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Este año han sido ultimados por policías blancos 24 afroestadunidenses: Washington Post

Balas, sangre y arrestos marcan aniversario de la muerte de Michael Brown en Ferguson

Según estadísticas, uno de cada tres negros podría ir a la cárcel en algún momento de su vida

Corresponsal
Periódico La Jornada
Miércoles 12 de agosto de 2015, p. 21

Nueva York.

El aniversario de la muerte del afroestadunidense desarmado Michael Brown, de 18 años de edad, quien fue abatido por un policía blanco en Ferguson, Misuri, en agosto de 2014, fue marcado con marchas, gritos de las vidas negras valen, balas, sangre y decenas de arrestos. Todo culminó con la declaración del estado de emergencia por las autoridades desde el pasado lunes.

Pero para los manifestantes, el estado de emergencia es el de la incesante violencia e impunidad oficial contra los afroestadunidenses en todo el país.

Después de actos pacíficos por el aniversario el pasado fin de semana, las autoridades confirmaron el arresto de unos 85 ciudadanos alrededor de Ferguson la noche del lunes; por lo menos 50 más en la cercana ciudad de San Luis (incluido el reconocido filosofo político Cornel West), y decenas más en actos de desobediencia civil en otras partes del país; mucho de esto nutrido por una balacera la noche del domingo en Ferguson, donde la policía hirió de gravedad a otro joven afroestadunidense al que acusan de participar en el intercambio de fuego.

Por ahora prevalece la calma, pero repleta de tensión e ira.

Sin embargo, debajo de la frágil y relativa tranquilidad en Ferguson, como en tantos otros pueblos y ciudades, permanece la pobreza, el desempleo y la anulación de un futuro para un amplio sector afroestadunidense registrado en los múltiples indicadores socioeconómicos (por ejemplo, recientemente se indicó que mientras 20 por ciento de los menores de edad del país viven en la pobreza, 38 por ciento de los menores afroestadunidenses se encuentran ahí). Pero la injusticia más visible para el mundo contra este sector es la represión violenta a manos de las autoridades.

Desde los hechos en Ferguson, hace un año, poco ha cambiado. En lo que va de 2015, 24 hombres afroestadunidenses han sido muertos por policías, casi siempre blancos, o sea, uno cada nueve días, según un conteo del Washington Post. El caso más reciente ocurrió la semana pasada, cuando la policía mató a Christian Taylor, de 19 años, en Texas.

Eso no cuenta los heridos ni los arrestados con violencia; esos datos no se pueden encontrar, ya que los aproximadamente 18 mil departamentos de policía locales y estatales de este país no registran de la misma manera, si acaso, el uso de fuerza de sus oficiales, reporta hoy el New York Times.

Pero las estadísticas precisas del sistema judicial y penal son más que suficientes para revelar las dimensiones del tema fundamental que se expresa en lugares como Ferguson:

Los afroestadunidenses son 13 por ciento de la población nacional, pero 38 por ciento de la población encarcelada. Se calcula que uno de cada tres hombres negros tiene la probabilidad de ser encarcelados en algún momento de su vida (para blancos, la probabilidad es de 1 por cada 17), según el organismo Sentencing Project.

Uno de cada seis hombres negros ha estado encarcelado desde 2001. De los entre 2.2 y 2.3 millones en prisiones y cárceles federales, estatales y locales (la población más encarcelada del mundo), casi un millón son afroestadunidenses, según la organización nacional de derechos civiles más antigua del país, la NAACP.

Una investigación reciente de datos federales de ProPublica concluyó que jóvenes afroestadunidenses (entre 15 y 19 años de edad) corrían un riesgo 21 veces mayor que sus contrapartes blancos de ser fatalmente baleados por policías.

Michelle Alexander, profesora de leyes en la Universidad Estatal de Ohio y autora de The New Jim Crow, ha insistido en que todo esto no es nuevo, sino la continuación de políticas raciales de un sistema de castas desde tiempos de la esclavitud. “Estados Unidos encarcela un porcentaje más grande de su población negra hoy día que Sudáfrica en los momentos máximos del apartheid”, declaró hace un par de años. En otro momento afirmó: “hoy día hay más africano-estadunidenses bajo control correccional –en prisión, en libertad condicional o bajo fianza– que los que estaban esclavizados en 1850”.

La encarcelación masiva, las disparidades raciales dentro del sistema judicial y la violencia policiaca (o, como se dice más diplomáticamente, el uso excesivo de la fuerza) contra los afroestadunidenses se ha denunciado por las principales organizaciones de derechos humanos y civiles del país y, durante este último año, por decenas de miles en las calles de este país.

El año pasado, la Comisión contra Tortura de la Organización de Naciones Unidas emitió un informe en el que expresaba preocupación por los numerosos informes de brutalidad policiaca y uso excesivo de violencia por oficiales de seguridad pública, en particular contra personas pertenecientes a ciertos grupos raciales y étnicos en Estados Unidos.

Ha llegado a tal nivel el problema y las denuncias, que el propio presidente y otros políticos por primera vez se han visto obligados a abordar el tema de la necesidad de una reforma penal y las prácticas policiacas.

Pero la violencia cotidiana padecida por la comunidad afroestadunidense a manos de las autoridades, combinada con la impunidad de casi todos los responsables (incluido el policía que mató a Brown), ha llegado a un punto inaguantable, afirma una nueva generación de líderes, y ha detonado a lo largo de este último año un nuevo movimiento nacional masivo y diverso, pero unido bajo la consigna de Black lives matter (Las vidas negras valen).

Muchos preguntan qué tanto ha cambiado mientras se celebra el 50 aniversario de la promulgación de una ley que garantiza los derechos al voto para los afroestadunidenses y otros triunfos y actos históricos del movimiento de derechos civiles, si hoy día aún se tiene que entonar el grito de que las vidas negras valen.