Opinión
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México SA

Realidad vs. optimismo

¿Buenas perspectivas?

Hacienda y el apetito

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Una familia en labores de pepena en el Valle de Chalco, en el estado de MéxicoFoto José Carlo González
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onfiado en la perspectiva favorable de la economía mexicana y de lo que se está haciendo, el actual equipo económico del gobierno federal –que en buena medida es el de los anteriores– considera que las perspectivas son buenas, la aceptación de México a nivel internacional es favorable, y muestra de ello es el significativo apetito de los inversionistas internacionales. En síntesis, vamos de maravilla.

Qué bueno, pero el problema es que en los últimos 30 años los fundamentales de la economía mexicana no han generado crecimiento, empleo ni bienestar (desarrollo, pues), pero sí han atendido el voraz apetito foráneo, y allí están los resultados: las finanzas nacionales, según ellos, vestidas de esmoquin, y los mexicanos en calzones, si bien les va. De todas formas, ese mismo equipo asegura que a pesar del menor dinamismo (económico) que se observó en la primera mitad del año, tenemos una expectativa para la segunda mitad que se sustenta en diversos indicadores, por ejemplo, el mayor crecimiento de la economía de Estados Unidos, particularmente para la producción industrial, lo cual va a ser importante para la economía mexicana, para la parte de manufacturas y de exportación.

Esa es la visión y la acción gubernamentales: cree en el paraíso, generosamente atiende el apetito de los inversionistas y depende en grado sumo de lo que suceda allende nuestras fronteras. Eso sí, nunca pierde el buen humor, que ni de lejos es compartido en otras espacios de análisis, como en el Centro de Investigación en Economía y Negocios (CIEN) del Tecnológico de Monterrey, campus Estado de México, donde advierten que la economía mexicana ha entrado en una fase de desaceleración que no sólo toca a la actividad industrial.

Contrario al buen humor del equipo económico gubernamental, el CIEN señala que de tiempo atrás se registra el letargo de las manufacturas de Estados Unidos, un claro indicativo de que ello afectaría a su contraparte mexicana. Lamentablemente el sector de la construcción nacional también se encontraba afectado por una crisis estructural, particularmente en la edificación de vivienda. En conjunto, ambos elementos explican la mayor parte de la fuerte desaceleración industrial que vive el país. El riesgo de un retroceso mayor es patente, particularmente cuando se observa que en algunas ramas de la manufacturas se presentan caídas de doble dígito.

El impacto de tal situación en el empleo es patente. Tanto los indicadores del IMSS como los del Inegi así lo comprueban. Entre mayo y julio de 2013 solamente se registraron poco menos de 15 mil nuevos trabajadores en el Seguro Social y, de acuerdo con la segunda de las instituciones mencionadas, la tasa de desocupación en el séptimo mes del año fue de 5.12 por ciento de la población económicamente activa, una proporción superior a la contabilizada en igual lapso de 2012.

Como resultado de lo anterior, el mercado interno enfrenta un escenario adverso, sin empleo ni mejores remuneraciones; las personas tienen menores posibilidades de adquirir bienes y servicios, o de pagar sus deudas. El aumento en la morosidad es el resultado de la desaceleración y vendrá a exacerbar el letargo económico. El costo de la inercia ya se vive en México; trabajar con esquemas de política económica que han mostrado su ineficiencia nuevamente, da un ejemplo de que se necesita transformar a la nación con una óptica distinta. El problema es que las reformas estructurales hasta hoy propuestas no se encuentran bajo dicha lógica.

La reforma laboral ha mostrado que no tiene las bondades esgrimidas por quienes la impulsaron; la creación de empleo depende de mayor inversión, de la apertura de nuevos negocios, del crecimiento empresarial, de mercados más competitivos y competidos. Todo lo descrito no se encuentra en las modificaciones laborales aprobadas, ni en el programa económico para el presente año. Por ello, el gobierno federal deberá realizar profundos cambios a su presupuesto y a su estrategia económica, de otra manera la salida de la desaceleración dependerá del desempeño de Estados Unidos.

El escenario descrito, apunta el CIEN, limita el perfil de la reforma hacendaria que en algunas semanas será presentada al Congreso por el presidente Enrique Peña Nieto. Aumentar o crear impuestos en un entorno de bajo crecimiento terminaría por provocar una contracción económica. El argumento de que el gobierno necesita dinero para impulsar la actividad productiva y el desarrollo social del país debe revisarse con detenimiento. Para que ello sea cierto es necesario garantizar la eficacia y eficiencia del gasto de gobierno, una cuestión que se descuidó durante la administración anterior y que hoy afecta a la gestión actual.

Evitar que lo anterior genere una nueva recesión es fundamental para el gobierno y la sociedad mexicana, la precariedad social no deja margen para una nueva contracción económica, aún si se trata de una pequeña. El costo social de la desaceleración es elevado, pero un retroceso productivo terminaría por minar las bases de la estabilidad social que aún existen en el país. Los signos de ello se pueden ver en algunas zonas de la República, la presencia del crimen organizado y la informalidad así lo indican. El gobierno deberá contemplarlo para intentar revertir dicha tendencia. Detener la desaceleración económica es un paso necesario. El próximo presupuesto y la implementación del Plan Nacional de Desarrollo deben buscar ir más allá de lo que hicieron las administraciones previas; de no hacerlo se corre el riesgo de quedar a expensas de un entorno internacional que aún genera serias dudas sobre su desempeño futuro. El tiempo corre y México necesita nuevas estrategias de política económica y de desarrollo social.

Entonces, mientras en el gobierno federal presumen que los fundamentales son la octava maravilla, que las perspectivas son buenas y que solícitamente atienden el insaciable apetito foráneo, el México real le pasa la factura, especialmente en lo social y, como es costumbre, no tiene con qué pagarla.

Las rebanadas del pastel

Y si de fábulas se trata, allí está la de Mexicana de Aviación: “Gerardo Badín aseguró que la aerolínea está lista para iniciar operaciones (…) con vuelos a Guadalajara, Monterrey, Cancún y Distrito Federal. A unos días de que se cumplan tres años de que dejó de volar, afirmó que existe un plan de negocios para ponerse en marcha…” (La Jornada, Miriam Posada). ¿Quieres que te lo declare otra vez?

Twitter: @cafevega