Cultura
Ver día anteriorMiércoles 21 de diciembre de 2011Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio

La muestra, que se inaugura hoy, es la primera sobre cine que se presenta en el Estanquillo

Del rancho a la capital, tránsito de la pureza a la corrupción

Contiene medio millar de piezas, entre fotografías, fotomontajes, stills de filmaciones, escenas favoritas de películas, programas de mano y carteles reunidos por Carlos Monsiváis

La colección saca al cine de la época de oro del desván para ponerlo en el Centro Histórico, dice Carlos Bonfil

Foto
Parte de la exposición que revela los gustos y pasión de Monsiváis por el celuloideFoto Gulliermo Sologuren
 
Periódico La Jornada
Miércoles 21 de diciembre de 2011, p. 2

Asistir al tránsito de la pureza a la corrupción es lo que pretende Del rancho a la capital: el cine mexicano de Carlos Monsiváis, exposición de medio millar de piezas, entre fotografías, fotomontajes, stills de filmaciones, escenas favoritas de películas, programas de mano y carteles, que abarca de 1935 a 1955, la cual será inaugurada hoy a las 20 horas en el Museo del Estanquillo/Colecciones Carlos Monsiváis, ubicado en Isabel la Católica 26, Centro Histórico.

Se trata de la primera muestra sobre el cine que se hace allí, expresa Moisés Rosas, director del recinto, quien a principios de 2010 le preguntó a Monsiváis –fallecido el 19 de junio– qué exposiciones quería para los próximos dos años. Entre los temas que sugirió estaba uno sobre el cine, que es justamente ésta, que emplea gran parte de la colección de Monsiváis de material fílmico, acotó Rosas.

El Estanquillo, una prolongación, de hecho, de la colonia San Simón Portales, donde habitó Monsiváis, ahora se ha convertido en su casa de cine. Carlos Bonfil, curador de la muestra, recuerda que el escritor y periodista era un cinéfilo empedernido, atento a todas las manifestaciones cinematográficas, tanto nacionales como mundiales. Sin embargo, tenía predilección por las figuras del cine mexicano de la época de oro, porque pensaba que lo que el mexicano tenía como comportamiento actual provenía en gran parte de los estereotipos y arquetipos que había dictado el celuloide en aquel momento.

De allí que cuando Monsiváis se dio a la tarea de hacer su videoteca, se dio también a la tarea de recopilar miles de fotografías, carteles, programas de mano, este tipo de recuerdos que buscaba afanosamente en La Lagunilla, el Bazar del Ángel, en diversos lugares, que añadiría a su vasta colección de litografías, dibujos y pinturas.

Los entrevistados llaman la atención sobre las hojas de un calendario de 1939 de actores y actrices tal vez olvidados en la actualidad, así como una serie de tarjetas postales con imágenes de residencias de las estrellas.

Para Bonfil, “algo que quizá no se dice lo suficiente es que este gran cinéfilo, que había frecuentado en su infancia y juventud los templos del celuloide, como solía decir, dejó de frecuentar los cines, luego de la venta de Cotsa y su transformación en conjuntos comerciales que albergaban 10 o 20 salas. Empezó a abandonar el ritual de ir al cine, porque ya no era el disfrute colectivo de una cinta. Las películas se habían empequeñecido, las salas también.

“El gusto de Monsiváis se daba ya en un ámbito más privado, en su casa, que se transformaba paulatinamente en un cine-club al que convidaba amigos, a los que mostraba sus nuevas adquisiciones, sus películas favoritas, sus actuales fetiches, entre ellas, las segundas figuras que tanto amaba, como Joaquín Pardavé, Fanny Kaufman, Vitola, y Consuelo Guerrero de Luna.”

Monsiváis “era capaz de ver una película favorita 15 o 20 veces y aprender todos los diálogos posibles, hasta aquellos que la gente desdeñaba, como los de Dolores Camarillo o de Vitola. Una vez le pregunté qué caso tenía aprender todo eso. Me decía que era un ejercicio de la memoria, de la inteligencia, pero siempre a partir de este culto por el detalle, la trivia, la identificación de personajes secundarios, el juego, las situaciones humorísticas, muchas veces de modo involuntario. Pocos han tenido el tesón, la paciencia y el entusiasmo de Monsiváis, quien iba a buscar el cine mexicano, no únicamente en las muestras o en los momentos especiales de programación de festivales, sino en las barriadas, en los cines Máximo, Goya y León, que frecuentó de niño y adolescente, los cuales están ligados a su formación sentimental e intelectual”.

Testigo de la pérdida de los cines tradicionales, el autor de Amor perdido asistió también al auge de un neoliberalismo que tiene un franco desdén por el patrimonio cultural, por ese tipo de cine popular que está totalmente en contradicción con las ideas de ganancia, de mercadotecnia.

Bonfil acota: “Sencillamente, para muchos neoliberales el cine de la época de oro es una atigualla desechable que uno puede arrumbar en un desván. Bueno, esta colección saca todo eso de un desván para ponerlo en el Centro Histórico, en el ámbito en que se movía Carlos, pero, sobre todo, lo ha colocado en esta prolongación de San Simón Portales que es el Museo del Estanquillo.

Bonfil agrega que es una tarea indispensable preservar el patrimonio fílmico nacional, pero una tarea todavía más urgente es hacerlo llegar a las nuevas generaciones.

Del rancho a la capital... es una función con la que hay que solazarse.