Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 6 de marzo de 2011 Num: 835

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora bifronte
Jair Cortés

Tres poemas
Lefteris Poulios

Educación y lectura en México: una década perdida
Juan Domingo Argüelles

El humor no es cosa de risa
Enrique Héctor González

El humor: vivir la gracia
Ricardo Guzmán Wolffer

El observatorio de Tonantzintla
Norma Ávila Jiménez

Leer

Columnas:
La Casa Sosegada
Javier Sicilia

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
[email protected]

 

Hugo Gutiérrez Vega

El México insensato de David Olguín


David Olguín

Tengo muy presente en la memoria la puesta en escena de Los insensatos, de David Olguín, en el milagroso teatro El Milagro. Y esto sucede por diversas razones, las unas personales, la mayoría estrictamente teatrales. Comenzaré estas reflexiones con una afinidad que me honró y emocionó: las líneas temáticas que unen a Los insensatos con un poema que escribí hace muchos años, “México Charenton”, y que se basa, en buena medida, en las enseñanzas de mi maestro de psicoanálisis freudiano (¿hay otro?), el ilustre doctor Carlos Pacheco Reyes, sabio admirablemente articulado en su discurso, marxista y freudiano a la vez, colaborador del gobierno de Arbenz, escritor plagiado por un editor más pillo que un regidor panista o priísta, y maestro de un buen número de admiradores del Freud escritor (su libro de cabecera fue El malestar en la cultura) y científico siempre dispuesto a escuchar las rectificaciones sobre sus teorías.

Mi viejo poema (perteneciente al ahora denostado género de la llamada poesía narrativa) se desarrolla en las vetustas instalaciones de La Castañeda (es muy significativo que la inauguración de ese “moderno nosocomio” haya sido uno de los actos más publicitados de las celebraciones centenarias del viejo dictador). El personaje se basa en la vida y en los delirios de Tiburcia, una paciente del doctor Pacheco. Sus alucinaciones tenían mucho que ver con el país y las figuras de sus terribles miedos correspondían a las provenientes de eso que los ideólogos llaman “identidad nacional”. Entre otras rescato a “Papacito Cienfuegos”, la todopoderosa y persecutoria figura paternal, a la “Suprema del Burdel de los Católicos (la enfermera principal) y a las “manfloras de horrendísima sangre” (las loqueras más violentas que las “agitadas”). La pobre Tiburcia tenía que beber todos los días “horribles buches de redentores crucificados” y, por las tardes, la perseguía entre las jacarandas “Papacito Cienfuegos con su manguera tricolor”. El poema termina con la nostalgia de una infancia plácida y feliz contemplada por una amanecida en la que el sol triunfa sobre las nubes agoreras.

Los insensatos, de David Olguín es, a mi entender, uno de los momentos más serios y críticos de las muchas (y, en su mayoría, televisivamente irrelevantes) celebraciones del par de centenarios. La obra se desarrolla en un trelocomío (manicomio en griego moderno) absolutamente nacional, y sus personajes corresponden a una realidad cada día más angustiosa de nuestros tiempos mexicanos. La degeneración de la convivencia social, el espanto como forma de vida, el soslayar la presencia terriblemente frecuente de seres humanos decapitados, la violencia como realidad cotidiana que se asume y rápidamente se olvida, la creciente miseria, la incompetencia y la corrupción de la clase política, el ominoso discurso de los grupos de la derecha (me refiero a la que dizque ejerce el poder y a sus adláteres empresariales, eclesiásticos y manipuladores de la información), son algunos de los aspectos más relevantes de ese enorme manicomio que es un país urgido de cambios profundos y de una verdadera regeneración.

El espíritu de la obra de Edgar Allan Poé, “El sistema del doctor Alquitrán y del profesor Pluma”, acompaña, en el fondo y en la atmósfera lograda magistralmente por ese dramaturgo ejemplar que es David Olguín, a Los insensatos, un drama que impacta y sobrecoge a los que seguimos vivos y espantados en nuestra Castañeda de casi 2 millones de kilómetros cuadrados y de más de 30 mil muertos en cuatro años de desaciertos, tonterías y desgobiernos.

La iluminación y la escenografía del genial Gabriel Pascal agrega fuerza a esta poderosa alegoría teatral. Las actrices y los actores habitan convincentemente a sus personajes y el público poco a poco va entrando en los terrenos de un delirio pavorosamente parecido a la realidad. Veo a Ramón Barragán, uno de los grandes actores de nuestro teatro, llenando el escenario con su presencia sutil y vigorosa. Así es la obra de Olguín: un ejemplo de sutileza combinada con un brutal realismo.

[email protected]