Opinión
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Isocronías

De ida y vuelta

R

ecién concluidos sus estudios universitarios (filosofía) Diana Bellessi se lanzó a recorrer a pie, o como ella corrige –no son estrictamente sus palabras–: a ratos a pie y a ratos de aventón, todo el continente americano, empresa que le llevó seis años. Regresó como quien dice en el umbral de la dictadura. Cuando tantos partían, ella, que anhelaba el regreso al terruño, se quedó.

Hija de chacareros, de campesinos arrendatarios de tierra, miembro de una familia pobre, al grado de que al llover sobre su techo de lámina la futura poeta veía multiplicarse ollas y cacerolas por todas partes, admite que guarda o durante mucho tiempo guardó (no sé si todavía) cierto rencor social, o de clase, algo que en parte puede verse, según medio inducida por una entrevistadora aceptó, como en verdad amor a lo propio, a los suyos, al origen, al yo esto soy.

Aunque comenzó a escribir desde los 12 años (nació en 1946), siente que el verdadero crecimiento de su poesía –y para ella todo lo es, incluidos sus ensayos, que bien a bien no entiende por qué así algunos los denominan– vino a dársele, y a dársenos, a partir de ese que llamaremos insight o, si se quiere, toma de conciencia.

Ciudadana ilustre –tal el título, el reconocimiento– de la ciudad de Buenos Aires, nombramiento que supo ciertamente agradecer con fino humor y tan sentido como justo reclamo (anotamos sólo uno de los puntos: ¿cómo es que los artistas no tienen derecho a la jubilación?), autora de alrededor de 30 títulos, reunidos en uno solo a la vez precioso y exacto, Tener lo que se tiene, publicado por Adriana Hidalgo (2009), coordinadora de talleres en penitenciarías, acreedora a la beca Guggenheim en 1993, Diana Bellessi piensa que todos vivimos momentos poéticos, sólo que con ellos cada quien hace (de nuevo: no se trata de estrictamente sus palabras) o lo que le nace o lo que quiere. Ella naturalmente, como muchos otros de sus coterráneos que muy pronto vendrán a la Feria Internacional del Libro de Guadalajara, a su país dedicada, escribe.

Todos sabemos: partir es volver: ¿Qué se trae de un largo viaje?/ La dulce nevada última/ que a la primavera anuncia,/ the Polish Ryder of Rembrandt,/ los rostros en el museo/ de inmigrantes, elefantes/ sobre la nave central/ embalsamados en manada,/ y deseos de vivir,/ de volver, volver a casa.