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A la mitad del foro

Los ricos y el pan de muertos

L

os senadores del PAN abandonaron el salón de sesiones del flamante Senado de la República. Afuera, el paso incesante de los maestros señalaba a la Plaza de la República, al campamento montado ahí, a la sombra del Monumento de la Revolución que alguna vez fuera proyecto porfiriano de capitolio estilo Washington para alojar al Congreso de la Unión. Los votos de los senadores de PRI, PVEM y una fracción del PRD bastaron para aprobar el presupuesto de ingresos y devolverlo a la cámara de origen.

Gesto simbólico, voto nulo. Los señores del PAN manifestaron su convicción opositora de organismo cívico, de representantes de la sólida plutocracia, que dijeron ser clase media. Queda pendiente el presupuesto de egresos, el gasto público que define, ilumina, precisa qué y a quiénes ha de beneficiar la recaudación fiscal. El PAN anuncia que se incorporará a las solicitudes de amparo que interpongan empresarios, comerciantes y ciudadanos. Gesto de oposición jurídica, de agraviado y no de representante de esos ciudadanos. Los ricos, los dueños del dinero, la plutocracia que quita y pone gobiernos, no confunde su papel. El Consejo Coordinador Empresarial expresa tajantemente su rechazo a la aplicación de nuevos impuestos, dicen en ostentoso y agresivo desplegado.

Que dichos impuestos no tienen sustento técnico y económico, mezclan fines recaudatorios y políticos con el supuesto objetivo de resolver problemas sociales o de salud pública, metas con las que estamos de acuerdo, pero que requieren de políticas integrales. Que van a cumplir, como siempre lo han hecho, afirman. ¿Y los privilegios que presuntamente se eliminarían? ¿Y las devoluciones afamadas, tanto como las consolidaciones que les permitían meter en el mismo costal las pérdidas de empresas satélites para que las utilidades corporativas se desvanecieran? De las utilidades de operaciones en la Bolsa de Valores, la compraventa de Banamex y la de Corona, libres de impuestos, de eso ni hablar. Eso, por lo menos, quedó atrás al establecer la reforma hacendaria que tendrán que pagar 10 por ciento de impuesto las utilidades de operaciones en el templo del becerro de oro, en la Bolsa de Valores, catedral del capitalismo financiero.

Falta el presupuesto de egresos. Y el diablo está en los detalles. Hoy en día lo único seguro es que la derecha y la izquierda se confundieron en el hoyo negro del centro, en la vacuidad que llevó a los del priato tardío a aceptar la muerte de las ideologías, dejar que la economía dictara la política, rechazar hasta la pluralidad que los hizo definirse partido de clases, no de clase; a reducir la justicia social a frase demagógica. Y, finalmente, entregar el poder a la derecha que no teme decir su nombre, a los de la brega de eternidad que durante 12 años demolieron las instituciones del poder constituido y no pudieron acabar con el Estado surgido de la Revolución y la Reforma, a pesar de haber impuesto el falso estado de excepción y sembrado de cadáveres el territorio nacional.

Ver a Gustavo Madero y Ernesto Cordero conducir a senadores panistas en el gesto inocuo de abandonar el salón de sesiones del Senado, dejar el campo libre para que Emilio Gamboa exhibiera inesperadas, increíbles, cualidades de negociador para convencer al número necesario de senadores del PRD. Es ver a través del cristal del infantilismo democrático, o aceptar que la buena fortuna de haber instaurado un sistema plural de partidos derivó del poder de la plutocracia que se aburrió de pagar como siempre a un gobierno de cómplices y optó por un gobierno de gerentes. Quién iba a decir que en la segunda alternancia veríamos a la fracción más radical de la izquierda aliarse con el penoso panismo y coincidir con la cúpula empresarial en su rechazo a todo aumento de impuestos, en la condena al endeudamiento del sector público.

Y quién imaginaría que Luis Videgaray favoreciera incrementar el ISR y no imponer el aumento al consumo, el IVA a medicinas y alimentos. Se acabó el cero déficit. Pero en el vértigo de votar las iniciativas de reformas enviadas por Enrique Peña Nieto, las reglas no escritas del pacto y el sentido común han impuesto concesiones, ceder y conceder, tanto al PRI como a PAN y PRD. No es poco lo cosechado, la aprobación de la reforma laboral, la reforma educativa y la hacendaria. No hay marcha atrás. Pero sigue el conflicto con la coordinadora, a la que se sumaron secciones de entidades donde la CNTE nunca tuvo presencia. El conflicto ya impide que se cumpla cabalmente con el censo del Inegi para saber cuántos alumnos y escuelas hay, cuántas carecen de luz, de agua, de servicios elementales; saber por fin cuántos maestros hay en el aula.

Más allá del rechazo a la evaluación o los cargos nebulosos de supuesta privatización, o de un sistema impuesto por la OCDE, el reclamo por hacer ellos mismos las reformas adecuadas a la diversidad étnica, geográfica, social, de usos y costumbres, exhibió la incapacidad de gobernadores en el manejo de los recursos asignados al gasto educativo. Y en aras de avanzar, el gobierno de Enrique Peña Nieto resolvió que el pago de nóminas esté a cargo del gobierno de la República. Un paso atrás para el federalismo. Y, paradójicamente, la derecha panista propone eliminar las institutos electorales de todos los estados para concentrar las facultades de organizar las elecciones locales, estatales y nacionales en un órgano central: el instituto nacional de elecciones que sustituiría al IFE.

La reforma política reducida a sempiterna reforma electoral. El IFE es uno de los logros incuestionables del reformismo que abrió paso a la alternancia, que reivindicó la separación de poderes con pluralidad mediante la cual no hay partido con alguna mayoría en ninguna de las dos cámaras, y elecciones de gobernadores con poder territorial incontestado en los estados de la Federación. No es el poder caciquil de un priísmo al que los panistas ya deberían erigir altares de día de muertos, con flores de cempasúchil y ofrendas de corundas, sacahuiles, calabaza en tacha y pan de huevo.

El poder del dinero reta al poder político. Y el poder del caos anarquizante, sea el del crimen organizado o el de grupos de defensa o mercenarios con escapulario o licencia de los señores feudales de la modernidad rural, de la globalidad financiera. Es la impotencia de gobernantes sin vocación política ni voluntad de poder. Es la timidez del oaxaqueño Gabino Cué, la desfachatez del guerrerense Ángel Aguirre Rivero, el insolente desdén del sonorense Guillermo Padrés Elías, la frivolidad aristocratizante de Manuel Velasco Coello, la vanidad viajera de Roberto Borge Angulo. Es la prepotencia minera y monetaria de Germán Larrea, el ánimo del inquisidor Castañón de la patronal. Es el cortejo de la clerigalla que bendice al becerro de oro y quema incienso al paso de Claudio X., vocero de la plutocracia.

En Michoacán atacan instalaciones de la Comisión Federal de Electricidad y dejan sin luz a medio millón de habitantes. Los caballeros templarios campean por sus fueros. Y la senadora Luisa María Calderón, hermana del que incendió el país y se fue a Harvard, declara que Fausto Vallejo, gobernador de Michoacán, tiene relaciones con el crimen organizado... él o sus parientes, dice. Vallejo asegura que demandará por difamación. Y el procurador Jesús Murillo Karam afirma que han rescatado Michoacán, que ya se puede circular por sus carreteras. Buen viaje.