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Enfocar a la economía
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ace un par de días se hizo pública la revisión de la tasa de crecimiento del producto en Estados Unidos durante el primer trimestre del año. Originalmente se había calculado en 0.2 por ciento en términos anualizados; la nueva cifra es de menos 0.9 por ciento. Hay un constante juego de los números del comportamiento de la actividad económica en todos los países. Las tasas proyectadas y las estimadas se revisan de manera continua.

Esto tiene un significado para los responsables de las políticas fiscal y monetaria; además, es parte de las decisiones de inversión productiva, sobre todo de las empresas más grandes y, también, de las que toman los inversionistas en los mercados financieros.

La situación aparece como un persistente sube y baja que se analiza y manipula desde muy distintas perspectivas: lo que afirman los gobiernos y los bancos centrales, lo que señalan los organismos internacionales como el FMI, lo que dicen los grandes bancos comerciales, o bien, los organismos empresariales y finalmente, el tratamiento que se le da en los centros académicos y en los medios de comunicación, en donde suele perseguirse una finalidad particular.

Hay un argumento que se escucha repetidamente y es que los mercados descuentan por anticipado los resultados de la evolución económica, sea la referida al producto, la inflación, las tasas de interés o el movimiento de los tipos de cambio. Esa supuesta capacidad de anticiparse y actuar en consecuencia es lo que está detrás de ese descuento anticipado y, entonces, quienes pueden hacerlo sacan una ventaja sobre todos los demás agentes económicos que no pueden hacerlo. Esto debería ser parte de los argumentos que defienden a ultranza a las fuerzas del mercado, sólo para ser siquiera un poco consecuentes.

Recientemente Simon Wren-Lewis, de la Universidad de Oxford, discute acerca de las políticas de austeridad impuestas en Gran Bretaña por el gobierno conservador desde 2010. Fue entonces cuando se dio marcha atrás a las políticas fiscales expansivas que se aplicaron para compensar los efectos adversos de la crisis financiera de 2008.

El argumento es que con base en la información utilizada por Wren-Lewis, la austeridad fiscal ha retrasado la recuperación de esa economía, imponiendo además un alto costo social. No obstante, el gobierno afirma que la recuperación se sostiene, precisamente, en dicha política de contracción del gasto público y aumento de los impuestos. El debate, como puede desprenderse de los argumentos de ambas partes, tiene un asidero técnico, pero en última instancia se dirime en el campo de la política. Una muestra de esto puede verse en los resultados electorales de hace apenas unas semanas y que reafirmó el poder de los conservadores. También se advierte en las elecciones regionales en España.

En Estados Unidos el sube y baja de los datos económicos está estrechamente asociado con las decisiones de la Reserva Federal para conseguir, luego de casi siete años, la normalización de la política monetaria mediante el alza de las tasas de interés. Pues bien, el dato del crecimiento del primer semestre vuelve a poner en entredicho el momento en que tal normalización sea plausible. Como se sabe, las condiciones del desempeño de esa economía tienen una repercusión global. Para México siguen siendo decisivas en materia de las exportaciones de manufacturas y de las medidas monetarias relativas a las tasas de interés y el control de la inflación.

Hay un caso interesante para apreciar las circunstancias que enmarcan las oscilaciones del PIB. India reportó una tasa de crecimiento muy grande, de 7.5 por ciento en el primer trimestre del año (por arriba de China). Sin embargo, los analistas consideran que esta expansión parece sobredimensionada, pues está fuera de sincronía con otros indicadores económicos. Concluyen, entonces, que es difícil sacar conclusiones firmes sobre el estado de esa economía.

El PIB se ha convertido en el foco de la atención de lo que pasa en el terreno económico y, por extensión, en el conjunto de la sociedad. Pero este indicador no puede cumplir con esa función, no está diseñado para eso y, en la medida en que se transforma la actividad productiva y con ella las relaciones sociales que acarrea, tiene más limitaciones para expresar la complejidad existente. Esta situación puede aplicarse también al caso de México, donde las revisiones a la baja de la dinámica de la actividad económica son una constante.

La economía global está marcada por distorsiones significativas que se han provocado desde la esfera financiera. Este asunto no se resuelve sólo con mayor regulación. Es muy costoso vigilar mercados tan proclives al conflicto de interés y donde prevalece la información privilegiada. Un dato, entre otros, ilustra la situación: el sector financiero representó 7 por ciento en promedio del PIB de Estados Unidos entre 1998 y 2014, y 29 por ciento de las utilidades generadas en esa economía en el mismo lapso.

Las visiones de la naturaleza de la economía en una ya larga etapa de crisis y recomposición del sistema capitalista se plasman de una manera parcial. Esto entraña una dificultad en términos del conocimiento, pero también una forma específica de control político. Al respecto, hay espacios que se cierran, pero otros que se abren en un entorno de disputas cuyo signo y significado está replanteándose de modo abierto, aunque no de manera unidimensional.