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José Wolffer encabeza charla paralela a la muestra en Bellas Artes

Futurismo, rasgo de la experimentación sonora en la Rusia de inicios del siglo XX
 
Periódico La Jornada
Viernes 15 de enero de 2016, p. 3

Precisar los rasgos o características de la vanguardia musical rusa de principios del siglo XX es un asunto complejo, debido a que existió gran variedad de voces y compositores, desde los que incluían elementos folclóricos en su trabajo hasta los que experimentaban con el lenguaje.

Sin embargo, una seña distintiva puede ser que los autores buscaban rebelarse contra la herencia artística que habían recibido e incorporar en su quehacer elementos inquietantes.

Así lo destacó el crítico musical José Wolffer en la conferencia La música en la vanguardia rusa, efectuada el pasado miércoles como parte de las actividades complementarias a la muestra temporal Vanguardia rusa: el vértigo del futuro, que se exhibe en el Museo del Palacio de Bellas Artes.

El también promotor cultural y editor presentó ejemplos representativos de las experimentaciones musicales y sonoras que existieron durante el periodo de la vanguardia ruso-soviética.

Entre ellos, el del compositor Mijail Matiushin, con su ópera futurista Victoria sobre el Sol, cuyo estreno, en 1913, causó tremendo escándalo y la cual se ha hecho famosa porque en ella el pintor Kazimir Malévich hizo su primera pintura, Cuadrado negro.

También abordó el caso de Arseny Avraamov y su sinfonía Sirenas, obra de imponentes dimensiones estrenada en Bakú, en 1922, con motivo del quinto aniversario de la Revolución de Octubre de 1917.

La pieza, según refirió Wolffer, combinaba las sirenas de los buques soviéticos estacionados en el mar Caspio, el tronar de baterías antiaéreas, los disparos de una división de artillería, el motor de hiodroaviones, cláxones de automóviles y las sirenas de las fábricas de la ciudad, además de un coro multitudinario de trabajadores cantando el himno de la Internacional Socialista.

De acuerdo con el crítico musical, el futurismo y la tecnología fueron una de las grandes apuestas de la música rusa entre las décadas de 1910 y 1920, y citó el caso del inventor León Theremin, con la creación de un instrumento musical que lleva su apellido, el cual es considerado precursor de la música electrónica.

Destacó, asimismo, que los inicios del siglo XX fueron una época de efervescencia y furor artístico en Rusia, con gran actividad en las artes, en particular en la música. Situación que se acentuó entre 1917, año de la Revolución, y alrededor de la década de los 30, periodo en el que los creadores estaban muy bien informados de lo que ocurría en otros puntos de Europa.

Sin embargo, señaló, el panorama cambió con la llegada de Stalin al poder y la imposición de la llamada Cortina de Hierro, época en la que varios compositores fueron censurados y hasta castigados por el régimen.

Recordó el caso de la primera sinfonía de Gavriil Popov –de la que reprodujo un fragmento en grabación–, prohibida por las autoridades rusas un día después de su estreno, en 1935, debido a que fue considerada enemiga de clase por su personalidad y gran libertad formal.

Fue tal el impacto para el compositor, indicó Wolffer, que con el tiempo cayó en el alcoholismo y, aunque siguió componiendo, nunca alcanzó la potencia que logró con su primera sinfonía.

Otro caso de censura fue el de Dmitri Shostakovich, quien recibió una advertencia luego de que Stalin escuchó su segunda ópera, Lady Macbeth del distrito de Mtsensk, y tuvo que adaptar su trabajo a los requerimientos del régimen no sólo para poder seguir componiendo, sino para preservar su vida, comentó.

La exposición Vanguardia rusa: el vértigo del futuro se mantiene abierta en todas las salas del Museo del Palacio de Bellas Artes hasta el próximo 7 de febrero.