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Nueva música tarantinesca
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Periódico La Jornada
Sábado 9 de marzo de 2013, p. a16

No hay duda alguna: Quentin Tarantino es un gran melómano: ha rescatado del olvido muchas músicas que estaban ya dormidas, ha puesto a girar nuevamente muchas músicas salvajes que se habían aquietado y ha hecho cantar y bailar a miles en sus casas, cuando compran el soundtrack del filme tarantinesco en turno.

El más reciente de hecho salió a la venta una semana antes de que se estrenara la película, que ahora nos ocupa: Django unchained.

Divertida, irreverente, plena de lo que ya es conocido como situaciones tarantinescas, guarda coherencia su pista sonora con las intenciones de rendir culto a un subgénero de parte de un autor de culto: el spaguetti western.

Por vez primera en un filme de Tarantino tenemos música escrita ex profeso: nada menos que por el gran artífice de la música para westerns italianos: don Ennio Morricone, de quien se incluyen también sus emblemáticas The Braying Mule y Sister Sara’s Theme, de la película Dos mulas y una mujer, protagonizada por otro artífice del western moderno: Clint Eastwood.

Anthony Hamilton, por su parte, escribió el bonito soul-rythm and blues Freedom para este filme acerca de un esclavo liberto.

Por cierto, Django (en México tuvimos a Yanga, en las proximidades de Córdoba, Veracruz, ese gran esclavo liberador de esclavos durante la Conquista española) es un nombre recurrente en todos los platós donde se cocinaron spaguetti westerns, de entre los cuales el más celebrado, tanto que Tarantino ayudó a una versión japonesa y retomó el nombre para su actual filme, es el que hizo en 1966 Sergio Corbucci y del cual Tarantino tuvo el tino de elegir el tema principal, titulado precisamente Django, escrito por el argentino Luis Bacalov, para abrir su filme y su soundtrack, luego de un track introductorio donde escuchamos cómo amartillan los gatillos de las pistolotas y los bandoleros profieren palabrotas (jaja, el filme está lleno no sólo de la repetición ad nauseum de la palabra nigger, hecho que fomentó polémica, tal como lo planeó Tarantino, y de cientos de veces los ya clásicos moderfóquers y sononebiches).

A diferencia de uno de los ejemplos mayores de un soundtrack que incluye diálogos de la película, como lo es el sublime Dead Man del maestro Jim Jarmusch en complicidad con Neil Young y la poesía de Dylan Thomas (cuyo nombre toma el protagonista), en el cidí que contiene la banda sonora de Django unchained los diálogos intentan enganchar al escucha para que ate la imagen a lo que suena, intento vano en el que persevera Tarantino, pues ni siquiera la inmortal pieza Misirlou, del maestro de la surf music Dick Dale, ni la canción ’Stuck in the Middle with you, de Stealers Wheel, los asociamos ni con Pulp Fiction, la primera, ni con Perros de reserva, el segundo ejemplo.

Donde sí acierta y de manera mayúscula el buen Tarantino es en el delicioso sentido de la ironía que destila y cuyo punto máximo resulta sublime: llevar la Tetralogía de Wagner al mismísimo oeste donde se sirve spaguetti como plato principal: Broomhilda, la esclava a liberar, es, sin que Tarantino lo haga obvio, nada menos que la mismísima Brünnhilde, esa valquiria sublime de las óperas de Wagner, quien a su vez extrajo ese personaje de la mitología nórdica.

Brunilda, entonces, es negra, esclava, hermosa y, en consecuencia, sin que Tarantino lo haga explícito, el esclavo liberto Django es entonces nada menos que el mismísimo Sigfrido, encarnación de la juventud heroica.

Todo eso lo pone Tarantino en labios del extraordinario actor Christoph Waltz, ese dentista de origen alemán convertido en cazarrecompensas y activador de las más desternillantes, deliciosas escenas tarantinescas de toda la película. King Schultz, como se llama ese personaje, narra a Django la saga wagneriana mientras reúnen fuerzas refugiados en una cueva. Es la magistral preparación del deselance del filme a cargo del gran Tarantino, quien se da el lujo de actuar en su propia película.

El track final es el tema de los filmes de aquella pareja de babosos, el gordo y el flaco, que hicieron época con sus spaguetti westerns: Terence Hill y Bud Spencer, en especial Trinity, tal y como se titula tal track.

La magia de la música de Morricone, un rico rap, rhythm and blues, y mucha música de culto, destellan en el nuevo soundtrack tarantinesco, sin que tal planicie quiera alcanzar las dimensiones colosales de adrenalina y ritmo que caracterizan los otros, ya clásicos, soundtracks de Quentin Tarantino.

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