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El Arcángel Rodríguez
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El reportero Jorge Caballero aporta una primicia: Sixto Rodríguez (en la imagen) hará su música en México ¡en vivo!, el próximo marzo, como parte del festival Vive Latino
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Periódico La Jornada
Sábado 7 de diciembre de 2013, p. a16

¿Un músico que sea mejor aeda que Bob Dylan? ¿Un artista combativo que realmente pertenezca a la clase obrera y no sea sólo un working class hero como Lennon?, ¿un creador tan poderoso que, como Juan Rulfo, solamente haya necesitado hacer dos obras para pasar a la posteridad?, ¿un hombre cuya música es superior a la de Bob Dylan, John Lennon y muchos semidioses y que es una persona sencilla, humilde, feliz sin más?

Helo allí: va caminando por las calles de una ciudad empobrecida; todo vestido en negro asemeja a un personaje de Edgar Allan Poe, en específico: el mismísimo cuervo de Poe, que convertido en humano dejó su condición de arcángel para erigirse como uno de los más grandes músicos de la historia, pero sin dejar de vivir una vida feliz por sencilla, porque sin temor a exagerar, la obra de Sixto Rodríguez está colocada más allá de todo parámetro para instalarse en la condición idéntica donde moran los clásicos. Sus únicas, maravillosas, dos obras maestras: Cold Fact y Coming from reality.

El hombre camina semiencorvado, arrastra los pies impelido por la rudeza y peligrosidad resbaladiza del hielo sobre el piso. Nieva de manera inclemente y pone roja la epidermis de ese rostro solitario y es albañil su cuerpo y su caminar es consuetudinario: ni cansado ni cansino, así le gusta caminar, incluso cuando no hay nieve y el piso está lisito: arrastrar los pies, tambalear cada paso como si transportara un peso formidable, como si cargara sobre su espalda los pecados todos de la humanidad, que documenta en sus poe-canciones, donde habla de drogadictos sin que él lo sea, de opresores y oprimidos y él no representa a los segundos, ES humilde en su condición económica pero sobre todo posee el don de la humildad.

Como dicen los maestros del budismo, está en el flujo hacia la iluminación. De hecho, es budista sin saberlo: el camino óctuple lo domina, los preceptos los tiene cumplidos, practica el amor incondicional. Quienes lo conocen de cerca lo definen bien: es un sabio y es un profeta. El Arcángel Rodríguez.

Han transcurrido cinco meses desde que se estrenó en México el maravilloso documental Buscando a Sugar Man y ha sucedido lo que tenía que suceder: el mensaje de Rodríguez ya ha llegado a nosotros y él no se ha convertido en lo que no es y ni le interesa ser: un rock star, una figura mediática, un fenómeno. Se ha añadido a las opciones de gusto musical un elemento valiosísimo y trascendental. Hoy más personas conocen la historia de Sixto Rodríguez, pero muy pocas conocen bien su música, así como muchas personas saben de Juan Rulfo pero no han leído su obra que, además, consta solamente de dos libros, de pequeño formato ambos por cierto.

La historia de Rodríguez es, como dice uno de los testimoniantes en el filme, tan rara que parece imposible de creer: un músico fuera de serie cuyo segundo disco nadie lo compra y en consecuencia lo despiden, tal y como había profetizado en una de las canciones de ese disco.

Como es sabio, se dedica a lo de siempre: oficio albañil y lo que se ofrezca, lo que nadie más quiere hacer, como quitar la caca de donde estorba. Y así, condenado al anonimato en paradoja a que su obra es extraordinaria, de repente una muchacha viaja a Sudáfrica para visitar a su novio y en su maleta lleva un ejemplar de Cold Fact, el primero de los dos únicos discos de Rodríguez y se convierte no solamente en héroe inspirador de la revolución contra el apartheid, sino también en leyenda: que Rodríguez cantó en escena sus versos de despedida, contenidos en una canción que había grabado y delante del público se bañó en gasolina y se inmoló. Aunque rashomonianamente, otra versión se lleva el índice y el pulgar a las sienes, simulando un revólver, y dispara, en plena escena, delante de su público.

La de Rodríguez es la historia que todo reportero quisiéramos encontrar, investigar y narrar. Es una historia hermosa. Una lección de vida. Un tesoro que nos aportará beneficios durante lo que nos reste de vida.

Un reportero dio con Rodríguez con la complicidad de un melómano, este último de apellido Segerman, pero como fue gracias a él, al repartir las copias del disco que llevaba la amorosa en el avión, ayudó a convertir en éxito multitudinario al autor de la canción Sugarman, le dicen ahora así, Sugarman, en homenaje y guiño.

En Sudáfrica, los periodistas se afanaban en demostrar que ese no era Rodríguez, porque el verdadero se había inmolado, pero cuando lo escucharon cantar, callaron. Rodríguez dio 30 conciertos, fue mimado, tratado como superestar, pero no le acomodó la suite de lujo ni la limusina ni el dinero que ganó: lo repartió entre sus familiares y amigos.

Su historia va en sentido contrario a la idea que casi todos quieren: que Rodríguez hubiera tenido éxito comercial y fuera, como los superestars, multimillonario y famoso y tuviera muchas mujeres y muchos coches y muchas casas.

Rodríguez el sabio, el monje budista sin serlo, el arcángel laico, tiene el control sobre su ego, hace a un lado todos los velos de ignorancia, tiene mente clara y flexible y sabe que la realidad es invencible, y como no podemos cambiar la realidad sino la manera como reaccionamos a ella, Rodríguez se dedica a su oficio de albañil, a limpiar de caca los lugares que otros no quieren limpiar y a caminar semiencorvado por las calles de Detroit, para cumplir su misión en este plano terrenal: enseñarnos que es posible tener una vida feliz y sencilla.

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