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Jesús Ibarra describe en libro El jardinero de fantasmas... la conmovedora emotividad del actor

Carlos Ancira era un rusófilo que diseccionaba los personajes

Los estudiantes y los profesionales de teatro deben conocer el compromiso con su trabajo, la manera cómo preparaba sus papeles, hasta revivir fantasmas, dice el autor

Una de sus etapas más sobresalientes fue con Jodorowsky, pues se escenificaron obras de vanguardia, ajenas al gusto del público

 
Periódico La Jornada
Domingo 11 de agosto de 2013, p. 7

Los estudiantes y los profesionales de teatro deben conocer el compromiso de Carlos Ancira con su trabajo, la manera cómo preparaba sus personajes, hasta revivir fantasmas, expresó en entrevista Jesús Ibarra, autor del libro El jardinero de fantasmas-vida y obra de Carlos Ancira, que está en el mercado y llena un vacío informativo sobre uno de los mejores histriones de México.

Carlos Ancira Negrete nació el 20 de agosto de 1929 en México, Distrito Federal. Fue primo de Jorge Negrete; estudió actuación en el Instituto Nacional de Bellas Artes y en el ICT de la ANDA. Fue discípulo de Ricardo Parada de León, Earl Sennet, Enrique Ruelas, Seki Sano y Clementina Otero. Debutó como actor en el teatro en la obra Como la primavera (1948). Al año siguiente se estrenó en el cine con la película Lluvia roja (1949). También trabajó en la televisión. Fue escritor, director y maestro de actuación. Trabajó en 300 obras de teatro, 50 películas, 2 mil programas de televisión y nueve telenovelas. Se casó por primera vez con Thelma Berny Castilla, escritora yucateca con quien procreó dos hijas, Selma y la actriz Patricia Ancira. Se casó por segunda vez con la actriz Karina Duprez, hija de la intérprete Magda Guzmán.

Falleció el 10 de octubre de 1987 en México, DF, a los 58 años de edad, víctima de cáncer.

En su obra, Jesús Ibarra escribió: Carlos Ancira representa, como nadie antes ni después, la más acabada muestra de talento artístico, caracterizada por una conmovedora emotividad y un sentimiento muy particular que dio a conocer en la media década del siglo pasado, seguramente la más fecunda de toda su carrera, donde este actor mexicano llevó a su más depurada expresión la dignidad del oficio al que se comprometió y dedicó esfuerzos por completo durante todos los días de su vida. Ancira, definió Ibarra, fue uno de los grandes actores del siglo XX.

La obra forma parte de la colección Memoria y creación, editada por Escenología. Es una serie de ocho libros de diversos temas teatrales orientados a la investigación y formación de creadores escénicos, y también de interés para el público en general. El primer libro es El jardinero de fantasmas... realizado con el apoyo del estímulo a la producción de libros del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (CNCA)-Instituto Nacional de Bellas Artes (INBA).

Añadió que Ancira vivió todos los personajes de una manera tan real como si fuese propia, a tal grado que aún muchos lo recuerdan por esa enorme carga emocional y fuerza interpretativa que impuso a su genial creación de Papritschin, en El diario de un loco, de Nikolái Gogol.

Narrado con gran soltura, el texto es acompañado por fotografías que dan fe de la vida y obra de un actor a carta cabal, íntegro, al cual quien lo vio en el escenario le resulta inolvidable.

Se trata del tercer libro de Ibarra, para quien investigar y escribir biografías “es rescatar estas figuras que son parte de nuestra historia cultural, del cine y del teatro. Para que no caigan en el olvido

“Para realizar este libro hubo un problema. Este proyecto lo concebí en 2005 y lo tuve que posponer porque no localizaba a Karina Duprez, su viuda, quien era fundamental para la información.

Finalmente la ubiqué y pude completar el proyecto. Me abrió su casa, sus archivos fotográficos; Selma y Patricia, hijas de Carlos Ancira, también colaboraron con información de su papá y, sobre todo, con datos familiares.

Foto
Fotografía que ilustra la portada del texto, donde Carlos Ancira aparece durante su participación en la obra El pensamiento, de Lonid Andreiev

Una vez realizado lo anterior el proceso tardó un año y medio. “Este es un trabajo literario y periodístico. Me sirvió la experiencia de hacer entrevistas, de consultar bibliotecas y archivos. Creo que la foto de la portada habla mucho de su capacidad actoral. Es de la obra El pensamiento, menos conocida que El diario de un loco, pero no es menos importante. Es una imagen muy fuerte, donde caracteriza, se posesiona del personaje. Hay fotos de El diario de un loco que reflejan sus niveles de posesión de los roles.

“Yo creo que hubo personajes que le llegaron y otros que él buscó. De los que le llegaron están los de las obras más comerciales, como algunas que hizo con Manolo Fábregas: otros él los buscó. Con Karina Duprez él buscó las obras, como Pobres gentes, de Fedor Dostoievsky, o El pensamiento, de Lonid Andreiev. Era rusófilo. Estudiaba los personajes, los diseccionaba, los escudriñaba; estudiaba por qué decía el personaje algunas frases o por qué tenía ciertas actitudes. Así creaba su papel.”

Lamenta haber asistido sólo dos veces a ver El diario de un loco, una en el Polyfórum Cultural Siqueiros y otra en un foro de Querétaro; otra fue Las tres hermanas, de Chejov; Luces de bohemia, de Valle Inclán; La casa de los corazones rotos, de Bernard Shaw, entre otras.

–¿Cómo era su miraba en tanto que actor?

–Profunda. Captaba la atención inmediatamente que pisaba el escenario. Volaba en el escenario.

–¿Su momento de mayor brillo?

–Tuvo varias etapas, pero una sobresaliente fue la que tuvo con Jodorowsky, cuyo trabajo revolucionó el teatro en México, porque se escenificaron obras que no se habían presentado en México. Eran de vanguardia, ajenas al gusto del público de esa época. Les costó trabajo y la censura los obstaculizó, pero lograron ponerlas, como Zaratustra, que ni el mundial de futbol pudo con ella. Llenaban el teatro en pleno mundial.

Médicos y manicomios

“Otra etapa fue la de El diario de un loco, que duró 25 años de representaciones, más la etapa con Karina Duprez, cuando tuvieron sus propias creaciones. No he visto los montajes recientes de esta obra con Mario Iván Martínez y Juan Antonio Edwards... la verdad es que me quedé con la imagen del trabajo de Ancira y no he querido ir a verlos, porque no sé qué reacción van a tener en mí. Tal vez es un prejuicio mío.”

Consideró que el trabajo de Ancira en televisión fue importante, pero fue en el teatro donde manifestó sus sentimientos. “De la televisión fue sobresaliente Los miserables, donde interpretó al posadero malévolo. Ahí lo conocí, pues tenía 10 años y vi la serie, muy bien adaptada. Lo último que hizo fue El camino secreto, donde hacía dos personajes diferentes físicamente”.

Para los jóvenes de hoy incluyó algunos textos de teatro escritos por Ancira. “Para hacer el personaje de El diario de un loco se fue a meter a un manicomio, habló con médicos, convivió con los locos, los entendió y se dio cuenta de que los locos no están tan chiflados”.

El libro se llama El jardinero de fantasmas... porque Ancira decía que en las obras los personajes están muertos y que él les daba vida en el escenario. Decía que los personajes son fantasmas creados por el escritor, pero el actor les da vida.