Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 5 de diciembre de 2010 Num: 822

Portada

Presentación

Bazar de asombros
HUGO GUTIÉRREZ VEGA

Tonantzin-Guadalupe
en Alemania

JUAN MANUEL CONTRERAS
entrevista con RICHARD NEBEL

Toledo el humorista
RICARDO GUZMÁN WOLFFER

Toledo y Kafka: informe para una academia
ANTONIO VALLE

Francisco Toledo:
primeros 70 años

GERMAINE GÓMEZ HARO

El paisaje abismal de Toledo
FRANCISCO CALVO SERRALLER

Leer

Columnas:
Jornada de Poesía
JUAN DOMINGO ARGÜELLES

Paso a Retirarme
ANA GARCÍA BERGUA

Bemol Sostenido
ALONSO ARREOLA

Cinexcusas
LUIS TOVAR

La Jornada Virtual
NAIEF YEHYA

A Lápiz
ENRIQUE LÓPEZ AGUILAR

Artes Visuales
GERMAINE GÓMEZ HARO

Cabezalcubo
JORGE MOCH


Directorio
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Jorge Moch
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Veneno

Somos lo que comemos, lo que no
leemos y lo que vemos en televisión

Estela Álvarez

Vivimos tiempos venenosos, cargados de ponzoña. Las políticas públicas del grupúsculo que desgobierna el país están orientadas a la satisfacción del hambre perversa y sempiterna de dinero que caracteriza a sus contlapaches empresariales, y uno de los artilugios dosificadores de ese veneno que desorienta a la población, que la empavorece o entume según conviene al régimen, que divide –y conquista– la opinión pública, está conformado por los medios masivos de comunicación. Decir medios masivos es decir en realidad televisión. México es un país cuya opinión pública se moldea mayoritariamente de acuerdo con los criterios que diseñan la Secretaría de Gobernación, Televisa y TV Azteca por voz de sus personeros, empleados y alecuijes. Es una simple cuestión de penetración masiva en términos de propaganda, de sustitución de la realidad evidente por la oligofrenia del discurso oficial y sus errores de percepción. Hay vocería del régimen en otros medios, pero encuentra algún contrapeso entre las voces críticas que prevalecen. En la televisión abierta, las voces críticas empezaron a tambalearse desde la tramposa campaña electorera que impuso con el calzador del fraude a Felipe Calderón Hinojosa en la silla presidencial. Lo cierto es que la vasta mayoría de mexicanos, las clases populares, los jóvenes, las amas de casa, muchos –vaya paradoja, en cuanto la televisión abierta siempre defiende a la patronal, nunca al obrero– trabajadores cifran su conocimiento del entorno –y de la Historia formal o contemporánea– en las fórmulas y los dichos de los comentaristas de la televisión, que omiten mucho más de lo que presumen informar.

Los silencios ominosos decantan complicidades, concitan “sospechosismo”, refrendan la generalizada intuición de los chanchullos con que se escamotea a la gente el derecho elemental a la información, que es, al menos desde la teoría del Estado, lo que justifica que a un particular se le concesione una franja del espectro radioeléctrico, que esta columna no se cansará nunca de recordar como bien público, no parte del legado patrimonial de unas cuantas familias de ricachones cómplices de politicastros corruptos, enfermos de poder, apocados que se crecen con un puesto político y se desbordan cuando se rodean de guaruras con o sin uniforme.

En los noticieros del duopolio de la televisión abierta mexicana se habla poco aunque mucho en apariencia, posiblemente por vesánica sugerencia gubernamental, del clima de guerra civil, del fracaso del Estado, del abandono en que han sido dejados cientos de miles de ciudadanos de no pocas regiones del país, principalmente en los estados fronterizos con Estados Unidos, pero también en regiones que tradicionalmente se mantuvieron al margen de la parafernalia cruel del narcotráfico y sus trapicheos, como Puebla o Quintana Roo. El Distrito Federal, el estado de México, los de Veracruz, Michoacán, Jalisco, Colima, Coahuila, Durango, Sonora y, de manera brutal, Sinaloa, Nuevo León o Tamaulipas, son escenario de guerra. De guerra abierta y sin cuartel, donde a menudo un bando contra otro atrapa gente inocente en medio, pero también a menudo el bando del gobierno exhibe una lamentable proclividad a confundir inocentes con criminales peligrosos, aunque se trate de familias, de estudiantes, de niños. Demasiado a menudo rebasar un convoy que va estorbando la carretera se transforma por obra de los demiurgos de la propaganda en un retén atacado por delincuentes, que luego resultan ser otra cosa bastante menos letal, pero ya muerta. Nada se dijo de las balaceras interminables en días pasados en Valle Hermoso y en Tampico (se pueden ver en www.blogdelnarco.com). Poco o nada se ha dicho de don Alejo Garza Tamez, quien con su vida nos puso un ejemplo tremendo a todos. Sicarios de un cartel quisieron echarlo de su rancho y el anciano ranchero, de casi ochenta años y amante de la cinegética, los recibió a balazos. Mató a cuatro. Hirió a dos que fueron arrestados. Lo mataron a granadazos. Nada dice la televisión del debate nacional sobre el derecho que deberíamos tener los ciudadanos a armarnos ante la ineptitud del Estado, ante la evidente colusión de policías corruptos en secuestros, asesinatos, extorsiones.

Y no se puede seguir optando por el silencio, la negación, el disimulo en el discurso que flota en el estrato falso de la neurosis. A menos que se asuman directamente los dueños de las televisoras como cómplices de los dos bandos. O alguien obsequie un antídoto, cualquiera, que pare la barbarie.