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La boxeadora, orgullosa de ser referente de su pueblo otomí

Lo mío es callar bocas: La Roca

Los indígenas sí ganamos, aunque a veces nos minimicen, destaca

 
Periódico La Jornada
Martes 29 de octubre de 2013, p. a15

Lo único que ha hecho la campeona mundial Ibeth La Roca Zamora es subir al cuadrilátero, dar la cara y pronunciar un discurso con la gramática de los golpes. Nada más. Ese es el resumen que hace la peleadora otomí sobre su carrera, en la que ha derribado tabúes en su comunidad, en San Cristóbal Huichochitlán, estado de México, y que el sábado pasado tuvo uno de sus momentos más épicos al vencer a una de las mejores del boxeo femenil, la estadunidense Ava Knight.

No hizo mucho ruido su victoria. No al menos como la que producen peleadores respaldados por televisoras y patrocinadores grandes. Lo de Ibeth es un éxito que estalla sordo, con discreción. Pero ella no se queja porque desde que comenzó está acostumbrada a trabajar con ese perfil modesto.

Lo mío es callar bocas, salir orgullosa por mi gente, por mi pueblo, sin necesidad de hacer otras cosas que no tienen nada que ver con el boxeo, plantea como posición de principios.

Ibeth recuerda el episodio de los niños que ganaron el Mundial de basquetbol infantil en Buenos Aires, en comparación con el fracaso de la selección mexicana de futbol.

Ellos habrían pasado de noche si hubiera ganado la selección mexicana; gracias a esa derrota ellos cobraron fama, pone de ejemplo. Yo me identifico con ellos, porque también soy indígena, otomí, y porque creo que por esa condición a veces nos minimizan, pero hacemos la diferencia, nosotros sí ganamos y triunfamos, pronuncia en un arranque de orgullo.

Ibeth tuvo dificultades, frecuentes para las mujeres que eligen un deporte considerado masculino. Salirse del curso de las expectativas para las mujeres de su comunidad le hizo padecer mucha presión social.

No se quedaba en casa a atender a los hombres de su familia, prefería pasar horas entrenando. No quiso casarse cuando cumplió 18 años, en vez de eso debutó a esa edad como profesional en el boxeo.

Mi situación en mi comunidad ha cambiado mucho, ahora me consideran un referente, sobre todo las mujeres; me doy cuenta de que hay más que quieren dedicarse a otras cosas a las que se supone debemos hacer, refiere.

Hay más niñas en los gimnasios, otras peleadoras ya han debutado, y varias me dicen que quieren estudiar o hacer otras cosas, eso es lo que me hace sentir que ha valido la pena mi carrera.

No es que la dominación masculina haya desaparecido, advierte, pero si las mujeres destacan se empiezan a transformar las relaciones de género. Los hombres comienzan a entender con humildad que la equidad los engrandece, dice convencida.

La exaltación de su identidad indígena es otro de los frentes que le producen orgullo. Insistir que pertenece al pueblo otomí hace de cada victoria una oportunidad para relucir su origen, y eso –considera– ha contribuido a que su gente se perciba de otro modo con los éxitos de La Roca.

Vienen a verme personas mayores de mi pueblo, me felicitan porque dicen que lo que hago pone en alto nuestra cultura, y porque eso ayuda a que los jóvenes no sientan vergüenza de sus orígenes. Eso me llena de emoción.

La noche que venció a Knight, el deportivo Agustín Ramos Millán estaba repleto. Todos coreaban el apodo de Ibeth. Ganó por decisión unánime y conservó el cinturón minimosca del Consejo Mundial de Boxeo. La pelea fue televisada. Pero la evidencia de su éxito, afirma Ibeth, fue que casi todos los que asistieron eran habitantes de los pueblos aledaños a Toluca. Su gente. Eso, para ella, es la otra forma del éxito.