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Ver día anteriorViernes 6 de abril de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Triángulo mágico santificado
U

na de las peregrinaciones que compiten con la de la Guadalupana es al Santo Señor de Chalma y Malinalco. Tiempos y espacios mágicos, fantásticos, que no son tangibles ni concretos, sino los del triángulo mágico de Malinalco, Tepozteco y Xochicalco, en que se vive otra distancia de la lógica mediterránea, de los que luchan por desasirse del fuego y yugo que representa la otra cultura, ignorante de que los ritos y voces silenciosos de hondo y rancio sabor campero, transmiten el dolor pesado que se sintió, se sentía, en la mañana tarde de hechizo mágico, entre gritos y ayes.

Búsqueda de un cambio de camino en el peregrinar a partir de la arena peñosa malinalca, la de los caballeros águila y los caballeros tigre, en la distancia de un tiempo o espacio diferentes, singulares. En especial en esta Semana Santa que revive la lucha cristiana entre judíos y romanos en la festiva procesión que se enlaza a los ritos malinalcas.

Peregrinos malinalcas chalmenses sabedores que en este mundo todos somos peregrinos de un viaje sin regreso a un más allá armónico, voluptuoso y pleno, que implica simplemente ser, perderse, como cuando uno mira al mar, al fuego o a un árbol y se desprende de sí, y se va… nos aleja de lo sensible, del mundo interno, gira en dirección contraria para descubrir otros mundos, otras formas de vivir, donde peregrinos sólo significan un camino diferente en el viajar.

Peregrinaciones al santuario del Santo Señor de Chalma y la vieja catedral malinalca y su zona arqueológica que bajan por la carretera que viene de Santiago Tianguistengo, con las pirámides monumentales de Malinalco como marco, asomándose a ver a sus hijos que vienen de toda la República en busca de resignación ante las penas, vestidos con sus coronas de flores en la cabeza, cual coronas de espinas, acompañadas por la charanga pueblerina con su metal agrio y agudo, mexicano y bravío, expresión del hambre indígena de siglos y, que este año, en medio de la aglomeración, las apreturas y la confusión, ofrecieron su ofrenda de muertos como sacrificio indígena que se repite una y otra vez.

Peregrinaciones en la auténtica fiesta mexicana, de la religión y muerte, trotando por los caminos entre las peñas mágicas, esperando la muerte en los fulgores de la carretera, en un caminar triste y cansado, en que el trotecillo se vuelve imperceptible y sale de la espesura y busca la muerte de feria en feria de jaripeo en jaripeo.

Malinalco triste y callado como si sus familiares magueyes, que con su brava silueta cortan y se asoman a la catedral de la muerte, trota que trota, trotando, buscan con desesperación, el polvo de la tristeza, viento de cansancio, el botín de las hojas en los árboles, sobre esclava de la amargura de la raza.

Peregrinos que llenos de fe buscan emociones interiores en estos viajes que son preparación interior para que florezca lentamente la ascesis que busca la libertad, que anula el tiempo cronométrico, y reduzca el espacio mesurable y encuentre en el interior un tiempo y un espacio que dure y dure, misticismo de lo primitivo no influido por la razón, donde no existen días y noches sucesivos ni personas ni lugares y se anula la presencia del cuerpo para entablar comunicación con seres que son prolongación del pasado, del presente y del futuro y son lo opuesto a lo sistematizado, no robotizado, a la electrónica, a la lógica, a la omnipotencia y al delirio de grandeza.

Raza malinalca, perdida en el laberinto de la fantasía de sus peñas y antiguos templos ceremoniales pletóricos de fantasmas y sombras evocadoras, y leyendas que ignoran de dónde viene y a dónde va, sin pasado ni porvenir, pero que sabe qué hay más allá de esas piedras imantadas y mágicas que limitan el horizonte de su espacio cargado de perfumes y notas de armonías lejanas, un lenguaje interno que es oración.