Directora General: CARMEN LIRA SAADE
Director Fundador: CARLOS PAYAN VELVER  
Domingo 10 de julio de 2011 Num: 853

Portada

Presentación

Bazar de asombros
Hugo Gutiérrez Vega

Bitácora Bifronte
Jair Cortés

Monólogos compartidos
Francisco Torres Córdova

Francisco González León, modernista a solas
Leonel Alvarado

La inercia del lenguaje
Ricardo Venegas entrevista
con Evodio Escalante

Migración en Europa: ningún ser humano es ilegal
Matteo Dean

La dictadura de la transparencia
Fabrizio Andreella

El poder de la música
Julio Mendívil

Leer

Columnas:
Galería
Rodolfo Alonso

Las Rayas de la Cebra
Verónica Murguía

Bemol Sostenido
Alonso Arreola

Cinexcusas
Luis Tovar

Corporal
Manuel Stephens

Mentiras Transparentes
Felipe Garrido

Al Vuelo
Rogelio Guedea

La Otra Escena
Miguel Ángel Quemain

Cabezalcubo
Jorge Moch


Directorio
Núm. anteriores
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LA AVENTURADA, VENTUROSA VIDA DE UN POETA

RICARDO YÁÑEZ


Una mosca en la sopa,
Charles Simic,
Vaso roto,
España y México, 2010.

Ignoro quién decía que después de los cuarenta años todos comprendemos Las mil y una noches: así es, así ha sido siempre la vida: digamos, parafraseando cierta pegajosa canción, que así es la vida de misteriosa o terrorífica o maravillosa o encantadora; de aventurada pues. Quizá pasada cierta edad comprendamos que en efecto la vida es y ha sido y será siempre la eterna sorpresa de cada día, un universo en el que todo es exploración, experiencia nueva. Pudiera ser que para los niños todo sea esa precisa novedad, y de ahí por ejemplo el éxito, atreveré, de las diversas versiones para público infantil de la obra mencionada, pero la comprensión, la caída del veinte, recurramos a un casi anacronismo, ocurre más bien, según el aserto mencionado, en lo que denominamos la madurez.

Charles Simic (Belgrado, 1948) tiene rato de haber rebasado esa etapa de la vida. Pudiera entonces, en primera instancia, desconcertar que comience sus memorias con un comentario como el siguiente: “A estas alturas de siglo [primeros años del XXI] la historia de mi vida no parece tener nada de particular”, lo cual explica por los persistentes movimientos migratorios en el mundo –migrante o “persona desplazada” él mismo–, para en seguida, como si platicara con un grupo de lectores o tuviese una charla privada con cada uno de quienes a su libro nos asomamos, dejarnos asombrados con lo que cuenta, y siempre desde el tono de una voz natural, que no parece que busca impresionar, sino nada más comunicar una serie de aventuras vividas por él, sus parientes, sus amigos; aventuras que en conjunto forman una sola aventura, la de su propio vivir; aventura amena, riesgosa con alguna frecuencia, que mantiene constantemente despierta la atención y un general sentimiento compasivo no exento, en absoluto, de sentido del humor, y hasta el goce de una euforia experimentada de pronto, como la de algunos de los personajes –en especial su padre– con una frescura algo desbordada. De ahí, de todo esto, que el anónimo autor de la cuarta de forros mire en ciertas figuras de la narración un espíritu no lejano al de (y no en balde, pues serbios son ambos) el cineasta Kusturica, tres lustros menor que el poeta.

Dentro de ese espíritu se encontraría el pasaje del abuelo al que, enfermo de diabetes, le habían cortado una pierna y probablemente debieran amputarle la otra. Recostado en su cama, solía recibir a un amigo que naturalmente impresionado por la situación lo visitaba. Un día la abuela, que tuvo que acudir a un funeral, dejó sólo al enfermo, quien se las arregló para colocar encendidas dos velas en los extremos de su cama y se cubrió por completo con la sábana. El amigo, que no oía señales de vida al llamar a la casa, entró hasta la recámara y acongojado se abatió:

–Cállate –ordenó el abuelo–, ¿no ves que estoy ensayando?

Concluyamos señalando que en la solapa se citan varias traducciones al castellano de títulos de Simic y que en ese enlistado se deja sentir la ausencia de Rafael Vargas, quien por los años noventa entregó a la UNAM y a Breve Fondo Editorial El sueño del alquimista y Una boda en el infierno respectivamente.


UNA BARBIE TERCERMUNDISTA Y MANCA

GERARDO BUSTAMANTE BERMÚDEZ


Por el lado salvaje,
Nadia Villafuerte,
Ediciones B,
México, 2011.

Después de publicar dos libros de cuentos de gran factura literaria: Barcos en Houston (2005) y ¿Te gusta el látex, cielo? (2008), la escritora chiapaneca Nadia Villafuerte se posiciona como una de las narradoras jóvenes más destacadas de la generación de escritores del fonca y la Fundación para las Letras Mexicanas con la aparición de su primera novela titulada Por el lado salvaje.

En esta novela se construye una gama de personajes cuyas vidas azarosas se encuentran para compartir su visión del mundo; la insatisfacción, la huída, así como la miseria y el vacío se convierten en el leit motive de esta narración que a lo largo de 402 páginas invita a una lectura en donde historia y técnica artística están en equilibrio. En la novela están presentes los temas de la construcción performativa del género, la clase social, así como las relaciones de dominio y subordinación que se invierten a lo largo de la diégesis.

Dentro de esta obra desfilan tres personajes entrañables: Glenda, un biólogo travesti hondureño que en breve estancia en la frontera sur de México conoce a Lía, una joven que necesita huir de Paredón, espacio del infierno, la inconformidad y la miseria; Bardem, un fotógrafo de origen italiano pero exiliado, quien no ha podido borrar su pasado y la historia negra de un archivo fotográfico de la revolución sandinista que toma importancia en el presente. Por otra parte, el destacable personaje de Lía, la joven mexicana que experimenta el fastidio de vivir en un lugar en donde no pasa nada, al menos no lo que ella quiere que pase, y que al inicio de la novela declara: “El sexo es cuanto me une a la vida. Lo supe desde la infancia. Y no tuve infancia. Esa tierra de la que hablan todos, no existió para mí.” Lía va construyendo un mundo de experiencias azarosas; es una Barbie tercermundista; su belleza contrasta con su condición de manca, aspecto sobresaliente en el retrato que se hace sobre este personaje. Al igual que el travesti Glenda, Lía es una mujer degradada por un espacio asfixiante: no importa si se trata de Paredón, La Ceiba, Monterrey, Laredo o Tijuana; todos estos lugares resultan caóticos y en la medida en que se huye, los personajes llevan consigo la memoria de un pasado frustrado, anodino o doloroso.

La novela de Nadia Villafuerte puede leerse como un bildungsroman en el sentido del aprendizaje que tiene el personaje de Lía en el mundo de la clandestinidad donde se ha formado como una joven cínica y preparada para la sobrevivencia en espacios nauseabundos, con personajes que, como ella, están marcados por una carencia y un cúmulo de deseos irrealizables. Como novela de formación, Por el lado salvaje visualiza el proceso de degeneración de una joven que sale de Paredón, viaja a Honduras, se inicia en la sexualidad, la mentira y descubre que los dobleces son el recurso de la sobrevivencia. Finalmente los personajes quedan ante la nada; sus vidas no serán mejores ni peores porque la orfandad siempre ha acompañado a este tipo de destinos retratados por Villafuerte. Los personajes de la autora perturban por provocadores; su transgresión es asumida dentro de una poética de la experiencia nauseabunda de la vida.

Por el lado salvaje muestra la condición humana de vidas descarnadas en donde nadie es víctima ni victimario; la sobrevivencia lleva a los  personajes a enrolarse en un mundo de sexo, violencia, memoria y desencantos. En el caso de Lía, su clandestinidad y la usurpación de una identidad hondureña en territorio mexicano son una forma de borrar un pasado y borrarse de la geografía hostil. Todo lo demás continúa igual, pues como ella misma declara al final: “No hay esperanza, sino una corriente pequeña y oscura que me atraviesa y desemboca en una euforia aún mayor”.


¡DIOS MÍO, QUÉ SOLOS SE QUEDAN LOS MUERTOS!

RAÚL OLVERA MIJARES


La soledad de los moribundos,
Norbert Elias,
FCE,
México, 2009.

Curioso opúsculo, La soledad de los moribundos, que el sociólogo alemán Norbert Elias acometiera a los ochenta y cinco años de edad. En las sociedades industriales de las grandes ciudades se aísla al moribundo, al anciano, al enfermo terminal. Los niños de ahora, a diferencia de los de épocas pretéritas en sociedades agrarias más simples, no están habituados a la vista de gente que va a morir. Los olores, el dolor y la contemplación de cadáveres son cosas que se evitan y se dejan en manos de técnicos en las agencias funerarias. Los desahuciados y los viejos decrépitos se recluyen en unidades especiales en los sanatorios, donde prevalecen las medidas de higiene más estrictas y los aparatos más avanzados. La agonía se prolonga en condiciones controladas, en las cuales resulta molesta la presencia de los deudos y familiares. Se muere de manera cómoda aunque en soledad.

Como sociólogo, Elias intenta adoptar la otra perspectiva, precisamente la de quien va a morir, aislado, para su mayor confort. Habrá individualistas satisfechos con tales medidas, pero también gente que añora el contacto con sus seres queridos. ¿Qué sucede con las guerras y con los genocidios perpetrados contra grandes sectores de la humanidad? Como judío que perdió a su madre en Auschwitz, Elias se plantea estas cuestiones. ¿Cómo es posible obedecer ciegamente órdenes y mostrar una indiferencia casi total hacia el sufrimiento y el dolor? Über die Einsamkeit der Sterbenden fue publicada en 1982 por la editorial Suhrkamp de Francfort. Como el resto de los escritos más conocidos de este autor (El proceso de la civilización, La soledad cortesana, Sobre el tiempo), aparecidos ya a edad madura, cumplen la función de reivindicar a una de las figuras más originales del pensamiento humanístico de finales del siglo XX, que desfilara por varias disciplinas (filosofía, psicología, medicina) y por varias lenguas (principalmente el inglés, el holandés y el alemán).

Elias, en ciertos momentos, se erige casi como un outsider en el medio académico. Sus obras no acusan el academicismo canónico, cuajado de citas, referencias y discusiones interminables con los colegas en las notas de pie de página pues, incluso en los pasajes más técnicos y abstrusos, no deja de apelar a un lector en general, al buen sentido de espíritu humano e ilustrado. Como hace un cuarto de siglo, las reflexiones que Elias hace sobre la reificación del moribundo siguen siendo materia de análisis escrupuloso por parte de médicos, psicólogos, filósofos y, por puesto, investigadores sociales. Los moribundos están demasiado solos, casi se quedan tan solos como los muertos en aquel poema de Gustavo Adolfo Bécquer, y a los jóvenes, bajo ninguna consideración pedagógica, se los quiere acercar a la idea de la muerte.



Los extranjeros. Por una ética de la solidaridad,
Terry Eagleton,
Paidós,
España, 2010.

Profesor de literatura inglesa en la Universidad de Manchester, lúcido crítico literario y cultural que goza de amplio reconocimiento en todo el mundo, Eagleton plantea en este grueso volumen “un panorama de la ética desde Aristóteles hasta Slavoj Zizek”, y en él sopesa “los méritos y las deficiencias de cada teoría”. En la mejor línea del pensamiento contemporáneo que, para un mejor estudio de las ideas, busca desasirse de los viejos dogmas ideológicos, Eagleton considera como dos flancos de un mismo fenómeno humano a la ética y a la política, y expone la importancia de que tanto las esferas intelectuales –filosóficas, sociológicas, antropológicas, artísticas– como las de poder –económico, político, fáctico–, lo mismo que la sociedad civil en general, obren en consecuencia de lo anterior, en un ejercicio de involucramiento activo en la toma de decisiones que a todos nos afectan.



El ocaso interminable. Política y sociedad en el México de los cambios rotos,
Arturo Anguiano,
Era,
México, 2010.

Imposible manifestar desacuerdo alguno con el punto de partida que da origen a este libro: la necesidad de analizar las causas y las consecuencias de que “el orden social afianzado en México a través de varios decenios” se haya precipitado, a finales de la década de los años sesenta del siglo pasado, “en la crisis, la erosión y la degradación”, de todo lo cual la presente y absurda guerra contra el narcotráfico es el más alarmante de los ejemplos posibles. Politólogo, catadrático y ensayista, fundador de innúmeras revistas de análisis sociopolítico entre las que se cuentan Rebeldía, La Batalla y Nueva Praxis, Anguiano tiene como propósito “alentar desde la sociedad la búsqueda de alternativas y desenlaces posibles a la crisis estatal [y] al ocaso de un arraigado régimen autoritario que se rehúsa a desaparecer”.