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Cuerpo, rezo, danza, olores y dioses alimentan el universo indígena de Enriqueta Lunez

Necesitamos fomentar la lectura en lenguas autóctonas, dice poeta tzotzil

Mi compromiso es hablar de cosas bellas, pero también de los vicios de mi comunidad, indica

Foto
Enriqueta Lunez, joven poeta originaria de San Juan Chamula, ChiapasFoto Israel Gutiérrez
 
Periódico La Jornada
Viernes 5 de julio de 2013, p. 6

Aunque sus poemas han sido traducidos al castellano, catalán, inglés, italiano y serbio, y la han llevado a España, Canadá y Estados Unidos, la poeta en lengua tzotzil Enriqueta Lunez es contundente: En México no tenemos lectores, más que algunos lingüistas, los propios escritores indígenas o algún estudiante de licenciatura que hable tzotzil.

Hace falta fomentar la lectura en lenguas autóctonas, apunta, pese a que cada vez hay más espacios y mayor difusión de esta literatura, la cual, por cierto, experimenta un relativo resurgimiento desde hace unas tres décadas.

Ningún idioma es superior a otro, explica a La Jornada esta joven nacida en San Juan Chamula, Chiapas. No obstante, considera necesaria una retroalimentación desde el tzotzil, y no es el caso exclusivo de mi lengua, pues sucede con las otras que se hablan y escriben en el país.

Cuando Enriqueta Lunez crea sus poemas, camina entre ambos idiomas, va de la mano de cada uno. De manera espontánea, a veces inicia los versos en castellano, otras en tzotzil. Sin embargo, el hecho de haber aprendido a escribir mi lengua muchos años después, trae deficiencias y, entonces, es ir a través del español a contar en tzotzil.

Cosmovisión indígena

Su obra explora la cosmovisión de su comunidad y de su etnia, pero se trata de un universo vivo y no del pasado. Es poesía encarnada que habla del cuerpo, del rezo, de la danza, de los olores, de los dioses:

Soy la danza/ soy el arpa llorando/ soy el canto/ soy el incienso derramado en un altar con olor a santos/ soy el rezo/ soy la vela privilegiada en este templo/ soy la minúscula parte desconocida por el tiempo.

Mientras duerme, Enriqueta Lunez sueña sus nuevos poemas y, durante el día, en el lavadero, cuando friega la ropa, va construyendo los versos atisbados. Y en un tercer momento, también de noche, los pasa al papel.

“Mis poemas llevan mucho de mí, de mi infancia, de mi adolescencia, de mi familia y de mí como mujer: ‘Sahumo la tersura de tu cuerpo/ ilumino tu próximo destino/ sacio tu ser de notas interminables/ te derramo fermentos exquisitos./ Susurro sortilegios sin que me escuches/ acaricio con los pies el origen inaudito/ manso y benévolo eres/ al otorgarme el último aliento desvestido’”.

Heredera de una tradición ancestral, asume el compromiso de escribir poesía en tzotzil y de hablar de algo mío y de cosas bellas a través de mis textos; también de los vicios de mi comunidad.

Ella alimenta su proceso creativo con lecturas en español y en otras lenguas, pero sobre todo con la tradición oral de su cultura mayense. Su mayor interés es plasmar la cotidianidad de su pueblo, pues la poesía es una síntesis de la realidad.

Aunque comenzó a escribir desde su primera juventud en San Juan Chamula, fue mientras estudiaba etnosicología en la Universidad Autónoma Indígena de México, en Mochicahui, Sinaloa, donde la poesía se quedó en ella de manera definitiva. Mi voz como poeta nació en el norte, concluye.