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Puntos sobre las íes

Carlos Arruza XXXIII

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LAS VENTAS. Un banderillero es alcanzado por el toro durante un corrida en la Plaza de Toros de Las Ventas, en MadridFoto Ap
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ue el tercero

El primero, fue Rodolfo Gaona; el segundo, Fermín Espinosa Armillita y el último, hasta nuestros días, Carlos Arruza El Ciclón, los tres indiscutibles fenómenos de la torería mexicana, cuyos gravísimos pecados fueron arrasar con los españoles en sus cosos, ser requeridos para un titipuchal de corridas y, queriendo aquellos defenderse, decretaron los odiosos boicots.

Eso sí, cuando vinieron a hacer la América, quién o quiénes procedieron en forma tan reprobable, ¿los de aquí o los de allá?

+ + +

Las traiciones del éxito.

Visto que de allá, nada de nada, se vino Carlos pa´cá y, por fin, pudo presentarse en la plaza casi capitalina –El Toreo de Cuatro Caminos– y en la que la suerte le acompañó cortando orejas y rabo de su segundo enemigo, así que lo repitieron el domingo siguiente, tarde en que se presentó el gran torero portugués Manolo dos Santos. Carlos cortó las orejas de su primero, orejas y rabos del segundo y, por fallar con el acero, se le fueron los trofeos del tercero.

¿Por qué tres?

Debido a que el portugués sufrió una gravísima cornada en el toro de su presentación, con rotura de la femoral y contusión de la safena.

Fue de espanto.

Fue esa misma tarde que la afición se dio cuenta del potencial taurino de Carlos y, tan así las cosas, que los llenos eran absolutos cuando se le anunciaba.

Obviamente, que tantos éxitos despertaron un sinfín de pasiones: una gran parte de los aficionados engrosaron las filas de sus partidarios, en tanto que los otros, los eternos vinagres y protestantes le chillaban de lo lindo.

Así es la fama.

Después de tantos sufrimientos, privaciones y asegunes, por fin pasaba de ser un torerito más de la lista, a ser un señor matador de toros que despertaba pasiones como sólo los muy grandes pueden hacerlo.

Contratos en provincias llovían como maná del cielo y, obviamente, también la lana y fue entonces que el demonio de la locura se apoderó de él y comenzó a pensar en el retiro, sabiéndose buen tipo, simpático, pesudo y que había llegado el momento de disfrutar de la vida a todo tren.

Con el dinero que había ganado compró un estupendo edificio en la avenida Balderas, otro más en Juan de la Barrera y también una finca en España y se dedicó, en cuerpo y alma, a quemar billete, todo cuando contaba con apenas ¡28 años!

Se fue, pues, en la plenitud de su poderío taurino, cuando era reconocido como una gran figura en todo el mundo taurino, el 22 de febrero de 1948.

Vaya decisión.

El desorden llegó a su vida tumultuosamente y el dinero que antes le llegaba a raudales así también se le iba y así se las gastó durante algo más de dos años.

Pongámonos en su lugar.

Cuando estaba en activo, mucho recibía y poco gastaba y en el retiro mucho gastaba y poco (en comparación cuando toreaba) recibía.

La vida, por fuerza, llega un momento en que pasa factura, así que tuvo que hipotecar los edificios para poder seguir adelante. En España tenía a su novia, Mari Carmen Vázquez, que sabrá Dios cómo aguantó las idas y venidas de El Ciclón. Allá, con ella, todo iba bien, pero más tardaba en regresar a México que volver a las andadas.

Y así llegó la hora crítica.

Tenía que ser.

No había ya con qué pagar las hipotecas y los pagarés del auto nuevo.

¿Qué hacer?

No había otra más que volver.

Así que tomó el toro por los cuernos, expuso su situación a don Andrés Gago que estaba en México con Manolo dos Santos y le dijo que sí, debía volver a vestir de luces, pero tendría que renunciar para siempre a esa vida tan bonita y agradable.

Así lo prometió y así lo hizo y así se preparó, mental y físicamente, para volver a ser lo que había sido.

Y fue cuando un amigo de verdad le dio una gran lección.

De gran señor.

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¿Quién fue?

Nada más y nada menos que Manolo dos Santos.

El gran torero portugués, todo el arte en sus quehaceres y en sus conductas, antes de viajar a Caracas, le tendió la mano como muy pocos suelen hacerlo y le dio todo el dinero que había ganado en México para que liquidara sus compromisos y le pagara cuando pudiera hacerlo.

¡Ajúa!

(AAB) [email protected]