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Tusquets redita Trancapalanca, libro de relatos del autor sinaloense publicado en 1989

El género del cuento me hace sufrir; los personajes me abofetean: Élmer Mendoza

En este volumen halló los elementos de su estilo, esa es su importancia, comenta

 
Periódico La Jornada
Domingo 12 de mayo de 2013, p. 3

Los cuentos realmente me hacen sufrir, me llevan mucho tiempo, todos los personajes me abofetean; es complicado, confiesa en entrevista el escritor sinaloense Élmer Mendoza (1949), con motivo de Trancapalanca, libro publicado originalmente en 1989, ahora reditado por Tusquets.

Complicadísimo, o a la manera del estadunidense William Faulkner, como una huida, es como califica a este género literario. Enseguida recuerda a Juan Rulfo, “quien escribió un libro de cuentos y dijo ‘ahí muere’. Algo así hice yo, pensé: ‘mejor me cambio a la novela’, la cual toma mayor tiempo y puedo practicar con más propiedad el engaño que implica la ficción de las mentiras verdaderas”.

En 1999 Un asesino solitario fue el debut como novelista de Élmer Mendoza, cuya literatura están marcadas por el norte y el narco. Federico Campbell lo definió como el primer narrador que recoge con acierto el efecto de la cultura del narcotráfico en nuestro país. Sin embargo, entre 1978 y 1995 publicó cinco volúmenes de cuentos y dos de crónicas.

Asesinatos, detectives, el lenguaje y paisaje norteño, el humor ácido, el juego del idioma, son algunos elementos que se asoman en los relatos del libro que reaparece más de 20 años después de su concepción. “En Trancapalanca advertí cuál era mi territorio narrativo, como decir: esto es lo que voy a contar, este es el espacio que me queda y domino, el espacio y las palabras que conozco para nombar. Y si yo viviera en el Polo Norte estas palabras no me servirían, igualmente si viviera en una selva tropical.

“Crear un estilo dura toda la vida. Entonces, cuando se encuentran puntos sobre los que se debe desarrollar, uno se prende de ellos y fue lo que hice. Trancapalanca tiene esa importancia para mí, lo descubrí y desarrollé en las novelas posteriores que he escrito y publicado.”

Volver a los relatos del primer Élmer Mendoza, el cuentista, fue como ver ese espejo que creía roto. Y, nada, pude verme, con el pelo más largo, menos arrugado, un poco diferente, dice con acento norteño del otro lado del auricular. Enseguida explica que los 23 relatos contenidos en el volumen son los mismos de la primera edición, con un par de detalles que se modificaron, pero realmente los puedo contar con los dedos de mano y media. Fueron demasiados pocos.

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En 1999, Élmer Mendoza debutó en la novela, ahí puedo practicar con más propiedad el engaño que implica la ficción de las mentiras verdaderas, refirióFoto Roberto García Ortiz

Sobre Julio Cortázar

Querido Julio, sobre la noticia de la muerte de Cortázar, abre la colección de relatos: Murió Cortázar, bato. Cortázar, loco, el autor del cuento que te acabo de platicar en la cantina, dice el narrador en plena corrida de toros, cuando el sol caía como rebanadas de héroes libertarios, escribió Élmer Mendoza en febrero de 1989.

¡Cortázar es el jefe!, nuestro principal formador como cuentista al buscar formas, palabras, creador de atmósferas y personajes. Es como nuestro gran maestro, opina entusiasmado, reconociendo la alusión en Trancapalanca. “Tiene que ver con la creación y recuperación del instante, de las palabras necesarias. Es un homenaje y reconocimiento a un autor muy importante en la vida de mi generación. Espero que los cuentistas actuales le sigan sacando jugo.

Es un autor fundamental, enseña a escribir, pero sobre todo a pensar, da confianza para arriesgarse. La literatura no es un asunto fijo: es móvil, cambia de color, de forma; es decir, hay que contribuir a hacer. Cortázar, en lo que tiene que ver con la literatura breve, es fundamental.

Un aroma de famas y cronopios del plano cortaziano brota entre los relatos, entre insólitos, fantásticos, atrevidos. ZZZZZZZeso le dije exactamentezzzzzzzzzzzZZZZ, así inicia 43 grados a la sombra, relato plagado de zetas en mayúsculas y minúsculas.

Ese cuento probablemente es el más famoso del libro, he firmado muchos ejemplares ahí, comenta, y agrega que en ese momento era necesario crear universos donde entraran personas poco relacionadas con uno. En una historia breve eso se complica bastante. Los juegos que hay en Trancapalanca obedecen a esos puntos; me agrada mucho que sigan siendo textos divertidos, sorprendentes y, que eventualmente, alguno de ellos pueda servir de modelo para que alguien resuelva una historia que tenga atorada”.