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Ver día anteriorSábado 14 de noviembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Apuntes postsoviéticos

El otro lado de la moneda

L

a firme determinación de Rusia de usar las armas para defender sus intereses geopolíticos –como quedó claro desde que comenzó a bombardear Siria con la idea de asegurarse una base naval con salida al Mediterráneo–, tiene, sin embargo, dos efectos negativos: el incremento del gasto militar en detrimento del social y el creciente riesgo de que el Estado Islámico, con cada vez más adeptos entre los musulmanes locales, cometa atentados suicidas en Moscú y otras ciudades.

El desequilibrio presupuestal, en el contexto de una improbable subida de los precios internacionales del petróleo, sostén de la economía rusa, ha merecido estos días duras críticas al Kremlin, incluso por analistas cuya lealtad al presidente Vladimir Putin está por encima de toda sospecha, como es Yaroslav Kuzminov, rector de la prestigiada Escuela Superior de Economía y esposo de la gobernadora del Banco Central de Rusia, Elvira Nabiulina.

Kuzminov sostiene que si no se corrige la actual política, pronto no habrán (nuevos) misiles ni buques de guerra. Comparado con 2012, el gasto militar para 2016 aumentó 72 por ciento, mientras el capítulo de educación superior y ciencia recibirán 78 por ciento menos, igual de deplorable es el financiamiento de la salud pública, lamenta el rector.

A raíz de la explosión de un avión de pasajeros en Egipto, que costó la vida a 224 ciudadanos rusos y que salvo confirmación oficial pocos dudan que se debió a una represalia por los bombardeos en Siria, se suspendieron todos los vuelos de compañías rusas al país árabe y la mitad de los rusos –conforme a las encuestas más recientes– están convencidos de que es ineludible un atentado yihadista de gran magnitud en Rusia. Hace un año sólo 10 por ciento había oído hablar aquí del Estado Islámico.

Por si acaso, la policía de Moscú, San Petersburgo y otras ciudades se encuentra en estado de máxima alerta, mientras se difunden por Internet amenazas de que los yihadistas provocarán pronto, muy pronto un océano de sangre y los rusos reciben cartas, cual correo basura y que busca sembrar el pánico, las cuales advierten que los suicidas ya llegaron a la capital de Rusia y esperan órdenes para inmolarse.

El deterioro del nivel de vida y los vaticinios catastrofistas –sostienen los impulsores del armamentismo ruso– es el precio que hay que pagar si se quiere que Rusia se haga respetar como potencia en el mundo. Y como si fuera de manera casual, dos de los canales de televisión bajo control del Kremlin difundieron esta semana información, sometida luego a censura, acerca del sistema Estatus-6, nueva arma radiológica secreta: un dron submarino capaz de esparcir polvo radiactivo suficiente para aniquilar todo lo vivo en una ciudad como Nueva York.

Los dirigentes soviéticos, en plena espiral armamentista, también soñaban con crear un arma incontestable capaz de romper la paridad nuclear cuando la economía… colapsó. ¿Cometerá Rusia el mismo error?, parece hoy una pregunta pertinente.