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A la mitad del foro

Los disparates del poder

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Delegados arrojaron revistas y los estatutos al presidente nacional del PAN, Gustavo Madero, en la asamblea en la cual se aprobó fast track el proyecto que ratifica el voto directo para elegir la dirigenciaFoto Francisco Olvera
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a ni las penas con pan son menos. Gustavo Madero no tuvo que acudir al teclado de las computadoras ni pasar del libro al plan para reivindicar la democracia en México. Francisco, su pariente, enfrentó las burlas familiares y el desdén de los combatientes en la lid de la aristocracia pulquera. Enfrentó nada menos que al señor don Porfirio. Y después de lanzar su Plan de San Luis se fue al Paso del Norte y amaneció revolucionario. Gustavo es de Chihuahua, lanzó una arenga electrónica y demandó un mea culpa al PRI: el reconocimiento de haber errado con la expropiación y nacionalización petrolera; aceptar que el panismo siempre tuvo la razón y la inmensa tristeza reaccionaria vale un Potosí.

Ni revolución ni evolución. Paso al poder inmenso del mercado libre, inexistente, prepotente, imponente. Los caballeros del pacto velan armas; esperan que amanezca tras la interminable noche del calendario electoral y que la razón se imponga sin confrontación alguna. Con debates sí. A su hora. Cuando ya haya pasado el pasmo por el retorno del pasado que resultó recuerdo del porvenir. Enrique Peña Nieto se benefició del bálsamo de Fierabrás y cumple con los asuntos de palacio, que ya no tienen por que ir despacio. Anuncio diario, sin necesidad de heraldo alguno ni de voceros que confirmen la sentencia italiana: “ traduttore, tradittore”. Los pactos y sus impactos obligaron a encontrar citas del nada sentencioso Lázaro Cárdenas, a quien llamaban La esfinge de Jiquilpan los del vocerío sinarquista y falangista.

Revivió el empolvado debate sobre los contratos de riesgo. Pero ahora como argumento de senadores del PRI y becarios de la Fundación Colosio: Lázaro Cárdenas, el gran expropiador, estableció en las leyes reglamentarias de 1940 la participación privada en la exploración y explotación del petróleo, a pagarse con dinero o con una parte de lo encontrado o extraído. Dijeron. Ah, restablecer los contratos de riesgo será acto restaurador de la soberanía, de la propiedad originaria del pueblo, de los veneros de petróleo que escrituró el diablo, pero que expropió y nacionalizó Tata Lázaro. David Penchyna acudió a todas las reuniones de la clase charlista en el ágora electrónica y a cuanto espacio a modo obtuvo en la prensa de papel. Nadie acudió al proceso histórico, al tiempo y las circunstancias del devenir. Algún radical nostálgico del nacionalismo revolucionario habría precisado, en horas de opinar, que la expropiación no fue operación en casa de bolsa y que para extraer el oro negro era indispensable recurrir a los dueños de equipos, capital y herramientas.

En todo caso, no bastaba confirmar dicho imperativo categórico de la sabia virtud de conocer el tiempo (salud, Renato Leduc). Madero exigía rendición incondicional, confesión expresa de que la derecha mocha al servicio del dinero y de la clerigalla siempre tuvo la razón. Y los que comparten el nombre de Jesús se refugiaban en algún hermoso sombrío del sueño de la razón: no aceptaremos cambio alguno que implique reformar el artículo 27 de la Constitución, repetía el conductor Zambrano. Los del pacto al pacto y lo de la izquierda al PRD. Aunque ya se oía a distancia la voz de López Obrador y llegaría la hora de mezclar los sermones amorosos con las condenas bíblicas y las maldiciones tropicales a los traidores a la patria, mercaderes cuya sevicia superaría la de Quince Uñas.

En estos días llegaron a México grabados de Goya, de Francisco de Goya y Lucientes, muestra extraordinaria del genio: Los disparates, serie que nos lanza al rostro en su primera imagen la frase aterradora, reflejo del mundo al revés, de los valores trastrocados: El sueño de la razón crea monstruos. Y lo dice Goya después de la Ilustración, de haber pasado el portento del Siglo de las Luces. Al otro lado del espejo los del Banco de México rehacen sus cuentas y anuncian que no vamos a crecer un modesto 3.5% del PIB, sino menos del 2%, y que se fugaron millones y millones de dólares golondrinos que vinieron a extraer en cortísimo plazo más plata que toda la enviada a España durante la Colonia. Hay quienes aseguran que Felipe Calderón entregó a los gambusinos del gran capital algo más de la quinta parte del territorio mexicano.

Pero de la fantasiosa o fatal privatización de Pemex tratábamos. Ahí coinciden los del pacto: no se privatiza. Cuestión de semántica, dicen los palafreneros de los dueños del dinero. Pero es dictado de la razón, imperativo del proceso histórico y hasta sentido común del capitalismo cuyos augures aconsejan dejar todo a merced del inexistente mercado libre, menos las rentas. Cambiaron tiempo y circunstancias. Adolfo Ruiz Cortines puso coto a los contratos de riesgo y Jesús Reyes Heroles, director de Pemex en el sexenio de Gustavo Díaz Ordaz, les puso fin. Cuauhtémoc Cárdenas es guardián obligado de la memoria y memorias de Lázaro Cárdenas. Sabe que es inevitable adaptar a Pemex a la realidad imperante, a la exigencia del mercado, el consumo y las reservas; a la explotación en aguas profundas y a la menor demanda de crudo por el uso del gas de esquisto y del gas natural explotados por nuestro país vecino.

Pero antes hay que responder a los conversos de última hora al nacionalismo revolucionario, así como a los trasnochados que se aferran al patriotismo como último recurso de los sinvergüenzas. Cuauhtémoc Cárdenas había anticipado su convicción de la urgencia de actualizar el manejo, forma y fondo de Pemex, adaptarnos al uso de energías capaces de responder mejor que los hidrocarburos al cambio que demanda el calentamiento global. Pero se precipitaban los disparates del poder. Y el 9 de agosto, Cuauhtémoc Cárdenas respondió en las páginas de La Jornada. En los últimos días, desde el lado oficial, se han multiplicado las expresiones de que la reforma, que ya pronto se dará conocer, se corresponde con los cambios introducidos en la legislación petrolera a raíz de la expropiación, esto es, en los últimos meses de la administración de Lázaro Cárdenas en 1940.

Es de lectura obligada lo manifestado públicamente por Lázaro Cárdenas en relación a los cambios en las políticas petroleras que se efectuaron en los 30 años que vivió como ex presidente, (sin) que se haya expresado contrario a cualquiera de ellas. Hay que atender y entender: el contenido de una carta que Lázaro Cárdenas dirigiera a Jesús Reyes Heroles, fechada el 30 de marzo de 1968. Manifiesta su solidaridad y firme simpatía personal por la conceptuosa defensa de las atribuciones públicas del gobierno revolucionario, en relación a las responsabilidades del sector privado empresarial. No tienen desperdicio las expresiones afines: “Muy certeras sus palabras de que ‘los hombres del gobierno son servidores y no negociantes. Deben convencerse de que las tareas administrativas y la acción política se dirigen al servicio de la sociedad (y de que) no dejemos por descuido apetito o complicidad, que se transformen en utilidades individuales, que son utilidades de la nación”.

Se agota el tiempo. Hubo quórum de panistas: Javier Lozano olvida la fuga del Chapo y asegura que los tribunales dejaron ir a Caro Quintero. Andrés Manuel López Obrador proclama que Morena es primera fuerza política, no sólo en el Distrito Federal, sino en todo el país. No crecen la economía ni el empleo; aumenta el hambre y más de sesenta millones de mexicanos viven al borde de la pobreza. Los disparates del poder destrozan Sinaloa, Guerrero y Chiapas.

Zapata vive. Pero las organizaciones campesinas abandonaron la plaza, dejaron solo al gobernador Graco Ramírez frente al recuerdo del calpulelque de Anenecuilco.