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¿La Fiesta en Paz?

Porteño, una historia de amor

De San Isidro y otros santos

Oro, seda, sangre y rol, radio taurino independiente

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En Madrid se siguen haciendo bolas por lo que se refiere a un toro con edad y trapío que dé espectáculo. Entre el elefante con cuernos y el ratón con plátanos, el elefónFoto Ángel Sainos
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n otra feliz iniciativa del Instituto Tlaxcalteca de Desarrollo Taurino, que dirige Luis Mariano Andalco, en días pasados se efectuó un merecido homenaje al matador de toros oriundo de Acapulco y apizaqueño por adopción, Antonio Sánchez Porteño, en el bello y funcional Centro Cultural La Libertad, de Apizaco, al cumplirse medio siglo de una hazaña que no ha vuelto a repetirse.

En efecto, el 31 de mayo de 1964, en el festejo que cerraba la Feria de San Isidro, el fino e inspirado novillero mexicano se encontró con un bravo y noble astado –Ganador, del marqués de Albaida– al que entendió, templó y bordó de principio a fin con capote y muleta, coronando su labor con una gran estocada que obligó al público a ovacionarlo de pie y exigir las dos orejas, mismas que fueron otorgadas sin reparo por el presidente, no con la cretina insolencia de uno de los que hoy inmerecidamente ocupan el palco de la autoridad en Las Ventas: un tal Justo Polo.

Aquel rotundo triunfo de Porteño adquiere más relevancia porque no eran tiempos de figurines, sino de figurones como Paco Camino, Santiago Martín El Viti, Diego Puerta o Manuel Benítez El Cordobés, quien sólo 11 días antes había sufrido una seria cornada en esa misma plaza la tarde de su confirmación. Sin embargo, la maldición de la Malinche sigue cayendo sobre la torería mexicana y el caso de Antonio Sánchez no fue la excepción, por lo que tras aquella clamorosa, histórica y promisoria salida en hombros por la puerta grande de Las Ventas, Porteño carecería, como tantos, de un apoderamiento con la suficiente habilidad y fuerza para convertirlo en la figura que estaba llamado a ser. De los empresarios ni hablar.

Pero como todo artista, Antonio traía el arte por dentro o, si se prefiere, un amor creador y multiplicador que requiere nutrirse de otras artes y de otros artistas, y retirado de los ruedos continuó su historia al lado de la bella Rosa María, su novia de siempre y una artista de la poesía, la declamación y la vida, con la que procreó dos lindas hijas. Desde hace años Porteño y Rosita atienden, con calidez y esmero, su acogedor Café París, en Apizaco, pero sobre todo testimonian con verdadero arte, ya cantando, declamando o recordando, su compartido amor incondicional por la vida y su antojadizo devenir.

En Madrid se siguen haciendo bolas, como diría aquel alopécico gurú, tanto en lo referente a combinaciones para la Feria de San Isidro, cuanto a un toro con edad y trapío con más posibilidades para el lucimiento, pero sobre todo con una transmisión capaz de emocionar al tendido, no sólo de preocupar a los toreros. Este año, salvo excepciones confirmadoras, ha continuado, como hace muchos –¿o como siempre?–, el desfile de reses con exagerada romana y amenazantes cornamentas, capaces de tomar dos y hasta tres puyazos arrancándose de largo, pero que al llegar a la muleta acusan debilidad, un recorrido soso, sin transmisión, o genio, esa mansedumbre agresiva.

Ha sido una procesión de toros con poco juego para la faena convencional, y lo peor: para diestros que desconocen o parecen haber olvidado, junto con el público, el siempre importante toreo de aliño, de pitón a pitón, por la cara, a base de doblones menos cursis pero más categóricos y toreros que las poncinas del abusivo divo. Así, salvo el mexicano Joselito Adame, a quien le tocó probablemente el toro más malo de la feria, un mulo de casi 600 kilos de la ganadería de El Montecillo y con el que hasta el final de la faena atinó a quebrantarlo a base de doblones, los toreros intentaron la consabida faena con toros de muy pobre juego.

Miguel Ángel Perera (Puebla del Prior, Badajoz, 27 de noviembre de 1983), con una tauromaquia precisa, despojada de bisutería y una profundidad hoy casi en desuso, un gusto por estructurar y un sentido del temple casi mexicano –algo le habrá contado su suegro El Capea–, se alzó como el triunfador absoluto del serial al obtener en dos tardes cinco orejas y dos puertas grandes. Ojalá los que figuran en el toreo y las empresas, entiendan que hoy como nunca la fiesta necesita héroes de luces, no figurines que toreen bonito al toro de entra y sal pero incapaces de competir con los deportes extremos. No se hagan bolas: entre el elefante con cuernos y el ratón con plátanos, el elefón.

Este mes celebra su 12 aniversario el programa radiofónico Oro, seda, sangre y sol, que dirige y produce Sergio Martín del Campo Rodríguez, con la colaboración de Ambrosio Muñoz Alcalá y las doctoras Dolores Sánchez Coello y Guadalupe Martín del Campo. Se transmite los domingos, de las 14 a las 15 horas por Radio UAA, de la Universidad Autónoma de Aguascalientes, en la frecuencia 94.5 de FM, y por Internet en www.radio.uaa.mx y www.noticierotaurino.com.mx, con una característica: su falta de compromisos, excepto con un amor pensante por la fiesta de los toros.