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Cuba, paraíso de los oldtimers estadunidenses

Un paseo en autos clásicos de los 40 o 50, atractivo turístico en calles de La Habana

 
Periódico La Jornada
Viernes 29 de marzo de 2013, p. 40

La Habana, 28 de marzo.

¡American car, American car!”, grita con acento latino un taxista muy cerca a la Plaza de la Catedral, en La Habana Vieja. La oferta, dirigida a un grupo de turistas extranjeros, es uno de los clásicos atractivos de la capital cubana: el paseo en un viejo automóvil estadunidense de los años 40 o 50.

Almendrones llaman coloquialmente los cubanos a los coches venerados como oldtimers en otros países. Por su forma redondeada y maciza, de cuando los autos parecían aún buques que surcaban lentamente las calles. Y La Habana está llena de almendrones.

Plymouth, Chevrolet, Oldsmobile, Dodge, Cadillac... las calles de la capital cubana parecen un museo de la época dorada de la industria automotriz estadunidense, en los años en los que los coches empezaban a convertirse en un producto de masas. Vestigios también de lo que era la mayor de las Antillas en los días previos a la revolución de Fidel Castro en 1959.

Los almendrones, sin embargo, son hoy también parte del día a día de la isla. Los clásicos del automóvil ya no se fabrican desde hace décadas, pero en Cuba siguen circulando como hace medio siglo. Como si el tiempo no hubiera pasado.

Sirven para el negocio, cuenta Pedro, un habanero de 50 años. El cuentapropista –como se llama en la isla a los nuevos pequeños empresarios– tiene un Chevrolet Deluxe de 1952, el último año en el que se produjo el orondo sedán de la General Motors. Aunque algo destartalado, el suyo camina. Y le costó hace un año nada menos que 6 mil dólares.

Los almendrones son en La Habana el principal medio de transporte. Con una paupérrima flota de autobuses, la capital cubana funciona sobre todo informalmente a punta de taxis particulares. Poco menos de medio dólar cuesta un viaje estándar dentro de la ciudad.

El transporte está difícil, detalla Pedro, que compró su Chevy para ponerlo a trabajar en el servicio público. En lugares como el Parque de la Fraternidad, cerca del antiguo Capitolio, o en algunas calles de Centro Habana puede haber momentos en los que se ve pasar largas filas de almendrones.

Desde los años 90, cuando estaba al borde del colapso por la desaparición de la Unión Soviética y el bloque comunista, Cuba descubrió el atractivo de los vetustos coches para el sector turístico. El toque vintage, anacrónico y romántico para un mundo que se mueve desde hace tiempo a otras velocidades.

Se hacen recorridos por la ciudad por 30 pesos (convertibles, el equivalente al dólar) la hora, cuenta Arturo, taxista de 23 años, en las afueras del famoso hotel Nacional de Cuba. Conduce un Ford Victoria del 52 que, como muchos otros, ya no tiene el motor original.

El suyo, perteneciente a la empresa estatal Gran Car, lleva desde hace años un motor Mitsubishi de cuatro cilindros, que funciona con diesel. Así su consumo de combustible es menor. Además, es más fácil conseguirle repuestos y repararlo cuando tiene averías.

Se ponen piezas de otros carros, se inventa, explica Arturo. Usted sabe que los cubanos siempre inventamos, dice otro taxista en las afueras del Nacional, que conduce un Oldsmobile del 49 al que le colocó hace dos años un motor Toyota por unos 3 mil dólares.

La gente que viaja trae piezas, y ahí aparecen, agrega Arturo. No se sabe muy bien de dónde, pero aparecen, en efecto. Repuestos y motores de Mercedes Benz, Toyota, Mitsubishi, pese a la falta de concesionarios en la isla.

Los almendrones funcionan en gran parte gracias al ingenio y la improvisación de los cubanos, curtidos en el arte de solucionar percances. No en vano el verbo resolver es uno de los más populares en la isla. En Cuba siempre se resuelve, los problemas y las carencias son el estado natural de las cosas.

En Revolico.com, una bolsa informal de anunciados clasificados online en Cuba, se puede apreciar hasta dónde llega ese ingenio: en oferta se puede encontrar por ejemplo un Chevrolet de 1955 con mécanica de Mercedes u otro Chevy del 51 con motor de un Volga de la extinta Unión Soviética, el otro país que marcó a la pequeña isla antillana en la segunda mitad del siglo XX.

Hasta hoy, lo que más se suele ver en las calles de Cuba son los viejos almendrones norteamericanos y los Ladas o Moskovich de la era soviética. Sólo poco a poco empiezan a aparecer los Geelys chinos o los Kia surcoreanos.

Las reformas de Raúl Castro han flexibilizado en los últimos años en la isla la compraventa de autos, tras décadas de restricciones. También el incipiente mercado refleja por eso las rarezas de un país excesivamente sobrerregulado y cerrado durante años a la libre oferta y demanda: 16 mil dólares puede costar un maltrecho Pontiac de los años 50 y fácilmente unos 10 mil un sencillo Lada de los 80.

Es parte del peculiar atractivo de Cuba. ¡Alquile un clásico auto estadunidense!, es una de las promociones habituales para los viajes turísticos a la isla. ¡American car!, repiten los taxistas, cuando no llevan ya a algún visitante europeo en un Cadillac descapotable bajo el sol tropical por el famoso Malecón de La Habana.