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Leopoldo Brizuela promueve Una misma noche, ganador del Premio Alfaguara de Novela 2012

La inseguridad es una sensación; lo que necesitamos combatir es el crimen

El asalto a la casa de un vecino y un incidente durante la dictadura argentina detonan la narración

La memoria no es algo fijo, construido de una vez y para siempre, dice el narrador a La Jornada

 
Periódico La Jornada
Martes 17 de julio de 2012, p. 7

Les entraron, es la expresión, cotidiana y natural, cuando asaltaron en la madrugada la casa del vecino de al lado. El protagonista de la novela Una misma noche, Leonardo Bazán, escritor y testigo involuntario del allanamiento, recuerda un episodio similar en su infancia, en 1976, cuando durante la dictadura entraron a la misma vivienda para buscar a Diana Kuperman.

La similitud entre los dos hechos desencadena una búsqueda del recuerdo en la obra del argentino Leopoldo Brizuela (1963), ganador del Premio Alfaguara de Novela 2012. La memoria no es algo fijo, que está construido de una vez y para siempre, sino cambia a lo largo de una vida, dice en entrevista.

A partir del incidente ocurrido en 2010, el escritor (la voz simultánea de Bazán y de Brizuela) emprende un continuo ir y venir por el tiempo, al pasar la narración de la época reciente a lo que sucedió 30 años atrás, cuando siendo adolescente se refugió en su piano y Bach en el momento en que los milicos entraron a hablar con su padre.

Les entraron. A los vecinos de al lado les entraron. Y también con nosotros, si quisieran, lo harían. Y lo harán, dice su anciana madre, quien también recuerda aquella noche, de tiempos de razias, operativos, de llevar siempre documentos, prudencias que se hacen hábitos para poder olvidarlas, olvidar el miedo, se lee en la novela.

Thriller existencial

Leopoldo Brizuela expresa: Me gusta mucho la definición que hizo Rosa Montero, quien fue presidenta del jurado que anunció el premio en marzo pasado: “un thriller existencial, perturbador, hipnotizante. Quise hacer una novela de suspenso que tuviera al lector metido en ese mundo, porque me gusta convencer de esa manera, cuando puede meterse en ese mundo y vivir esa experiencia; es una manera tramposa de persuadir al lector”.

La estructura, de vaivén por el tiempo de 1976 a 2010, principal preocupación del autor al empezar la obra narrativa, dice, tiene origen en esa idea de la memoria. No quería hacer una típica novela en que un lector fuera al pasado y tranquilamente recordara. Sino que recordara una primera vez incompletamente y que el presente le fuera tirando datos que le hicieran recordar una misma experiencia de manera distinta, más completa e incluso con sentidos distintos.

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Leopoldo Brizuela durante la entrevista en las instalaciones de la Editorial AlfaguaraFoto Jesús Villaseca

Tiempos en que el sentimiento de inseguridad nace ya sea del aparato represivo o del crimen organizado, tal vez ambos, la escritura hace brotar el recuerdo de la dictadura desde un incidente que marcó la vida en la adolescencia.

El chico experimenta un miedo peor del que habría conocido hasta entonces, que el refugio seguro que tú tienes hasta entonces, que es la casa de tus padres, puede estallar en pedazos. Pero al mismo tiempo tus padres y vos mismo puedes volverte otra cosa. Eso es una sensación más poderosa que tenerle miedo al chico malo del curso o al comisario, expone Brizuela.

Reflexiona: La inseguridad es una sensación. La gente dice combatir la inseguridad, pero lo que hay que combatir es el crimen, a los criminales.

Durante su visita al país para promover su libro recién publicado, Brizuela comenta que el asalto en 2010 ocurrió realmente, lo que inspiró en parte la novela; “vi algunas cosas, otro vecino vio a un patrullero, al otro día nos dimos cuenta de qué había pasado. Algo que impulsó la novela fue mi sentimiento de ‘¿nos vamos a quedar acá esperando que nos toque un día a nosotros?’ Creo que ese miedo es el verdadero motor de escritura de la novela.

Por un lado hay una cosa muy intelectual, decir que voy a analizar cómo son nuestras reacciones en esas situaciones y cómo hay huellas de la dictadura. Por otro hay una cosa muy primaria, que es refugiarme en la escritura, algo muy disparatado, como si ella te pudiera salvar de algo.

En coincidencia de edad con el protagonista de la novela, lo que no pude cambiar porque ese modo de reaccionar en 2010 es de alguien que creció en la dictadura, que tenía 12 en ese entonces, lo demás fue reconstruir la realidad con personajes ficticios.

Mi trabajo fue tratar de recordar cómo se vivía esa época, qué pasaba y lo muy curioso es que se hablaba sin sujeto: nos entraron, vinieron, se los llevaron. ¿Pero quiénes? Y nadie dice nada, es como una especie de cosa sagrada, que no hay que nombrar.

En la novela dice: quizá sólo la literatura podría perdonar. La literatura, ese lector futuro.