Opinión
Ver día anteriorJueves 21 de julio de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Otro mar
L

a guerra de Troya ha sido durante muchos siglos y muchos autores símbolo de la barbarie de las guerras de ocupación, y aun los mismos vencedores, en las tragedias en que se ocupan de ello –el llamado ciclo troyano– de los tres grandes trágicos de la antigüedad, no se recatan de dar cuenta del dolor y la injusticia. Como un ejemplo más o menos cercano se puede recordar la escenificación que hizo José Solé de Las troyanas de Eurípides con una escenografía a base de bambúes que recordaban los sucesos de Vietnam contemporáneos del montaje. Por eso no se entiende que Fernando Bonilla proponga una versión libre del canto VI de la Ilíada de Homero para hacer un manifiesto a favor de la paz que obliga a muchos a preguntarnos si se debe dejar de luchar ante una invasión extranjera. De ser así, escribamos de nuevo la historia de nuestro pueblo y de todos los pueblos colonizados o invadidos y repudiemos a los héroes que los ingenuos todavía admiramos.

Esta es la cuestión mayor, la propuesta de paz envuelta en lo que se quiere versión de un clásico como Homero, al que a lo mejor no han leído o ya no lo recuerdan, el que atrae a un público poco analítico a presenciar –y a celebrar con fuertes aplausos– Otro mar, ahora en el teatro Granero tras una temporada en el Foro Shakespeare que debería haber agotado el número de espectadores. De todos modos no se entiende que uno de los teatros del Centro Cultural del Bosque acoja un texto y una escenificación tan poco acordes con los estándares de calidad que INBA debe exigir, aunque los montajes no sean de producción suya. Como ignoro los criterios, dejo el asunto por el momento.

En un campo de grava roja, cuyo sonido cuando los actores caminan es muy interesante, y ante un pozo rústico, según el diseño escenográfico de Fernando Bonilla y Mario Eduardo D’León, se enfrentan Helena, Paris, Héctor y Andrómaca. Es difícil encarnar a los personajes homéricos y es de agradecer que el autor y director no intente caracterizaciones que a veces mueven a risa, pero la interpretación que aquí se da es en verdad extraña. Al principio, Helena, sola y apoyada en el brocal del pozo, con un vestido blanco y ligero que recuerda las túnicas griegas, tiene un largo parlamento en el que dice, entre otras cosas, que revivirá sucesos muy antiguos que se dieron en esa tierra en que ella murió. Un momento, ¿Helena murió en Troya? Cualquier enciclopedia lo desmiente, a menos de que se trate de esta otra Helena injertada de Casandra, que adivina los hechos por venir, inventada por el autor y que a veces falla, como cuando predice el nacimiento de Astianax, para entonces, y según el canto VI, ya está vivito y coleando. Cuando entran Paris, en camisa y Héctor y Andrómaca vestidos como guerrilleros modernos, el asunto se entiende menos, ya que los sucesos ocurrieron hace muchísimo tiempo, según dijo Helena y, de ser una metáfora, tampoco cabe Andrómaca como guerrillera.

Bonilla devuelve al teatro El Granero-Xavier Rojas, si no su carácter de círculo, sí el de teatro ring y su trazo escénico no es del todo limpio, agrupando en un largo momento a Helena, Paris y Andrómaca en un rincón del cuadrilátero mientras Héctor se encuentra de pie, tapando a los otros a los ojos de los espectadores que se encuentran tras sus espaldas, mientras que los que lo ven de frente poco pueden apreciar de los otros actores acurrucados en una orilla. Como ésta, existen otras fallas en el trabajo de teatro ring. Las dos actrices y los dos actores (Daniela Arroio, Micaela Gramajo, José Carriedo y Bernardo Gamboa) son profesionales con trayectoria, unas más que los otros, pero aquí su dicción no es de lo mejor e incluso hay algún trastabilleo de la memoria, aunque sus reacciones y su expresión facial los muestren acordes con los personajes y las vivencias que van teniendo. El vestuario es diseñado por Myriam Méndez y la música original fue compuesta por Carlos Pichardo para esta escenificación en la que tampoco se entiende que el autor declare en el programa de mano, quizás para estar a tono con algún movimiento social: Pensar, recordar y representar la guerra en un país en guerra; México 2011, como si la llamada guerra contra el narco de Felipe Calderón pueda medirse con la de Troya, que es obviamente otra cosa.