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En el arte no hay que hacer política, máxima del pintor que lo separó de los muralistas

Intenta el Munal una revaloración integral de Rodríguez Lozano

Artista escurridizo, fascinante y templado dolorosamente, define el curador

Confía en que El holocausto se incluirá en el circuito de la exposición Pensamiento y pintura

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Los amantes, de 1943, óleo sobre tela y parte de una colección particularFoto cortesía del Instituto Nacional de Bellas Artes
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Santa Ana muerta con una figura, de 1933, óleo sobre tela. Colección particularFoto cortesía del Instituto Nacional de Bellas Artes
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El holocausto, pintado en 1944, óleo sobre tela, propiedad del Museo de Arte Moderno del INBAFoto cortesía del INBA
 
Periódico La Jornada
Martes 19 de julio de 2011, p. 4

Se espera que El holocausto (1945), mural que Manuel Rodríguez Lozano (1896-1971) pintó invitado por Francisco Sergio Iturbe en la casona de Isabel la Católica 30, Centro Histórico, y que será restaurado, forme parte del circuito de la exposición Manuel Rodríguez Lozano. Pensamiento y pintura. 1922-1958, que se inaugura el miércoles 20, a las 19 horas, en el Museo Nacional de Arte, en Tacuba 8. El catálogo de la muestra se presentará en la casona el 31 de agosto.

Habrá visitas guiadas para conocer otra de las obras cumbres de Rodríguez Lozano, expresa Arturo López Rodríguez, responsable del concepto curatorial de la exhibición que consta de alrededor de 130 piezas, e incluye a algunos de sus discípulos más cercanos. Hasta donde se sabe, el pintor realizó dos murales. El primero fue La piedad en el desierto (1942), ejecutado durante su encarcelamiento en la prisión de Lecumberri a raíz del robo de varios grabados de Durero de la Escuela Nacional de Bellas Artes, de la que era director, y que actualmente se exhiben en el Palacio de Bellas Artes.

Pensamiento y pintura, que toma su nombre del libro escrito por el artista, dado a conocer en 1960, tiene como propósito contribuir a la historia biográfica de este artista escurridizo, fascinante, fascinador, templado dolorosamente, ya que su historia encierra un aura de misterio, incógnitas que no han sido resueltas. Por ejemplo, entre 1913, cuando se casa con Carmen Mondragón y se van a vivir a París, y 1921, cuando regresa a México, hay un vacío en su biografía. Tampoco hay obras que documenten sus inicios artísticos, anota el entrevistado.

La obra de sus discípulos

Por otro lado, queremos hacer una revisión para situar la pintura de Rodríguez Lozano en el contexto de la plástica mexicana de la primera mitad del siglo XX. Ya que él es uno de los artistas principales del acervo del Munal, que posee siete de sus obras. Ahora que se cumplieron 40 años de su fallecimiento (el 27 de marzo) se pretende hacer una revaloración integral de su biografía y pintura, apunta López Rodríguez.

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La diosa del amor, de 1936, óleo sobre tela, de la Colección López Negrete BaptistaFoto cortesía del INBA

De allí la inclusión de obra de sus discípulos: Abraham Ángel, Julio Castellanos, Ignacio Nieves Beltrán Nefero, Ángel Torres Jaramillo Tebo, Antonio Reynoso y Harold Winslow Allen, con el fin de buscar sobre todo esas transmisiones plásticas mutuas.

La exposición se divide en cuatro núcleos temáticos: primero, La época de los colosos, o época monumental, como la llama Berta Taracena –crítica de arte y su primera biógrafa–, los años 30 del siglo pasado, en que podemos visualizar la sensibilidad artística de Rodríguez Lozano hacia la pintura neoclásica de Picasso, a quien frecuentó.

Luego, en Un fauvismo mexicanista se muestran los recursos plásticos que tomó esa corriente en un contexto nacionalizado. Hablamos de sus primeros trabajos en los años 20 y su relación con el grupo de los Contemporáneos, del que fue parte, igual que Roberto Montenegro.

Él tercer núcleo, Un país luminoso, comprende obras que aluden a la ideología artística de Rodríguez Lozano hacia México, que consideraba un país mágico, prodigioso y luminoso. El mismo se veía como un místico enamorado de este pueblo al que tanto admiraba, sobre todo por su fuerte estoicismo.

El silencio y la tragedia, el último apartado, ofrece un conjunto de obras de los años 40 y 50, la época blanca, como la llama Taracena, en que se ve principalmente una pintura dramática. Vemos a un ser que traslada en su propia estética el dolor, la miseria, los escenarios desoladores y desangelados que ve en el pueblo mexicano, y que se caracterizan sobre todo por estos colores fríos, por esta gélida plasticidad que encuentra en las costumbres y escenarios del país. Fondos oscuros con colores blancos y grises. El artista dejó de pintar a finales de los años 50 debido a la decadencia que veía en el arte, pero más que nada por la falta de reconocimiento hacia su persona.

Aunque Rodríguez Lozano hizo dos murales, nunca se consideró muralista, inclusive, fue antagónico a este movimiento, entre otras cosas porque, aseguraba, en el arte no hay que hacer política.