Cultura
Ver día anteriorSábado 13 de septiembre de 2014Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Disquero
Vladimir ASHKENAZY
Foto
Foto
Foto
Foto
Foto
 
Periódico La Jornada
Sábado 13 de septiembre de 2014, p. a16

El par de conciertos que ofreció esta semana Vladimir Ashkenazy (Gorki, Rusia, 6 de octu-bre de 1938), en el Auditorio Nacional y en el Centro Nacional de las Artes, con su trabajo como director de orquesta, al frente de la Philharmonia Orchestra de Londres, coincidió con la aparición, en los estantes de novedades discográficas, de su disco más reciente: Walking in the air, álbum sorpresa para muchos quienes no esperaban material de tal talante, en el entendido de que don Vladimir es un músico de altos vuelos pero ahora a baja altura, según los recalcitrantes, con música para cine.

Don Vladimir es gran amigo, de siempre, del compositor londinense Howard Blake (28 de octubre de 1938); de hecho, en el disco se incluye un buen número de partituras que fueron escritas por Howard para don Vladimiro, como parte de un ciclo completo de 24 piezas para piano titulado Lifecycle.

Los tres primeros cortes del disco provienen de las tres películas más celebradas en las cuales Howard Blake es el autor de la banda sonora: The Snowman (Walking in the air); Music Box, del filme The Changeling, y Laura, del gran filme Los Duelistas.

Walking in the air es tan agradable y aceptada por doquier, que el grupo finlandés Nightwish tomó el original, que cantó Peter Auty para el filme referido, y la convirtió en la pieza más exitosa durante mucho tiempo en Finlandia, país al que retornaremos párrafos más adelante.

Además de la gentileza de espíritu que permea este disco, notamos la evidente influencia de Erik Satie en el pensamiento musical de Howard.

Y en la discografía de don Vladimir Ashkenazy encontramos también un álbum fabuloso que se asocia con el programa ruso que trajo a México con su batuta: Russian Fantasy, grabado a cuatro manos con su hijo Vovka.

El inicio de este álbum alcanza dimensiones colosales, pues se trata de la versión para dos pianos que realizó Vovka Ashkenazy de Una noche en la árida montaña, de Modest Mussorgsky, autor de quien existe a su vez una versión fabulosa para piano de sus Cuadros de una Exposición, teniendo en cuenta que él es uno de los más grandes orquestadores en la historia.

Las velocidades increíbles que alcanzan ambos pianis-tas sobre el teclado, la densidad de notas acumuladas, el carácter abrumadoramente delirante de la partitura, hacen de este disco una joya.

Foto

Después del torbellino de Mussorgsky, los Ashkenazy se lanzan con Rachmaninof: la Suite número 1, conocida también como Fantasie-tableux, originalmente escrita por don Sergio Rach para dos pianos. La fascinación continúa con el Valse-fantasía de Mikhail Glinka y la bellísima Fantasía de Alexander Scriabin, ese compositor de obras tan exquisitas que lo confinan a ser un autor de culto.

El clímax del disco: las Danzas Polovetsianas, de la ópera El Príncipe Igor, de Borodin. Un lujo, un manjar, una gozadera.

El encantamiento de esta partitura tan entrañable adquiere nuevos brillos con las resonancias percutidas en el arpa interior de los dos pianos, que tiemblan, hierven, saltan, compelen.

Y para hacer notar la enorme versatilidad, los vastos territorios que domina como músico don Ashkenazy, va la siguiente recomendación de un disco imprescindible por su belleza: Apotheosis: The Best of Einojuhani Rautavaara.

La participación de don Vladimiro está en los cortes 4 y 7; en el primero, como director de orquesta, frente a la Filarmónica de Helsinki, y en el segundo en su condición de pianista, en el tercer movimiento del Tercer Concierto para piano y orquesta de Rautavaara, titulado Gift of dreams.

Einojuhani Rautavaara cumplirá 86 años el próximo 6 de octubre. Es el compositor más importante de Finlandia después de Jan Sibelius (1865-1957), su mentor.

El disco se inicia con una obra sublime, la más conocida de Rautavaara: Cantus articus, cuyo subtítulo lo dice todo: Concierto para canto de aves y orquesta, en tres movimientos: El pantano (una parte de los cantos de aves que suenan a través de una cinta magnetofónica fue grabada en un pantano del norte de Finlandia); Melancolía (donde escuchamos el canto de una alondra) y Cisnes migrando, donde el clamor en coro y el batir de alas y el sonido largo, gutural de sus pescuezos resonando, pone la piel chinita.

Cantus articus se llama porque las grabaciones ocurrieron en el círculo polar ártico, donde habitan aves prodigiosas. Con Rautavaara estamos frente a un autor de música espiritual; en sus títulos siempre figuran ángeles y en su música suenan campanas (a la manera de Arvo Pärt) y uno simplemente vuela, sueña, se eleva.

[email protected]