Opinión
Ver día anteriorMiércoles 18 de noviembre de 2015Ver día siguienteEdiciones anteriores
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Muescas

Y

o digo que los poetas nunca saben de qué hablan. Como que están atentos a ver qué dicen, o –dicho mejor– a ver qué les dicen las palabras. Pero claro que no estoy seguro. Si estuviera seguro, no lo diría.

Si la poesía no es asombro, si no te despierta y te hace ver que vives en un sueño, entonces ¿qué será?

Con cuánta frecuencia (he venido observándolo enseñando poesía), los poetas se engañan a sí mismos y se dan gato por liebre. Es decir quieren impresionar (acaso impresionarse), en lugar de llanamente vivir (lo que dicen) –sin molestar a nadie.

El poeta sabe que siempre está en riesgo, pero nunca en peligro.

Comunicar, tocar al otro –desde el amor, desde el respeto, pero sin miedo–, es lo que hace (a) un poeta verdadero.

A mi entender la poesía es un arte del tiempo, más cerca de la música que de la pintura. Pero, curiosamente, la pintura –a mi escaso entender– es asimismo arte del tiempo. Vaya, a mi entender, todo arte es arte del tiempo. ¿También la arquitectura? También. Y, para terminar con este asunto, todo arte es arte del sentido del tiempo. Si la poesía no dijera el sentido del tiempo, ¿para qué la poesía?

Somos, nada más, temporalidad. Con sentido.

Toda palabra dice lo que dice y dice, siempre, algo más. Tener conciencia de eso es lo que hace que un poeta sea.

La felicidad es sin duda placer. Pero uno suele confundir el placer con la felicidad. Los vicios nacen de esa confusión.

La poesía no es placer, es, llanamente, felicidad. Y la felicidad se alcanza, no se define.

Sin oscuridad no brillan las estrellas.

Con mayor frecuencia de la que parece se dice que el arte no es útil. Es tanto como decir que el espíritu es inútil.

Toda forma de libertad es, ante todo, forma.