Opinión
Ver día anteriorSábado 25 de julio de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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México SA

Insoportable levedad

Videgaray-Carstens

Realidad mata saliva

R

esulta envidiable la seguridad con la que el dúo dinámico (Videgaray-Carstens) y demás genios del gabinetazo resuelven los no pocos problemas económicos y sociales del país, pues es suficiente que los nieguen para, según ellos, alejar el mal, evadir los golpes y librar las consecuencias, por mucho que todos los tiros les salen por la culata.

Todos los nubarrones, todos los estacazos, todas las complicaciones son bateadas con abundante saliva, y asunto resuelto: México va por el rumbo correcto y háganse a un lado, que el futuro promisorio está a la vuelta de la esquina, sin importar –peccata minuta– que en tan sólo dos años –los primeros de Enrique Peña Nieto en Los Pinos– 3.2 millones de mexicanos fueron obligadamente incorporados al ejército de pobres.

Por ejemplo, no hace mucho el citado dúo desestimaba la sacudida cambiaria y el adelgazamiento del peso, pues, decían, se trataba de una volatilidad pasajera que en nada alteraría el fuerte impulso que registraba la economía mexicana, y mucho menos afectaría al motor de las reformas estructurales. Y eso lo afirmaban cuando el tipo de cambio rondaba los 13 pesos por dólar. Hoy esa paridad rápidamente se acerca a 17 por uno, tras nueve récords al hilo en lo que va del año, en demérito, claro está, del bilimbique nacional.

Desde que el gobierno peñanietista se instaló en Los Pinos el valor del peso frente al dólar se ha devaluado en alrededor de 30 por ciento, aunque dice el dúo dinámico que ello es falso, pues lo que en realidad ha sucedido es que el dólar se ha revaluado. De cualquier suerte, los mexicanos –los de a pie y los industriales y comerciantes– pagan 30 por ciento más por buena parte de los productos y/o insumos por ellos utilizados en lo cotidiano.

Desde el arranque mismo del gobierno que prometió mover a México, el ministro del (d) año dice una cosa y la realidad hace otra. Sus tres estimaciones (2013, 2014 y 2015) sobre el crecimiento económico del país han terminado en el suelo, y va por la número cuatro (2016). Aferrado a sus números, trimestre tras trimestre ha mordido el polvo, porque ni uno solo atinó. Así, se crece a un ritmo incluso inferior al del calderonato, lo que ya es decir, pero el ministro no deja de presumir que, ahora sí, el futuro venturoso está a la vuelta de la esquina.

Lo mismo con el zarandeo económico-financiero que registra buena parte de la comunidad de naciones. Que la crisis de allá y acullá nos hacía los mandados, porque aquí los fundamentales de la economía eran sólidos como la piedra, que la disciplina macroeconómico era envidiada por todos y que tantas otras cosas, pero el bienestar de los mexicanos registra caída libre y la fábrica de pobres es la única que produce a todo lo que da.

Y con una cínica sonrisa funcionarios como Rosario Robles presumen la reducción de la pobreza extrema, por mucho que tal descenso sea verdaderamente raquítico: por cada pobre en extremo que dejó de serlo, 37 mexicanos fueron obligadamente incorporados a la pobreza, en una relación de 87 mil contra 3 millones 200 mil, en cada caso.

Pero bueno, en el caso del dúo dinámico (aunque a Robin, en ocasiones, le gira más la piedra) también sucedió con el precio petrolero: decía que su caída no impactaba a las finanzas públicas, que por las coberturas la baja nos hacía lo que el viento a Juárez, que México contaba con recursos suficientes para enfrentar cualquier contingencia, que se trataba de asunto coyuntural y que etcétera, etcétera, pero en cuestión de días anunció el primer recorte presupuestal (124 mil millones de pesos) producto (¡sorpresa!) del desplome de los petroprecios. Y poco más adelante, dio a conocer el segundo, pues en 2016 el recorte presupuestal sería aún mayor (135 mil millones, en vías de empeorar).

Lo anterior a pesar de que el magazo Videgaray arrancó 2015 con con buenas noticias para las familias mexicanas (desaparición del cobro de larga distancia –un ahorro promedio de 46 centavos diarios por habitante–, el fin de los gasolinazos –aunque el precio interno supera en 34 por ciento al externo–, la reducción de 2 por ciento en las tarifas eléctricas y que no aumentarían los impuestos, aunque el IVA a alimentos procesados ya entró en vigor), para poco después notificar a los de por sí famélicos mexicanos que habrán de acomodarse por los recortes al gasto público.

En treinta y dos meses de gobierno peñanietista lo único que ha hecho es endeudarse a paso veloz: alrededor de 2 billones de pesos adicionales al de por sí voluminoso débito público, interno y externo, pero con la volatilidad pasajera que llegó para quedarse ahora Luis Videgaray asegura que el hundimiento del peso no representa un riesgo para nuestra estabilidad macroeconómica, porque hemos diversificado mucho la composición de nuestra deuda pública, lo que, de ser cierto, ni lejanamente exime el pago, con bilimbiques o billetes verdes, amarillos, azules o rojos.

Lo mismo con la inflación: un dato muy alentador en la materia es que en el último mes fue de apenas 2.87 por ciento (junio de 2014 a igual mes de 2015). Cómo se nota que Videgaray y Carstens tampoco son la señora de la casa (EPN dixit) ni pagan sus cuentas con dinero propio, sino del erario, porque la retiquetación está a la orden del día, en buena medida por el efecto devaluatorio. Se pide un imposible, pero valdría que se dieran una vuelta, con cartera propia, por cualquiera de los establecimientos comerciales para conocer de qué tamaño es el problema.

De acuerdo con los más recientes datos del Coneval, 87 por ciento de los mexicanos son pobres y/o socialmente vulnerables, y ese ejército no es obra de la casualidad ni de una volatilidad pasajera o de coyunturas, sino de tres largas décadas de políticas públicas rotundamente fallidas que obligan al gobierno a replantear prácticamente todo, de la A a la Z.

En fin, más productivo sería que genios como los citados resolvieran los problemas nacionales con hechos y no con saliva, porque la ingrata situación del país adquiere color de hormiga. Pero bueno, es mucho pedir, porque si lo de El Chapo finalmente no resultó imperdonable (EPN dixit), lo del desastre económico va por el mismo lado.

Las rebanadas del pastel

Va la información para quienes preguntaron por los sueldos de la titular de la Sedesol, Rosario Robles, y del secretario ejecutivo del Coneval, Gonzalo Hernández Licona: 205 mil 122 pesos brutos y 147 mil 318 netos (más prestaciones) para la primera, y 192 mil 529.51 brutos, 112 mil 405.58 netos (más prestaciones) para el segundo.

Twitter: @cafevega