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El estallido de un cohetón le arrancó a uno un pie y al otro le perforó la espalda

Agrava la burocracia la desgracia que marcó la infancia de Ángel y Rolando

El día primero acudieron a una procesión religiosa en el barrio de Los Reyes Culhuacán

 
Periódico La Jornada
Miércoles 6 de enero de 2016, p. 31

Todo sucedió en cuestión de segundos. Un fuerte silbido precedió la explosión. De entre una nube de humo salieron Ángel y Rolando, dos primos de 12 años de edad, quienes junto con sus familias acudieron, como cada primero de enero, a la procesión de Jesucristo Redentor, en el barrio de Los Reyes Culhuacán, en la delegación Iztapalapa.

De la conmoción, llantos y gritos del aquel día, tras el estallido de un cohetón, sus familiares han pasado largas horas de espera, día y noche, en hospitales. Ángel perdió una pierna y se encuentra en recuperación, pero a Rolando –quien resultó con heridas y una perforación en la espalda, un trámite burocrático le ha retrasado su operación.

Nos dicen que hasta que no tengan la hoja rosa de la alta en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) no lo pueden trasladar de la clínica 32 al hospital de especialidades de Lomas Verdes, contó su tía Teresa Ramírez Silva.

Devotos, todos los integrantes de la familia acudieron el primer viernes del año a la peregrinación anual del pueblo. Iban atrás de la procesión cuando ocurrió la explosión. Dos adultos y los dos menores resultaron heridos.

Primero salió mi sobrino del humo pidiendo ayuda, y después vi a mi hijo, que ya iba cojeando, perdió el pie con el estallido. Corrí hacia él y lo abracé. Lo acosté, lo intenté calmar porque pedía ayuda para su primo, relató su padre Álan Ramírez, quien señaló que fue su hermano quien le brindó los primeros auxilios.

Después el tiempo se hizo eterno. Llegó la ambulancia, el traslado a la Central de Abasto y de ahí en helicóptero al Hospital Pediátrico de Tacubaya. Ángel fue enviado al otro día al hospital de San Juan de Aragón, donde lo operaron y es atendido. Tuvieron que amputar hasta la rodilla, porque traía mucha pólvora, y en Tacubaya nada más le cosieron la herida, no lavaron ni hicieron curaciones, apuntó.

A cinco días del percance, su primo Rolando aún no ha sido intervenido. Su estado es delicado y ha entrado varias veces a quirófano, pero nada más le limpian las lesiones. La perforación que tiene es del tamaño de un puño, explicó su tío.

La familia del menor decidió comprar el seguro y trasladarlo a una clínica del IMSS, después de ir y venir del hospital de Tacubaya al de Balbuena, para agilizar su atención, pero resultó contraproducente.

A mi cuñada le hicieron firmar una hoja para que, en caso de que no fuera derechohabiente, se comprometía a cubrir los gastos. Por eso no entiende para qué estén esperando el alta en el IMSS. Ella sólo quiere que atiendan a su hijo; le preocupa que su estado de salud pueda empeorar, señaló.

Después de los hechos, la familia ha recibido muestras de apoyo de la comunidad, pero también ha sido juzgada, sobre todo en redes sociales. Se ha hablado de que los niños iban jugando con los cohetes, lo cual no es cierto. Somos creyentes de Jesucristo Redentor y acudimos como todos a la procesión. Fue un lamentable accidente y pedimos respeto para nuestro dolor, expresó.