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El recinto madrileño inauguró su primera gran retrospectiva del pintor francés

Arriban al Museo del Prado las evocaciones poéticas y los cuerpos erotizados de Ingres

Reúne unas 60 obras del retratista y propone un recorrido por lo más relevante de su quehacer

Fue un inesperado fecundador de las vanguardias del siglo XX, define el director del recinto

No era académico o frío, sino apasionado por ser original, opina el responsable de la curaduría

Foto
Ruggiero libera a Angélica, 1819, óleo sobre lienzo de Jean-Auguste Dominique Ingres, perteneciente a la colección del parisino Museo del Louvre, incluido en la exposición del artista francés que ayer fue presentada a la prensa en la capital española. La inauguración será el martes 24 de noviembre y concluirá el 27 de marzo de 2016Foto cortesía del Museo del Prado
Corresponsal
Periódico La Jornada
Sábado 21 de noviembre de 2015, p. 5

Madrid.

El artista francés Jean-Auguste Dominique Ingres persiguió desde joven el sueño de la pintura épica, de las grandes batallas y pasajes históricos, de lo que entonces se pensaba que eran las que más trascendían por su ascendencia histórica.

Sin embargo, en su trayectoria vital y artística, en la que fue un eslabón esencial entre el romanticismo del siglo XIX y las vanguardias que irrumpieron con fuerza en el XX, Ingres (1780-1867) se convirtió en retratista único, con sus evocaciones poéticas y sus cuerpos erotizados en su limbo imaginario.

El Museo del Prado presentó ayer a la prensa Ingres, la primera gran retrospectiva del artista, en la que mediante unas 60 obras propone un recorrido por lo más importante de su quehacer estético.

La relevancia histórica de Ingres la definió con claridad Miguel Zugaza, director del Museo del Prado, quien señaló durante la presentación a la prensa que Ingres fue el último gran discípulo de Rafael y el último soplo de culto al maestro de Urbino. Fue un modernizador clasicista e inesperado fecundador de las vanguardias del siglo XX.

Búsqueda de la belleza ideal

Entre las obras del artista destacan en particular La gran odalisca, que en contadas ocasiones ha salido del Museo del Louvre, y El sueño de Ossian, del museo de Ingres, en la localidad francesa de Montauban. Aunque también figuran algunos de sus retratos y autorretratos más importantes, así como algunas pinturas religiosas e históricas.

Uno de los objetivos de la exposición es mostrar la relación del artista francés con los movimientos artísticos de su tiempo, como el neoclasicismo, el romanticismo y el realismo, pero siempre bajo el manto de una de sus convicciones más firmes y fecundas: la búsqueda de la belleza ideal.

Un principio romántico que sin embargo no le cerró las puertas a nuevas incursiones en otros géneros y estilos, convirtiéndose tiempo después en un creador sin el cual no se entiende la evolución de las vanguardias del siglo XX y la fascinación que provocó en artistas tan importantes para ese periodo como Pablo Picasso y Salvador Dalí.

El comisario de la exposición, Vincent Pomarède, señaló que Ingres no fue un artista estático, académico o frío, a pesar de las apariencias, sino que era alguien apasionado que buscó todas las novedades y siempre luchó por ser original, abordando corrientes de su época como el romanticismo, realismo o neoclasicismo.

Odalisca, gran desnudo femenino

No obstante los retratos, en los que Ingres se inició muy joven, son los que marcaron parte de su carrera y lo auparon como uno de los grandes maestros del siglo XIX, con obras tan importantes como Napoleón I en su trono imperial y La condesa de Haussonville.

Una de las partes más significativas de la muestra es la selección de Mujeres cautivas, en la que su Odalisca expone su visión más sublime de la belleza femenina liberada de toda razón moral; y sin entender ni de mitología ni de historia, se hizo célebre por constituir una invitación directa al placer sensual. Se considera el primer gran desnudo de la tradición moderna, explicó el comisario.

La muestra Ingres, en el Museo del Prado, en Madrid, concluirá el 27 de marzo de 2016.