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¿Huecos en el viaje de Francisco?
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in duda puede sostenerse que los hubo, sobre todo para quienes esperaban referencias concretas, casi con nombre y apellido, a ciertas situaciones. Por ejemplo, no mencionó el nombre de Ayotzinapa, ni siquiera el más genérico de desaparecidos; sin embargo, hubo alusiones muy concretas a ciertos mecanismos del capitalismo, como el de la explotación y la marginación, y la variedad de otros fenómenos altamente negativos de la sociedad contemporánea capitalista que están en el origen de las terribles desigualdades y desequilibrios que vivimos.

Y sobre esto no hubo ahorros salvo para aquellos que hubieran esperado de parte del Papa una viva militancia crítica y de izquierda, lo cual estaba fuera de toda previsión. Este tipo de discusión se acentúa entre militantes o partidarios cerrados de uno u otro bando, pero me pregunto si tal resulta una buena medida para juzgar o calibrar la visita del papa Francisco a México. La Iglesia católica no es una organización de avanzada, en el sentido social e incluso militante del término, sino apenas una organización que trata de no ponerse demasiado a la cola de las demandas sociales, y que sólo después de muchos jaloneos acepta algunos hechos que se van imponiendo a la sociedad, que ésta impone a la Iglesia y, por cierto, que tampoco la sociedad asimila fácilmente. Esta última parece hoy admitir ya los procedimientos de la técnica contemporánea para evitar el embarazo (¿todos?), pero obviamente sigue muy alejada del aborto o de las uniones entre individuos del mismo sexo. ¿Hasta cuándo?, porque un día sin duda los aceptará.

Ocurre como con los poderes públicos que casi siempre, por ejemplo, sin duda en México, van a la zaga de la sociedad, y es la sociedad la que introduce, no sólo en el campo de lo religioso sino prácticamente en todos los casos, los conceptos o usos o prácticas de avanzada, digamos que se van depurando por filtros jurídicos u otros, quedando algunos en definitiva como parte imprescindible de la sociedad, y otros son descartados y olvidados. Así son los procesos históricos y algo semejante, muy ilustrativo, resultó ser el viaje de Francisco a México, con menciones y alusiones que hace algunos años resultaban increíbles en boca del jefe de la Iglesia católica, que hoy pudieron escucharse con la mayor tranquilidad.

No fue, pues, la visita de un militante y ni siquiera de un Papa de especial vanguardia, pero sin duda la de un hombre muy atento a los problemas colectivos y a sus causas, y con sensibilidad social desarrollada. Ya quisiéramos que los principales de nuestros dirigentes políticos tuvieran los tamaños de quien fue nuestro visitante, y que tuvieran la aptitud de acercarse al pueblo como hizo Francisco, de palabra y acto, y que tuvieran la capacidad sensible que él mostró hacia el grupo de los más desheredados. Pero claro, sería pedirle peras al olmo, y en primer término pedir rasgos de liderazgo que ni por equivocación tienen los actuales integrantes de nuestro establishment político.

¿Qué fue, por ejemplo, la visita para Enrique Peña Nieto? Como las comparaciones son inevitables en estos casos, pudiéramos decir que fue desastrosa, en primer término, por la capacidad de acercamiento con la gente que sin duda tiene el obispo de Roma, rasgo prácticamente ausente en nuestro mandatario, para no hablar del efecto de una oratoria cuajada de gesticulaciones y absolutamente previsible, ante otra mucho más espontánea y llena de giros imprevistos que hacen al orador y a su oratoria mucho más atractiva, y en momentos sin duda hasta seductora. Sí. Por supuesto que para muchos no valen estas comparaciones, por la diversidad de funciones, etcétera, pero transmito también una opinión que no sólo es personal sino ampliamente compartida.

En muchas reflexiones publicadas estos días se sostiene que una condición para el viaje del Papa a México, que habría puesto nuestro gobierno, fue que no se refiriera al caso de los 43 normalistas desaparecidos en Iguala en septiembre de 2014. No puedo responder por una afirmativa irrefutable, porque lo desconozco, pero sabiendo de qué manera se cocinan en México algunas cuestiones políticas la afirmación está en el terreno de lo posible. Lo que parece menos sólido, de cualquier manera, es la afirmación del lado vaticano en el sentido de que se desecharon todas las peticiones de entrevistas individualizadas o de grupos específicos por encontrar serias contradicciones entre ellos e incluso pugnas, lo cual puede ser verdad, salvo en un caso en que prácticamente hay coincidencia nacional: la necesidad de que se exponga con toda exactitud lo ocurrido con los normalistas de Ayotzinapa.

Desde el punto de vista del visitante puede haber razones válidas, o relativamente válidas, para guardar determinados silencios. El hecho es que, en la perspectiva del país visitado, algunos de esos silencios han sonado como truenos ensordecedores. A la historia pasará sin duda esta visita como una de gran éxito para el Papa, no sin señalar las ambigüedades o claroscuros que también la marcaron.

No es ya momento de glosar las intervenciones papales, pero sin duda hubo momentos de gran emoción. Y de reflexión profunda, hay que decirlo, sobre las injusticias, sufrimientos y muerte que ha causado en el mundo el capitalismo, al que el Papa, debe reconocerse, mencionó por su nombre y del cual describió algunas de sus hazañas más crueles.

En todo caso ¿qué deja para México la visita de Francisco?

Habría muchos tópicos a tratar, pero al margen de lo religioso uno es la necesidad de la movilización y presión social para lograr ciertos objetivos, que sin ese activismo de la sociedad seguramente serían ajenos a la atención del Estado; la necesidad además de focalizar los temas a efecto de evitar una excesiva fragmentación de las demandas. Desde el punto de vista ético creo que se cumplieron plenamente los objetivos; desde el punto de vista político y social en general me parece que la visita resultó positiva para la sociedad en su conjunto. Ojalá sea así en lo esencial.