambulantes de libros que solían extenderlos en el Pont Neuf, fueron prohibidos por perjudicar a las librerías para ser posteriormente permitidos previa censura. Si la denominación es aceptada por la Academia francesa desde 1789, derivada de la expresión bouquiner (buscar libros viejos) y ésta del holandés boek (libro), no es sino hasta 1859 que empiezan las concesiones para obtener puestos fijos en París.

Los grandes cajones de metal verde, cerrados con candados, con dimensiones estándar desde sus orígenes, ya hace mas de siglo y medio abren sus tapas y bajan sus defensas para exhibir libros de segunda o varias manos y mapas o grabados entre los cuales hay cada vez menos auténticas antigüedades, ofreciendo también revistas de colección y reproducciones de artistas famosos, sobre una longitud de tres kilómetros: desde el barrio del Marais hasta el Louvre, en la orilla derecha, y en la izquierda desde la altura del famoso restaurante La Tour d’Argent hasta un poco antes del Museo de Orsay.

Son 900 las cajas verdes que se someten a un reglamento específico sobre sus dimensiones y horarios, con 215 concesionarios que no pagan renta ni impuestos sobre este paseo inscrito en la lista de patrimonio de la Unesco. El problema actual es que una buena parte de ellos ha ido rebasando el límite permitido para ofrecer otro tipo de mercancías, respondiendo a la demanda de souvenirs y otras monerías de dudoso gusto, la mayoría fabricadas en China, incluyendo, algunos, material pornográfico.

Pero la alcaldía de París amenazó en 2009 con retirar la concesión en este otoño de 2010 a quienes no se atuvieran al reglamento y aunque algunos aleguen que la mayoría de los turistas no lee francés y que para sobrevivir tienen que integrarse al aire del tiempo, no es remoto que sean remplazados en breve por algunos de los más de 100 candidatos que respondieron a la convocatoria para libreros de viejo.

Yuriria Iturriaga, corresponsal