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La biología no es una técnica
E

l ascenso y la consolidación del evolucionismo desde inicios del siglo XIX fueron confiriendo al estudio de los seres vivos una dimensión nunca antes conocida. La teoría de la evolución, desde Lamarck hasta Darwin y de ahí hasta la actualidad, transforma la concepción del mundo en la medida en que unifica e interpenetra las dimensiones espacio-tiempo en una nueva forma de explicación de la vida, que es profundamente revolucionaria. El evolucionismo, a lo largo de sus ya más de 200 años de existencia, ha producido una cantidad de nuevos conocimientos y de líneas de investigación, así como reforzado las ya existentes en una proporción que probablemente ninguna otra teoría científica haya generado en la historia.

Es cierto: muchos biólogos han desarrollado teorías racistas, sexistas y clasistas como resultado de vulgarizaciones del evolucionismo, y algunos de los conocimientos de esta ciencia han sido utilizados para siniestros fines discriminatorios, de destrucción (como la guerra baceriológica) y explotación desmedida de la naturaleza. No obstante, podemos decir que la biología es refutación del dogma, invitación a la crítica, a la autonomía de pensamiento; es renovación constante de la concepción del mundo; es praxis. La biología es, o debe ser, una forma de negación de todo conformismo y concepción estática y fija del mundo; en la biología, en el estudio científico de los seres vivos atravesado por el evolucionismo, se encuentra, tanto real como potencialmente, una de las más eficaces fuentes de refutación de la ideología y de la fetichización, es decir: de las falsas representaciones del mundo.

Por ello resulta lamentable observar que la imposición de la hegemonía neoliberal ha traído como una de sus consecuencias la implementación de concepciones y prácticas de las ciencias biológicas cada vez más cercanas a la técnica. En demérito de la biología como esa concepción abarcante y revolucionaria derivada de las teorías de la evolución, y en más demérito de una ciencia dirigida a las necesidades e intereses de los pueblos del mundo, se fortalece la convicción de que la biología debe ceñirse a los aspectos más comercializables y mercantilizables, al conocimiento técnico que proporcione meras herramientas para la utilización de la vida como fuente de ganancia.

Algunos claros ejemplos de esto están en la biotecnología, la genómica y la biología sintética, que encuentran en la manipulación del material genético el único referente para conocer el mundo vivo, y en la comercialización de los productos de esta manipulación el objetivo final de todo conocimiento en biología. No es de extrañarse que sean estos campos relativamente recientes los que están siendo impulsados por grandes empresas trasnacionales, ya sea en las industrias agrotecnológica, farmacéutica, alimentaria u otras.

Esto cobra importancia en la educación superior, donde se han comenzado a desarrollar políticas favorables a un aumento en la tecnificación de la biología, lo cual es un contrasentido, si atendemos la tesis de que la biología es concepción global del mundo. Es, prioritariamente, un refuerzo de una concepción de la educación superior que merma el nivel cultural del profesional al orientarlo al aprendizaje de habilidades meramente técnicas, adquiridas de modo que desvinculan el proceso enseñanza-aprendizaje de su contexto social total, preparando, en cambio, sólo fuerza de trabajo medianamente calificada.

En este sentido, se espera que el biólogo tecnificado, en el contexto laboral y social actual, se constituya como un ser unidimensional, capaz de realizar, en el contexto de la empresa privada o privatizante, trabajo siempre abstracto, de limitarse a la tarea de colectar y recibir datos y cifras, y procesarlos con una comprensión menos que somera de los mismos, capaz de reproducir condiciones experimentales desvinculadas del mundo; de relacionarse con sus objetos de trabajo de manera rígida, superficial, fragmentaria, inmediata, simple y enajenada; de integrarse a burdas relaciones de trabajo mando-obediencia en la que le toque ser la parte del objeto obediente. De sujetos preparados para realizar tales tareas, el capitalismo no requiere que sean capaces de producir conocimiento original ni elaborar concepciones críticas y globales del mundo, nunca de explotar su capacidad de pensar autónomamente.

En contra de estas tendencias, afirmo que el biólogo debe poseer el perfil de sujeto poseedor de una comprensión profunda sobre el mundo vivo, con pensamiento crítico, autónomo y un nivel cultural elevado; con conocimientos de historia, filosofía y sociología de la ciencia, siendo capaz de generar conocimiento e ideas propias y de promover y fomentar esas capacidades en las generaciones jóvenes. Un sujeto comprometido socialmente, capaz de hacer suyos los problemas éticos, políticos y sociales que deben empapar la formación del profesional en ciencias biológicas.