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Resabios del Porfiriato

Es el movimiento laboral más importante del estado en 30 años, destacan

Marchan miles por un día de descanso y mejores salarios

No hay un hospital a lo largo de más de 200 kilómetros de la Transpeninsular

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¡No que no, sí que sí, ya volvimos a salir!, gritaban los jornaleros al pasar frente a los ranchos donde trabajan cotidianamenteFoto Mireya Cuéllar
Enviada
Periódico La Jornada
Sábado 25 de abril de 2015, p. 3

San Quintín, BC.

Más de 5 mil jornaleros agrícolas marcharon a lo largo de 22 kilómetros sobre la carretera Transpeninsular para exigir un salario de 200 pesos diarios y un día de descanso a la semana (actualmente tienen que trabajar los siete días), así como el pago de 20 pesos por bote de fresa cosechado, para quienes laboran a destajo.

La movilización fue el marco de apoyo a la reunión que sostuvieron sus dirigentes con el subsecretario de Gobierno de la Secretaría de Gobernación (SG), Luis Enrique Miranda Nava. Y es la continuación de un movimiento que inició el pasado 17 de marzo, cuando realizaron un paro general y bloquearon durante 24 horas la Transpeninsular, para dar paso al movimiento de trabajadores agrícolas del estado más importante de los pasados 30 años.

Mientras funcionarios y líderes estuvieron reunidos en un salón del restaurante Misión Santa Isabel, cientos de jornaleros esperaron en las inmediaciones del Centro de Gobierno Estatal (la única oficina gubernamental en esta zona, distante 500 kilómetros de la capital, Mexicali). Llegaron hasta aquí caminando sobre la carretera que une el norte del estado (Tijuana) con Baja California Sur, atravesando la península.

A las ocho de la mañana los primeros contingentes salieron del ejido Emiliano Zapata. Se les fueron uniendo los de la colonia Vicente Guerrero y quienes, en autobuses, habían llegado hasta éste último punto desde Maniadero, Santo Tomás, San Vicente, Colonet, Santelmo, Jaramillo y Camalú.

En ambos lados de la Transpeninsular hay grandes campos agrícolas donde se producen fresa, coles de bruselas, pepinos, jitomate, cebollín y moras, la mayoría de exportación. Junto a ellos están las colonias –como se llama a los centros poblacionales como Camalú, donde viven los jornaleros–, y algunos ejidos. San Quintín es jurídicamente apenas una delegación que pertenece al municipio de Ensenada, el más grande del estado en términos territoriales.

No a un alcalde oaxaquita

Ante la gran cantidad de carencias –no hay un sólo hospital a lo largo de más de 200 kilómetros, solamente algunas unidades médicas básicas, donde los jornaleros reciben apenas paracetamol–, sus habitantes han intentado convertirse en municipio con el deseo de recibir una mayor atención. La propuesta recibió el rechazo del Partido Acción Nacional (PAN) en el Congreso local. Un empresario resumió el espíritu de un sector: para qué queremos un alcalde oaxaquita.

Y es que la inmensa mayoría de los jornaleros agrícolas son originarios de Oaxaca. Aunque ya hay algunos de tercera generación (el abuelo vino de esas tierras, pero los hijos y nietos nacieron aquí), se siguen sintiendo oaxaqueños y mantienen muchas de sus costumbres. Durante la marcha de este viernes varias mujeres vistieron su llamativo huipil rojo con listones amarillos y azules, símbolo inequívoco de su origen étnico.

Durante el mitin, frente a las oficinas del gobierno estatal, se exigió salario digno y trato justo en mixteco y triqui. Ahí, en un templete improvisado en la batea de una camioneta, tomaron también la palabra representantes de la Central Independiente de Obreros y Campesinos, del Sutin, del Frente Amplio Social, pero también de San Juan Mixtepec, un municipio de Oaxaca.

Al mencionar a las comunidades locales donde viven los jornaleros, aparecen nombres como San Juan Copala. Y mientras marchan, una pareja –ella tiene siete meses de embarazo– platica que la familia de él llegó en el año 2000 con el futuro padre aún niño, pero que la de la joven está aquí desde hace 30 años. Ella es de ese grupo al que algunos llaman oaxacaliforniamos.

Él viste pantalón de mezclilla y sudadera con capucha (bajo la capucha una gorra de beisbolista), el uniforme de los jornaleros. Es la manera que han encontrado para protegerse durante sus largas jornadas de trabajo, que pueden llegar a las 14 horas bajo el sol.

“¡Zapata Vive! ¡la lucha sigue y sigueeeee! ¡No que no, sí que sí, ya volvimos a salir!, gritan los jornaleros cuando pasan frente a los ranchos donde cotidianamente trabajan. Señoras que parecen tener más de 60 años, con el cabello totalmente cano y la piel más que tostada, caminan al mismo ritmo que los jóvenes, quienes por su edad podrían formar parte de uno de esos contingentes universitarios o ceceacheros que marchan por Paseo de la Reforma en el Distrito Federal.