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El acto se llevó a cabo con retraso, y a diferencia de años anteriores, sin un discurso crítico

Entregan los Premios Nacionales de Ciencias y Artes en tersa ceremonia

Felipe Calderón y Alonso Lujambio recibieron a los galardonados en Los Pinos

El secretario de Educación destacó el reconocimento a Lorenzo Meyer: quien ha contribuido con altura y dignidad al debate interno

El historiador advirtió sobre la necesidad de la separación Iglesia-Estado

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En la imagen, Alonso Lujambio, Lorenzo Meyer y Felipe CalderónFoto María Luisa Severiano
 
Periódico La Jornada
Martes 20 de diciembre de 2011, p. 2

Con la ausencia de dos galardonados, sin un discurso crítico, como en ocasiones anteriores, y otra vez con retraso, ayer se entregaron en Los Pinos los Premios Nacionales de Ciencias y Artes 2011.

La ceremonia oficial arrancó con las palabras del secretario de Educación Alonso Lujambio, quien consideró que debido a la vida y sus elementos de incertidumbre no asistieron el escritor Daniel Sada, premiado en el rubro de Lingüística y Literatura, quien falleció el 18 de noviembre, ni Wilbert Herrera, quien murió el 27 de octubre, sin enterarse de que fue reconocido en el área de Artes y Tradiciones Populares.

Mención especial le merecieron al secretario los historiadores Jean Meyer y Lorenzo Meyer, quienes comparten el premio en Historia, Ciencias Sociales y Filosofía. De éste último resaltó su pasión crítica y su paso por la revista Nexos con sus amigos de la izquierda, que son también los nuestros; ha sido un hombre que ha contribuido con altura y dignidad al debate interno, aun con discrepancias, no coincidimos en todo, pero aplaudimos que existan personas como él que quieran enaltecer el debate interno de México.

Correspondió después al presidente Felipe Calderón entregar los reconocimientos, que consisten en un diploma y un estímulo económico. Con prolongados aplausos fueron recibidos, en particular, el escritor del espíritu rebelde José Agustín (quien comparte el premio con Sada); el pionero de las ciencias genómicas en el país, Julio Collado (premio en Ciencias Físico-Matemáticas y Naturales), así como el cantautor Óscar Chávez (premio en Artes y Tradiciones Populares).

También recibió una emotiva ovación la viuda de Daniel Sada, Adriana Jiménez, cuyo rostro reflejó mucha tristeza. Nunca sonrió, ni con los alegres saludos de las autoridades que le entregaron el premio.

Acudieron también por su galardón el escultor Pedro Cervantes, el cineasta Jorge Fons (quienes comparten el premio en el rubro de Bellas Artes), el matemático Gerardo Quintero (premio de Tecnología y Diseño) y alfareros de San Bartolo Coyotepec, Oaxaca (premio en Artes y Tradiciones Populares).

Jean Meyer ofreció un discurso en nombre de los galardonados, en el que resaltó que en tiempos no democráticos puede ser peligroso escribir la historia, cuando se le pide al historiador una historia oficial, avalar mentiras, callar ciertos temas.

Quedaron atrás los reclamos

Fue una entrega tersa de reconocimientos, comentaron algunos de los presentes. Atrás quedaron las críticas o reclamos al presidente, como ocurrió durante los sexenios de Carlos Salinas y Vicente Fox.

En ceremonias anteriores, Vicente Leñero y Margo Glantz increparon al mandatario panista, en 2002 y 2004, respectivamente. La escritora tomó la palabra fuera de protocolo en la ceremonia de premiación y señaló: con creciente preocupación hemos ido advirtiendo que no se ajustan de manera armónica las metas anunciadas por el gobierno federal a las acciones concretas que se promueven, y que existe un significativo contraste entre las palabras y los hechos.

En los premios 2005, cuya ceremonia fue hasta el 31 de enero de 2006, fue Carlos Monsivás quien puso nervioso a Vicente Fox, pues arremetió contra la óptica de las minorías gobernantes respecto de la educación pública. Aunque en el sigilo obtenga sus victorias administrativas, el fundamentalismo de la derecha ha perdido en México una tras otra las batallas culturales, afirmó.

Como despedida de su sexenio, el político guanajuatense fue increpado por la actriz Julieta Egurrola, quien durante la ceremonia de entrega de los premios nacionales le solicitó enterarse de lo ocurrido a las mujeres violadas en Atenco, los familiares de los presos de esa comunidad, los encarcelados altermundistas en Guadalajara en 2004 y los muertos y desaparecidos en Oaxaca.

Al llegar al poder Felipe Calderón, en su primer año entregó con retraso los premios. Los correspondientes a 2007 los entregó en febrero de 2008, después de un desayuno privado, por lo que la ceremonia transcurrió de manera cordial.

En 2009, de plano no se eligió a un premiado para ofrecer el discurso. De manera improvisada, Calderón solicitó al compositor Arturo Márquez decir algo, a lo que el músico respondió: mi palabra es la orquesta, la música, y enseguida la Orquesta Juvenil Carlos Chávez, dirigida por Enrique Barrios, tocó el Danzón número 2.

Esa mañana, el escritor Carlos Montemayor había publicado en estas páginas un texto titulado Discurso no requerido.

El año pasado, el historiador Enrique Krauze agradeció al presidente los premios de 2010.

Ayer, en el salón Adolfo López Mateos de Los Pinos, entrevistado por la prensa al término de la ceremonia de premiación, Lorenzo Meyer, distinguido por su visión sobre las formas autoritarias del poder y la democracia en el siglo XX, dijo que la obligación de quienes se dedican a las ciencias sociales es ser críticos “si no, se traicionan a sí mismo, incluso si uno coincide con el sistema o con el régimen en el que está viviendo, que no es mi caso. Si uno desea apoyar al statu quo, hay que apoyarlo desde la ciencia social criticándolo para que se encuentren usos mejores de los recursos para el fin positivo de la sociedad”.

Respecto de la visita de Calderón a la basílica de Guadalupe, el politólogo señaló: Hay que mantener la separación Estado-Iglesia por el bien de todos. Esto tiene que ver en función de la historia de México, no es lo mismo asistir a la basílica, si está uno en Dinamarca, a que si está uno aquí, pues todos esos gestos, todos esos símbolos tienen detrás el problema que vivimos desde el siglo XIX, de la difícil separación entre Iglesia y Estado. En aras de esa historia que no queremos que se repita, de esa cercanía tan insana que llegó a ser una fusión entre Iglesia y Estado, mejor mantener las distancias.