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Lenin (el monumento)
L

a aparición masiva de monumentos de Lenin por toda la URSS en los años 50 y 60 –hasta aquel entonces menos populares que los de Stalin– marcaba un claro giro ideológico iniciado por el 20 Congreso del PCUS (1956) cuando Jrushchov denunció los crímenes de su predecesor.

Los escultores soviéticos los producían en serie apenas con pequeñas variaciones: con la mano en alto o en el pecho, con gorra y sin gorra; tanta era la fiebre que el creador de uno de los Lenines en Dnipropetrovsk (hoy Ucrania) no se percató que el suyo acabó con... dos gorras: una en la cabeza y la otra en la mano.

Hace poco también éste cayó víctima de otro tipo de fiebre (y backlash político): las masivas caídas de monumentos de Lenin en toda Ucrania que marcan un giro ideológico hacia el anticomunismo tardío y la criminalización de ambos totalitarismos (que en la práctica rehabilita al fascismo).

Desde finales de 2013 ya fueron derrumbadas 740 estatuas de Lenin (http://leninstatues.ru/leninopad).

En mayo de 2015 el presidente Poroshenko institucionalizó estas prácticas surgidas espontáneamente tras el Euromaidan con un decreto de descomunización –fruto de la nueva política histórica a servicio de la guerra en Donbas– que estipula la quita de todos los monumentos comunistas en seis meses.

En lugar de Lenin aparecen los atamanes cosacos o líderes nacionalistas; uno quedó sustituido por el monumento a... los soldados ucranios combatiendo a los separatistas pro-rusos (¡sic!).

En los bochornosos tiempos de Goodbye Lenin, welcome the ‘stormtroopers’! es mejor estudiar varias revaluaciones de su figura que –a contrapelo– hubo en los recientes años (más allá de la demonización revisionista/liberal y del culto oficial pre-1989) y si bien difieren en muchos puntos subrayan su actualidad. Echémosles un ojo a algunas:

• Lenin... ¡la repetición! Una de las primeras que en cierto modo rompía el tabú –Marx todavía, ¡¿... pero Lenin?!– fue hecha por Slavoj Zizek (Revolution at the gates. Selected writings of Lenin from 1917, Verso, 2002) que alabando su valentía de abrazar al momento revolucionario a pesar de la situación catastrófica demostrando que no existen fases, ni condiciones objetivas y que no hay que esperar a que la situación madure sino ¡saltar!, llamaba a repetirlo (Kierkegaard): “recobrar el mismo impulso en la constelación de hoy, no para seguirlo –‘¡Lenin está muerto!’– sino salvar su potencial”; para Zizek esto significa mantener el campo abierto, acto vital para la izquierda de hoy, que a diferencia de Lenin ya dejó de cuestionar la forma política del capitalismo: la democracia liberal y teme ensuciarse las manos (New Statesman, 29/10/09), cuando debería –estudiando las contradicciones del sistema– volver a Lenin y empezar desde el principio (New Left Review, núm. 57, 5-6/09).

• Lenin... la deconstrucción. Lars T. Lih –desde una postura menos política– ofreció nuevas miradas a: sus ideas reinterpretando al famoso ¿Qué hacer? (1902), para resaltar mejor su tono no tan elitista y objetivos más básicos: construcción de un partido estilo SPD (Lenin rediscovered, Haymarket Books, 2008); a su figura llevándonos por sus tres etapas –socialdemócrata (1894-04), bolchevique (1904-14), comunista (1914-24)– para concluir que era menos frío y más romántico de lo que se cree (Lenin, Reaktion Books, 2011); a las cosas que se suelen decir de él (“ The lies we tell about Lenin”, en The Jacobin, 23/7/14) e incluso al relato habitual en la izquierda de su gran ruptura con Kautsky que lo llevó a estudiar a Hegel y renovar radicalmente su marxismo, ambas historias mucho menos drásticas (El extraño caso de Lenin en el armario, en SinPermiso, 14/12/14).

• Lenin... las lecciones. En una nueva introducción a sus viejas conferencias 1972-3 (Factory of strategy. 33 lessons on Lenin, Columbia University Press, 2014), Toni Negri subraya un detalle crucial: Lenin fue el único político que seriamente planteó la extinción del Estado (vide: El Estado y la revolución, 1917) y asegura que el leninismo (sic) puede ser configurado como forma política adaptable a diferentes realidades, algo “urgente en contexto del despertar social desde Occupy, Primaveras hasta Grecia”; una confirmación de estas palabras fue el debate suscitado por Ian Birchall ( Lenin: yes! Leninism: no?, en RS21, 2/8/14), dónde resonó también la cuestión “que si Lenin se hubiera acercado a algo tan ‘impuro’ como Syriza” (véase: Louis Proyect, Goodbye leninism, en Counterpunch, 14-16/11/14).

• Lenin... la reconstrucción. Tamas Krausz en su imponente biografía ( Reconstructing Lenin: an intellectual biography, Monthly Review Books, 2015) ofrece, más que un punto central, clarificaciones acerca de sus contribuciones políticas y teoréticas, para concluir que su legado no es cosa del pasado, ya que la tradición leninista del marxismo es la única que, al menos por un tiempo, ofreció una alternativa al capitalismo, aunque según Krausz –contrario a lo que quiere por ejemplo Paul Le Blanc ( Unfinished leninism, Haymarket Books, 2014) que defiende también el uso de leninismo frente a Birchall (“ Leninism, no?”, en Socialist Worker, 6/8/14)– Lenin lo hizo “sin crear un otro ‘ismo’, sólo re-energizando y profundizando los elementos del marxismo que trataba de sepultar el mainstream socialdemócrata”.

Algunos de ellos analizan en su breve introducción al pensamiento marxista (The three sources and three component parts of marxism) escrita para el 30 aniversario de la muerte de Marx.

Allí, casi en el principio, incluye una valiente, incluso soberbia frase que siempre me encantaba: La doctrina de Marx es omnipotente, porque es verdadera (que igual dice simplemente que este es el mejor método para analizar la sociedad en que vivimos...).

¿Pero no es justo un tipo de osadía política e intelectual de la que carece hoy y la que le haría falta a mucha parte de la izquierda que ya aceptó los básicos correlatos ideológicos del mainstrea m democrático-liberal?

Recuperarla sería el mejor monumento a Lenin y a su legado.

* Periodista polaco

Twitter: @periodistapl