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Ver día anteriorSábado 19 de mayo de 2012Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Una sociedad se mide por el trato que otorga a los débiles
E

ste tiempo, en el que la contienda electoral agobia el ambiente con su incansable despliegue de publicidad, resulta refrescante la presencia en el país de un grupo de pensadores italianos convocados por el Centro Internacional de Estudios Multidisciplinarios Italia-México, AC (CIIM), y otras instituciones mexicanas, para participar en una jornada de conferencias, mesas redondas y foros que abarcan temas filosóficos, laborales, culturales y salud mental. La reflexión central en este intercambio binacional se construye alrededor de la tesis de que la calidad de una sociedad está relacionada con la manera en que se trata a los débiles.

Abrió la jornada una discusión alrededor de la justicia y el derecho. El filósofo italiano Franco Avicolli sostuvo que la inmensa mayoría de los habitantes en el mundo se ubican en la categoría de los débiles: pobres, niños y ancianos. Hizo referencia a dos sectores representativos de esta condición: los migrantes y los presos en las cárceles. Los migrantes se desplazan de un país a otro con la motivación de cubrir las necesidades básicas a sus familias, que no pueden atender en su propia patria, encontrando a su paso toda clase de dificultades y obstáculos, particularmente el rechazo de las propias comunidades nacionales, que sienten que vienen a desplazarlos del mercado de trabajo y de los servicios públicos, y el hecho de tener que enfrentarse a la violencia de las fuerzas policiacas o a grupos de delincuencia organizada que lucran con su miseria y necesidad. Su condición no ha adquirido en la mayoría de los países un reconocimiento formal y jurídico; los derechos humanos universales en esta materia son prácticamente letra muerta en todo el orbe, tanto en las naciones desarrolladas como en el llamado tercer mundo.

Avicolli enriqueció su tesis hablando de la condición de los presos en las cárceles, quienes también suelen ser motivo de vejación constante. Sostuvo que es esencial el respeto a su dignidad, ya que de otra manera no se podría tomar conciencia del castigo que implica estar relegado de la comunidad y haber perdido la libertad. Si los encargados del control de los presos incurren en atropellos, el prisionero no siente la diferencia entre los que lo privan de la libertad por su conducta y las propias culpas que originaron su internamiento. El abuso contra los presos convierte a sus carceleros y vigilantes en una especie aún más descalificada de la que ostentan quienes han perdido la libertad, porque se aprovechan de la ventaja que les otorga administrar la fuerza del Estado. Se pervierte así la función del servidor público, generándose una cadena que lesiona a la comunidad entera porque se reproduce la situación de violencia que se busca evitar. La peligrosidad se incrementa en la medida en que la violencia se empieza a reconocer como un mal necesario.

Leonardo Montecchi, prestigiado siquiatra, quien encabeza una importante escuela de pensamiento nuevo en Rimini, apoyado en las enseñanzas del argentino Armando Bauleo, sostuvo la tesis de que es necesario cuestionar los paradigmas sobre los cuales se ha construido el tratamiento de la salud mental. El problema de estas enfermedades es que siendo individuales, la solución debe ser colectiva; el error más común es aislar a los enfermos, perdiendo de vista que el mal no suele estar en el individuo, sino en el medio en que se desenvuelve; la familia y el medio ambiente son esenciales, tanto en el origen de la enfermedad como en su cura, por lo que es fundamental acompañar al enfermo en el ámbito de sus intereses, sobre todo porque estos males son menos generales de lo que se piensa. Formuló críticas a las sociedades sicoanalíticas que han equivocado su análisis en la clasificación de enfermedades, haciendo referencia como ejemplos a la hiperactividad y al llamado déficit de atención; propuso considerar que la solución transita por el reconocimiento de su condición individual y la necesidad de socializar su proceso de integración a la comunidad. Recordó que en Italia, a partir de una medicina social, los enfermos mentales son incluidos en los procesos educativos generales, teniendo apoyos especiales cuando se requiere.

En esta jornada multidisciplinaria, Maurizio del Conte y Carlo de Villanova pusieron sobre la mesa los temas de la economía y del derecho laboral sindical, buscando construir un modelo de desarrollo socialmente sustentable. En este ángulo, se subrayó la importancia del diálogo social y el respeto a los convenios internacionales, resultando evidente el gigantesco contraste entre la realidad italiana y la nuestra, atrapada en uno de los peores ejemplos del mundo, obligándonos a reinventar en su integridad este modelo. En efecto, en México es inexistente el diálogo social por la perversión en que han caído la mayor parte de los gremios y la resistencia de los gobiernos a reconocer el valor del trabajo. Por el contrario, se insiste en aplicar una política de precariedad expresada en bajos salarios y en incrementar la inestabilidad y el control mediante las iniciativas de reforma laboral. En materia de convenios internacionales, se hizo notar también que si bien el país es suscriptor antiguo de estos instrumentos jurídicos, en la práctica no se respetan; por el contrario, las principales variables que integran el comportamiento colectivo, como el derecho de asociación, la contratación colectiva y los sistemas de justicia, incrementan el alejamiento de los protocolos de conducta que deberían atender los gobiernos tanto en el ámbito federal como local.

Maestros de la pintura italiana agregaron a la jornada un valor especial. Los frescos de Luciano Valentinotti reflejaron con fuerza y pasión nuestras duras realidades. La jornada concluirá con la conferencia magistral de Remo Bodei, titulada Memoria, olvido y construcción de la identidad colectiva, que será impartida en el Instituto de la Judicatura Federal.

Al acercarnos a experiencias internacionales nos damos cuenta del largo camino que nos hace falta recorrer para lograr que la población, que debería constituir la razón y el sentido de las políticas públicas, pueda vivir con un mínimo de dignidad.