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Ver día anteriorDomingo 17 de noviembre de 2013Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Dos elecciones importantes
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ste domingo Chile elegirá presidente, diputados, consejeros: el voto será voluntario y, si fuese necesaria una segunda vuelta para escoger el primer mandatario, se hará una nueva elección el 15 de diciembre. Por su parte, Honduras también elegirá su presidente y sus parlamentarios el 24 de este mes. Ambas elecciones son muy importantes por el papel estratégico de los dos países, ya que el primero ha sido y es, desde el golpe de Pinochet, bastión del conservadurismo latinoamericano y participa de la Alianza del Pacífico –junto con Perú, Colombia y México–, que es un organismo utilizado por Estados Unidos para contrarrestar la Unasur y el Mercosur, donde están Venezuela, Ecuador y Bolivia, además de países con gobiernos más moderados como Argentina, Uruguay, Brasil, Guyana, Surinam, y también Chile y Colombia, más o menos como caballo de Troya. Honduras, por su parte, que Estados Unidos utilizó como base contra la revolución cubana y, después, para la guerra contra los sandinistas y el apoyo a los contras, y donde un golpe militar apoyado por Washington derribó al presidente Manuel Zelaya porque pensaba modificar la Constitución reaccionaria, es una pieza clave en Centroamérica y la región para el Comando Sur del Pentágono, que allí tiene una enorme base militar que controla el Caribe y toda la región.

En Chile no hay dudas de que la ex presidente socialista Michelle Bachelet será la vencedora, probablemente, en la primera vuelta, ya que la candidata de la derecha –Evelyn Matthei, hija de un general pinochetista– no va más allá de 20 por ciento en las encuestas, pues ni siquiera cuenta con el apoyo de toda la derecha y el mismo presidente Sebastián Piñera no la sostiene demasiado para no quemarse. Las continuas movilizaciones obreras y estudiantiles cambiaron el más que conservador panorama político chileno durante la presidencia de Piñera y desgastaron no sólo a la derecha del país sino también a la derecha de la Concertación, cuya candidata es Michelle Bachelet, ya que el peso de la Democracia Cristiana y del ala más conciliadora con el pinochetismo en el Partido Socialista se redujo, y la misma Bachelet se izquierdizó ligeramente e hizo algunas concesiones programáticas al movimiento estudiantil y a los sindicatos. Los estudiantes secundarios –los más luchadores y radicalizados–, sin embargo, se niegan a votar por la Concertación y, algunos de ellos, apoyan a Marcel Henri Claude Reyes, candidato del Partido Humanista y de varias organizaciones libertarias, que es un economista ecosocialista partidario de la estatización del cobre, mientras las dos organizaciones que los agrupan proponen la abstención o el voto nulo.

En cuanto a los estudiantes universitarios, durante un breve periodo liderados por jóvenes comunistas, como Camila Vallejo o Karol Cariola, están ahora dirigidos por estudiantes libertarios y sin partido desde que el Partido Comunista declaró que se integraría a la Nueva Mayoría que apoyará a Michelle Bachelet y se alió con la misma para entrar en el gobierno. Por lo tanto, las organizaciones estudiantiles en la Universidad de Concepción, en la Católica o en la de Chile, no votarán junto a los partidos de la izquierda tradicional. Sin embargo, ni Marcel Claude ni Marco Enríquez Ominami, socialista de izquierda, van hasta ahora más allá de un posible 10 por ciento de los votos. Por otra parte, los socialistas y comunistas han conquistado la dirección de importantes sindicatos obreros. Siendo el voto voluntario –lo cual hace prever una amplia abstención– habría que medir con precisión qué sectores sociales optaron por no votar, dónde se concentran, cuáles son sus motivaciones y cuál es la relación que mantienen con los que, mayoritariamente, votarán por Bachelet esperando un cambio que abra el camino a una Constituyente y también a una modificación del rumbo de la política económica neoliberal de la derecha, de su política privatista en el plano de la educación y, asimismo, de la política internacional, estrechamente ligada a Estados Unidos.

Independientemente de la moderación de Michelle Bachelet y de sus tibias intenciones de reforma, habría que ver también si su triunfo, cuando la situación económica empeora y el precio del cobre cae, no facilitará y hará crecer la ola de exigencias populares que ha sido y es la base de su triunfo en las urnas.

En Honduras, en cambio, algunas encuestas dan como ganadora a Xiomara Castro, esposa de Manuel Zelaya y candidata del Partido Libre, nacido del Comité de Resistencia al golpe que dirigió la lucha contra la dictadura cívico-militar que depuso a su marido. Pero la intervención cotidiana de la embajadora estadunidense a favor de la derecha y del orden oligárquico, así como el ninguneo de la prensa a la campaña de la izquierda, preanuncian que, si la diferencia a favor de Castro no fuese aplastante –lo cual es difícil– habrá un amplio fraude que le impedirá a la candidata de la izquierda reformar la Constitución y adoptar las medidas sociales que exige urgentemente la situación de miseria de la mayoría de los hondureños. Ante esa posibilidad de nuevo fraude blanco, ¿dejarán los campesinos y los obreros que les quiten un triunfo legítimo en las elecciones conseguido con tanto esfuerzo y sacrificios? ¿Cuál será la reacción de los países sudamericanos que apoyaron a Zelaya en su momento? Un fraude descarado y la resistencia al mismo podrían abrir una etapa de duras luchas en Honduras en una zona, como Centroamérica, muy golpeada por la crisis económica capitalista. Esa nueva crisis podría repercutir en Estados Unidos, donde los hondureños y otros centroamericanos forman parte importante de la inmigración y son las principales víctimas de las políticas capitalistas. En ese caso estaríamos ante otro escenario.