Opinión
Ver día anteriorSábado 20 de febrero de 2016Ver día siguienteEdiciones anteriores
Servicio Sindicado RSS
Dixio
 
Apuntes postsoviéticos

Farsa en Ucrania

A

demás de perder Crimea y mantener irresuelto el conflicto en el este de Ucrania –temas medulares en otras entregas de estos Apuntes–, el presidente Petro Poroshenko enfrenta un panorama interno cada vez más adverso y, en consecuencia, disminuye su grado de aprobación por una población que se siente defraudada.

Tras un año y ocho meses en el poder, el balance de la gestión de Poroshenko confirma que Ucrania –igual que con cualquiera de los anteriores cuatro presidentes, desde que el país se hizo independiente en 1991, al margen de si se proclamaron en favor de la integración con la Unión Europea o de un mayor acercamiento con Rusia– sigue siendo manejada por los grandes magnates (Rinat Ajmetov e Igor Kolomoisky, encabezan la lista), quienes someten la política del Estado a los intereses económicos de sus clanes.

Para la mayoría de los ucranios –quienes empobrecidos sobreviven el estrepitoso retroceso de la economía, junto con la ausencia de reformas que pudieran afectar los emporios de los oligarcas– lo peor es que Poroshenko conserva intactos los esquemas de corrupción que dieron la puntilla al anterior mandatario, Viktor Yanukovich, mientras altos funcionarios de su entorno inmediato –lo mismo que colaboradores cercanos del primer ministro, Arseni Yatseniuk– han sido exhibidos en la prensa por enriquecerse de modo tan ilegal como insultante.

En ese contexto se llevó a cabo la farsa que comenzó al pedir Poroshenko a Yatseniuk, su principal aliado en la Rada (Parlamento), renunciar por carecer de legitimidad en la sociedad. Sucedió horas antes de que el premier presentara su informe anual de labores, que conforme al guión reprobaron 247 diputados, 21 más de los necesarios para destituir el gobierno en pleno.

Pero a la hora de hacer efectivo el voto de censura, abandonaron la sala los legisladores del llamado Bloque de Oposición, principales críticos de Yatseniuk que antes se identificaban con Yanukovich y ahora están al servicio de Ajmetov, Kolomoisky y compañía, por lo que se obtuvieron 32 votos menos de los 226 requeridos al tampoco sufragar los pesos pesados de la bancada de Poroshenko.

La grotesca maniobra, según la vigente legislación, otorga a Yatseniuk inmunidad hasta el próximo periodo de sesiones en septiembre, aunque forzó la salida de dos grupos de la coalición gobernante que se sintieron traicionados, con lo cual Poroshenko tiene nueve diputados menos de la minoría parlamentaria, lo cual permite al presidente disolver la Rada, sin obligarlo a realizar tran drástica medida.

Quedan dos opciones igual de malas para él: gobernar con minoría en el Parlamento y un gabinete repudiado o, para alcanzar una mayoría precaria, aceptar el regreso a la coalición de la bancada del Partido Radical, que en señal de protesta se retiró en diciembre anterior.

Pero para Poroshenko –y desde luego para Estados Unidos y sus otros apoyos foráneos–, cualquiera de esas opciones es mejor que convocar, en estos momentos, a elecciones anticipadas.