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El escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez da a conocer su novela La forma de las ruinas

Llenamos vacíos incómodos con teorías de la conspiración

Son suposiciones que usamos los ciudadanos como mecanismos de defensa, afirma el autor

En su nuevo título aborda dos magnicidios cometidos en su país

Cada nación tiene sus traumas en el pasado, sobre los cuales se intuye que no nos han dicho la verdad completa, señala

 
Periódico La Jornada
Lunes 21 de marzo de 2016, p. 8

Una vértebra de Jorge Eliécer Gaitán con un orificio de bala y una parte del cráneo de Rafael Uribe Uribe con el rastro de los golpes que lo asesinaron fueron los detonantes del escritor colombiano Juan Gabriel Vásquez para comenzar su libro La forma de las ruinas (Alfaguara).

Tener en mis manos los restos de dos figuras cuyos crímenes han marcado la historia colombiana fue tan potente que ahí supe que iba a escribir una novela sobre eso, relata a La Jornada.

Cada país tiene sus momentos oscuros, sus traumas en el pasado, sobre los cuales de alguna manera se intuye que no nos han dicho la verdad completa, habla en entrevista, recién llegado de su natal Bogotá, en medio de una abrumadora agenda y pocas horas antes de la presentación de su título más reciente.

Las teorías de la conspiración son historias que contamos para llenar un vacío que nos incomoda. Ante esos momentos que parecen ocultar fuerzas oscuras ante la mentira oficial, creo que el mecanismo de defensa que tenemos los ciudadanos, casi como la fiebre para el cuerpo, son las teorías de la conspiración.

El asesinato de John F. Kenhedy aparece en la memoria estadunidense; en México, entre sus páginas rojas se incluyen el asesinato de Luis Donaldo Colosio y la masacre de 1968. En Colombia tienen a Gaitán y Uribe, importantes líderes políticos asesinados en 1948 y 1914, respectivamente. El magnicidio de Gaitán desembocó en lo que se conoce como El Bogotazo, que incendió su país con una turba iracunda que despedazó a golpes al asesino. Luego vinieron días y años de violencia.

Cuando las teorías de la conspiración se convierten en algo más sofisticado y más complejo pueden hacerse una novela, concluye Vásquez.

Como entiendo el género, la novela es una respuesta a las historias mentirosas que heredamos sobre los momentos traumáticos de nuestro país.

El joven escritor, ganador del Premio Alfaguara de novela en 2011 por El ruido de las cosas al caer, escribe una vez más y cinco años después sobre la historia de Colombia.

Pero lo hace desde la voz personal, sin la máscara del narrador, en la ligera línea que dibuja la autobiografía a sus 43 años. Es la novela más extensa que ha escrito, de 560 páginas. Esa era la manera de preservar la potencia del hecho real, de haber tenido en mis manos estos restos.

Angustiosos días en el hospital a la espera del nacimiento de sus hijas, unos días después de volver a Bogotá tras años de residir en el extranjero, marcan el primer capítulo. Desde ahí el lector reconoce que es el propio Vásquez quien se adentra en la historia de su país, unida a sus propios pasos por su ciudad redescubierta.

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La literatura tiene esa capacidad de partir de lo local para hacer reflexiones que tenemos en común, más allá de patrias, lenguas, religiones y diferencias culturales, compartió Vásquez con La Jornada Foto José Antonio López

Escribo sobre estos crímenes no por una curiosidad histórica simplemente, sino porque tienen relación más o menos directa con mi vida privada y familiar.

En particular el crimen de Gaitán, por la participación de su tío José María Villarreal, gobernador de la provincia de Bocayá ese fatídico 9 de abril de 1948, casi una leyenda que oyó desde que era niño.

La voz personal fue una decisión meramente técnica, al principio. Y luego le permitió reflexionar sobre hechos de su vida, sobre la relación que ha tenido con la violencia colombiana a través de sus libros, y segundo, de lo más importante de la novela: le permitió contar un episodio que fue importante, el nacimiento de sus hijas, que coincidió con los días de visita a la casa del médico que le mostró la vértebra y el cráneo.

Para mí la situación entera era muy extraña: ir a la casa de este amigo a tener en mis manos los restos de las víctimas de Colombia y luego llegar a la clínica, para alzar con esas mismas manos a mis hijas pequeñas.

La violencia se transmite de generación en generación

De ese momento surgió la primera pregunta que iba a estructurar el relato, la primera vértebra de la novela: ¿Cómo van a heredar estas niñas esa violencia? ¿Qué va a haber entre mis hijas recién nacidas y los muertos más importantes del pasado colombiano? El crimen de Gaitán ocurrió 25 años antes de que yo naciera. Sin embargo, siento su presencia en mi vida; la violencia se va transmitiendo de generación en generación.

A primera vista, La forma de las ruinas se sumerge en la historia de Colombia. En la voz de Vásquez “estos hechos tienen que ver con algo que compartimos todos, con parte de nuestra condición humana común. No me interesa la información netamente colombiana. Me interesa lo que dicen sobre nuestra manera de estar en el mundo, de la violencia en nuestros países.

La literatura tiene esa capacidad de partir de lo local, de lo concreto, para hacer reflexiones más amplias que tenemos en común todos como seres humanos, más allá de patrias, lenguas, religiones y diferencias culturales.