Opinión
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La Muestra

45 años

Foto
Tom Courtenay y Charlotte Rampling en un fotograma de 45 años, tercer largometraje del británico Andrew Haigh
I

lusiones perdidas. A seis días de la celebración de su aniversario de bodas, el septuagenario Geoff (Tom Courtenay) recibe una carta informándole de la sorpresiva aparición del cuerpo de una novia suya fallecida, 50 años atrás, en un accidente en un glaciar de los Alpes suizos. La noticia provoca en el anciano, de salud física y mental deterioradas, la añoranza por una pasión amorosa cuyo duelo creía consumado, y en su esposa Kate (Charlotte Rampling), la enorme turbación de descubrir en su marido un intenso pasado sentimental del que se siente irremediablemente excluida.

45 años, sólido tercer largometraje del británico Andrew Haigh (Greek Pete, 2009; Weekend, 2011), es la crónica minuciosa, día por día, a la manera de Dos amores en conflicto (Sunday, bloody sunday, John Schlesinger, 1971), del colapso afectivo que se produce en una pareja de ancianos, unidos durante 45 años, cuando de pronto se instala en la intimidad largamente conquistada, el elemento disolvente del recelo.

Los preparativos de una celebración que paulatinamente pierde todo sentido, tienen como contrapartida la búsqueda nerviosa y angustiante que hace Kate de todos los indicios que puedan precisarle la naturaleza real de los sentimientos de su marido por la novia desaparecida y por ella misma –compensación sentimental, elección segunda– en la larga vida del sindicalista Geoff, ahora un apacible hombre jubilado y enfermo.

Como en Bajo la arena (François Ozon, 2000), Charlotte Rampling ofrece aquí la emotiva caracterización de una esposa que pierde sus certidumbres afectivas y sus asideros morales al advertir la desaparición, simbólica o real, del compañero sentimental de toda su vida. En 45 años el desasosiego parece, sin embargo, aún más intenso. El compañero conyugal se revela súbitamente como un ser casi desconocido, y las ilusiones de confianza y complicidad total, alimentadas a lo largo de una convivencia de varias décadas, sin la compañía de hijos, apenas la de una mascota fiel, se van disipando penosamente. Quedan tan sólo, como un complemento del árido paisaje circundante, la obligada simulación social, el triste consuelo del deber cumplido, y la pesada carga pesada de un desencanto ya irreparable. Una visión perturbadora de la soledad en la vejez y de la fragilidad de los afectos sin el elemento cohesionador de la confianza. Charlotte Rampling y Tom Courtenay, dos actuaciones soberbias en una cinta que figura entre lo mejor de esta Muestra.

Se exhibe en la sala 3 de la Cineteca Nacional a las 15:30 horas.

Twitter: Carlos.Bonfil1