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En vastas porciones, el gran río Aguarico, en la cuenca amazónica, puede darse por muerto

Piscinas de agua de petróleo revelan el daño ambiental causado por Chevron en Ecuador

En época de lluvia, estos lodos negros alcanzan plantíos, manantiales, bosques y ríos

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En una de las cerca de mil piscinas de desechos, próxima al pozo Aguarico 4, el activista Donald Moncayo muestra la presencia del petróleo dejado por Texaco hace más de 20 años en la selva de Sucumbíos, EcuadorFoto Hermann Bellinghausen
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Periódico La Jornada
Lunes 12 de septiembre de 2011, p. 22

Sucumbíos, Ecuador. En materia de información, las trasnacionales petroleras funcionan como los ejércitos en la guerra, dice el activista ambiental Donald Moncayo sobre las tácticas de exploración, explotación y fuga de Texaco Petroleum (hoy subsidiaria de Chevron) y su millonaria campaña legal y mediática para eludir su responsabilidad en la destrucción de selvas y vidas en el nororiente ecuatoriano.

Los pozos de petróleo y grandes tanques dentro de comunidades como Voluntad de Dios (kichwa), o bien los mecheros encendidos incesantemente en Guanta, Sushufindi y en otras locaciones de las provincias amazónicas de Sucumbíos y Orellana, nos recuerdan que la expansión petrolera prosigue, a cargo de Repsol-YPF, Agip, Vintage y otras firmas extranjeras, así como Petroecuador y empresas ecuatorianas. La canadiense City Investig opera en la zona de amortiguamiento de la reserva de Cuyabeno, poniendo en riesgo un tesoro de la naturaleza.

El juicio de indígenas y colonos contra Chevron-Texaco ya cumplió 18 años, y la trasnacional sigue en pie de guerra contra la gente, el gobierno y las cortes de Ecuador por no ceder a sus presiones. Hewitt Pate, vicepresidente y director jurídico de Chevron, declaró a finales de agosto: Ya que el sistema judicial ecuatoriano incumplió con su obligación de suministrar cortes imparciales y el debido proceso, Chevron tuvo que buscar una resolución en cortes internacionales, y continuará procurando que se ejecuten los acuerdos entre Texaco, Ecuador y la estatal Petroecuador, cuando todos eran parte del consorcio.

El crimen ambiental está a la vista. En más de 3 mil kilómetros cuadrados se extienden cerca de mil piscinas de agua de petróleo, algunas del tamaño de una cancha de futbol, mal cubiertas por la vegetación. El área huele a gas todo el tiempo. Estas aguas, un lodo negro, o de engañosa transparencia por el sedimento, con las lluvias alcanzan plantíos, manantiales, bosques y ríos, llevando benceno, tolueno, cadmio, mercurio, sales de metales pesados y grandes cantidades del cromo 6 que separa las rocas. Con los años, los contaminantes infiltraron el suelo y los mantos subterráneos de esta cuenca amazónica, dañando gravemente el ecosistema. Las especies de peces que han sobrevivido y son consumidas por la población contienen estos tóxicos, como el agua misma. En vastas porciones, el gran río Aguarico puede darse por muerto.

Los territorios del pueblo cofán quedaron reducidos y deforestados por las carreteras, los pozos y la actividad sísmica. El envenenamiento ambiental minó su vida comunitaria y su subsistencia.

Ermenegildo Criollo, representante de Cofán Dureno, denuncia que si bien en 1995 el gobierno hizo una remediación parcial de las piscinas, y se comenzó a reinyectar el agua de las nuevas extracciones petroleras, el daño estará por toda la vida de siempre. Sin embargo, su pueblo ha recuperado unas 3 mil hectáreas para la conservación de fauna y vegetación: Tenemos ahora la esperanza de que nuestros hijos puedan conocer las riquezas que nosotros conocíamos.

Ricardo Piaguaje, presidente de la federación secoya, relataba en 2007: Texaco perforó pozos y explotó dinamita cerca de nuestras casas. Empezamos a vivir en un mundo muy diferente, con ruido, máquinas, derrames y desperdicios de petróleo. La compañía se fue internando en la selva. Ahora estamos en una isla, tenemos un pequeño territorio rodeado de colonos. Texaco construyó carreteras y llegaron los colonos ambiciosos buscando tierras. El gobierno les dio títulos y hemos perdido mucho de nuestro territorio ancestral.

El pasado 16 de agosto, en su informe de gobierno, el presidente Rafael Correa reconoció la centralidad del negocio petrolero en la economía ecuatoriana y dejó claro que la explotación seguirá avanzando en la selva. Se habla de que Yasuní está en la mira, aunque es reserva y tierra de pueblos no contactados. Esto ha generado fuertes críticas al gobierno por incumplir su compromiso de respetar a los pueblos indígenas y la riqueza de la selva primaria.

En el norte amazónico, por todo Sucumbíos, la extracción petrolera es muy activa. Son constantes los mecheros, pozos, campamentos, aserraderos. El oleoducto, que más adelante cruza los Andes hasta Esmeraldas para desembocar en el Pacífico, es alimentado por haces de ductos que atraviesan la selva. El paisaje se obstina en seguir verde, pues toma mucho aniquilarlo, pero las cicatrices del petróleo son herida viva.